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SELECCIONES <br />

los médicos podrían ayudar a su hija<br />

ha sido de las cosas más difíciles <strong>que</strong><br />

ha tenido <strong>que</strong> hacer en la vida, confiesa<br />

Emily de los Reyes.<br />

La pediatra diagnosticó varios casos<br />

más en Arkansas antes de unirse a las<br />

filas del Hospital Infantil Nationwide,<br />

emplazado en Columbus, Ohio. Como<br />

jefa del Departamento de Neurodesarrollo,<br />

convirtió al Nationwide en un<br />

importante centro de investigación y<br />

atención a pacientes con enfermedad<br />

de Batten. Familias de todo el mundo<br />

viajaban hasta ahí con tal de entrevistarse<br />

con ella.<br />

Y aun<strong>que</strong> se sentía orgullosa de su<br />

trabajo, le resultaba muy doloroso repetir<br />

el mismo discurso a los padres:<br />

no hay cura; su hijo morirá. Recomendaba<br />

<strong>pasa</strong>r tanto tiempo como fuera<br />

posible con los pe<strong>que</strong>ños enfermos.<br />

Prometía a los familiares apoyarlos<br />

con medicamento, terapia física y<br />

aditamentos con objeto de mejorar la<br />

movilidad. Albergaba la esperanza de<br />

<strong>que</strong> las cosas cambiaran algún día.<br />

Desentrañar un misterio<br />

Mientras De los Reyes se ocupaba de<br />

entregar malas noticias en Little Rock<br />

y Columbus, Peter Lobel y David Sleat<br />

trabajaban arduamente en un laboratorio<br />

de la Universidad de Rutgers en<br />

Nueva Jersey. A finales de la década<br />

de los 90, los dos científicos lograron<br />

aislar la enzima TPP1 —ausente en<br />

quienes padecen el subtipo CLN2 de<br />

la enfermedad de Batten— y demostraron<br />

su función en el procesamiento<br />

de los desechos celulares. A partir de<br />

sus investigaciones se plantearon<br />

nuevas hipótesis: los niños sin TPP1<br />

deberían mejorar al recibir la enzima.<br />

Lobel y Sleat replicaron la sustancia<br />

faltante en ratones y les administraron<br />

TPP1 sintetizada en un laboratorio.<br />

Los especímenes jóvenes no<br />

desarrollaron signos de la enfermedad<br />

de Batten. Los objetos animales de<br />

estudio de mayor edad con síntomas<br />

graves mejoraron, pero solo un poco.<br />

Los estudios confirmaron, pues, <strong>que</strong><br />

la atención temprana era esencial.<br />

Mientras tanto, en la Universidad<br />

de Missouri, Martin Katz llevaba a<br />

cabo estudios cerebrales en perros<br />

para encontrar pistas <strong>que</strong> le permitieran<br />

resolver problemas del neurodesarrollo<br />

humano. En 2005, examinó<br />

muestras de tejido extraídas del cerebro<br />

de un perro salchicha de un año<br />

de edad llamado Frodo, <strong>que</strong> había<br />

muerto tras experimentar crisis convulsivas<br />

y perder la capacidad de caminar<br />

y comer por sí solo.<br />

Katz hizo un descubrimiento sorprendente:<br />

los desechos celulares<br />

acumulados en el cerebro de Frodo<br />

eran básicamente idénticos a los hallados<br />

en sujetos humanos <strong>que</strong> habían<br />

muerto por la enfermedad de Batten.<br />

Katz logró localizar al criador de<br />

Frodo, quien permitió al investigador<br />

adoptar dos perros salchicha adultos,<br />

Captain y Autumn. Ambos animalitos<br />

gozaban de perfecta salud; la mutación<br />

genética <strong>que</strong> causa la enfermedad<br />

de Batten era recesiva en su ADN.

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