que_pasa_conner
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SELECCIONES <br />
Al día siguiente, las horas <strong>pasa</strong>ron<br />
lentamente. El Sol se pondría pronto.<br />
Los Beish estaban sentados uno al<br />
lado del otro. Hollie no soltaba el celular.<br />
Finalmente sonó.<br />
—Disculpe por no haber llamado<br />
antes —dijo la médica—. Pero...<br />
—hizo una pausa— Conner carece de<br />
la enzima TPP1. Padece la enfermedad<br />
de Batten —informó la doctora.<br />
—Entiendo —repuso Hollie sin<br />
energía. Jeff agitó las manos en un<br />
intento por lograr <strong>que</strong> le explicara lo<br />
<strong>que</strong> estaba <strong>pasa</strong>ndo.<br />
Ella apenas pudo prestar atención<br />
a lo <strong>que</strong> le dijo después sobre el diagnóstico.<br />
La conmoción se transformó<br />
rápidamente en enojo. ¿Por qué les<br />
había tomado tanto tiempo, casi 16<br />
meses desde la primera convulsión de<br />
Conner, dar con la respuesta correcta?<br />
—Nos gustaría <strong>que</strong> viniera al consultorio<br />
para hablar al respecto.<br />
—Gracias, no se moleste —la interrumpió<br />
Hollie—. No me interesa. Me<br />
gustaría buscar una segunda opinión.<br />
Colgó el teléfono y le contó todo a<br />
Jeff. Lloraron juntos.<br />
A la mañana siguiente, una extraña<br />
sensación de fortaleza invadió a Hollie.<br />
“De repente ya no tenía dudas ni<br />
incertidumbre”, dijo. “La cuestión era<br />
averiguar qué podíamos hacer para<br />
ayudar a nuestro hijo”.<br />
Los Beish buscaron información sobre<br />
distintos hospitales y especialistas.<br />
“Era hora de localizar a un profesional<br />
<strong>que</strong> conociera bien la enfermedad”,<br />
decidió Hollie. Sus familias también<br />
empezaron a investigar. Su cuñada<br />
leyó sobre la Asociación para la Investigación<br />
y la Asistencia de Pacientes<br />
con Enfermedad de Batten, una red<br />
de apoyo orientada a las familias, y se<br />
comunicó con el director. “Por favor,<br />
hable con mi nuera”, le suplicó.<br />
El director contactó a Hollie y le pidió<br />
<strong>que</strong> llamara a la neuróloga pediátrica<br />
Emily de los Reyes.<br />
“Ella es la gurú de la enfermedad de<br />
Batten”. Además, el Hospital Infantil<br />
Nationwide estaba llevando a cabo un<br />
ensayo clínico en el <strong>que</strong> tal vez podría<br />
participar Conner.<br />
Un caso inaudito<br />
Emily de los Reyes nació en Manila,<br />
Filipinas, y creció con dos opciones de<br />
desarrollo profesional en el horizonte.<br />
“Todas las mujeres de mi familia son<br />
profesoras o médicas”. Al pertenecer<br />
a una clase acomodada, jamás había<br />
estado expuesta a las secuelas de la<br />
corrupción y la escasez <strong>que</strong> reinaban<br />
en las islas. No obstante, mientras estudiaba<br />
medicina fue testigo de los<br />
males sociales. Los domingos por la<br />
tarde ayudaba a atender niños en zonas<br />
pobres de la ciudad. Cientos de<br />
pe<strong>que</strong>ños solían hacer fila. Algunos<br />
iban acompañados por sus padres;<br />
otros, solos. Tal experiencia fue algo<br />
<strong>que</strong> De los Reyes jamás olvidó.<br />
Tras graduarse, se mudó a San<br />
Francisco y luego a Charleston, Virginia<br />
Occidental. Ahí conoció a un<br />
médico estadounidense <strong>que</strong> poco<br />
después se convertiría en su esposo.