mexicanas
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Las revistas científicas de Chiapas en la era del acceso abierto: ¿borramos periferias?<br />
Desde fechas tempranas en la misma ciudad de San Cristóbal de Las Casas hubo<br />
grupos de investigadores profesionales que, aunque no se contaban en el censo,<br />
eventualmente serían, tal vez en forma indirecta, otra fuente de la comunidad<br />
académica de la ciudad: los antropólogos. Aunque varias expediciones<br />
antropológicas habían pasado por la región de Los Altos a inicios del siglo XX, su<br />
presencia continua hasta el presente se estableció a partir de la fundación en esa<br />
ciudad del primer centro coordinador del Instituto Nacional Indigenista (INI) en<br />
1951, lo que representó el proyecto de antropología aplicada más grande del mundo<br />
—sí, hasta ese punto—, pues, además de llevar a Chiapas a los más distinguidos<br />
antropólogos del país como directores de programas e investigadores, el INI invitó,<br />
a mediados de la década de los cincuenta, a investigadores del extranjero para que<br />
estudiaran en el centro asentado en la región. Así se fundaron los proyectos de<br />
investigación de la Universidad de Chicago en 1954 y de la Universidad de Harvard<br />
en 1956, de manera que estudiantes de doctorado de esas y otras universidades<br />
norteamericanas llegaron a Los Altos para hacer sus investigaciones doctorales.<br />
Casi siempre había por lo menos dos en residencia, y durante los veranos quince o<br />
más. Sin embargo, a pesar de su visibilidad en la todavía pequeña ciudad de San<br />
Cristóbal, estos investigadores no tenían prácticamente ningún vínculo con la<br />
ciudad, con los intelectuales locales o con la población no indígena en general. Ya<br />
en la década de 1960 se cuestionaba profundamente su presencia: “¿qué hacen acá?”,<br />
“¿dónde va a parar lo que aprenden?”, “¿a quién beneficia su presencia?” El INI editó<br />
en español algunos de sus estudios durante los años sesenta y setenta, y los<br />
antropólogos extranjeros mismos publicaban de vez en cuando en revistas<br />
científicas nacionales como Estudios de Cultura Maya y América Indígena. Sin embargo,<br />
en general, la comunidad académica nacional e internacional consideraba Chiapas<br />
un lugar para hacer investigaciones, no para llevar a cabo discusiones académicas<br />
sobre el conocimiento que ahí se producía.<br />
El entonces escaso contacto entre los intelectuales chiapanecos y los<br />
investigadores nacionales e internacionales que trabajaban en Chiapas comenzó a<br />
aumentar en los años setenta. Un primer indicio de este cambio se observó en 1973,<br />
cuando un antropólogo y sacerdote francés, que llegó a San Cristóbal de la mano del<br />
obispo Samuel Ruiz para ofrecer consejos a la diócesis sobre los conflictos rurales,<br />
invitó paulatinamente a los jóvenes investigadores nacionales y extranjeros a escribir<br />
de veinte a veinticinco cuartillas sobre sus investigaciones, con objeto de informar al<br />
público local dónde y qué habían investigado, cuáles habían sido sus principales<br />
descubrimientos y qué puntos podrían ser relevantes para la sociedad local. Las<br />
modestas publicaciones que resultaron fueron impresas en offset en tirajes de cien<br />
ejemplares. Entre 1973 y 1985 se publicaron unos dieciocho de estos “documentos de<br />
trabajo” por jóvenes investigadores de siete países (Aubry, 1984 y 1988).<br />
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