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Oro afinado en fuego - Robert J. Wieland

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todo el proceso.

¿Significa lo anterior que no hemos de hacer nada? ¿Se trata

simplemente de abstenerse, de la herejía del "quietismo", consistente en dejar

que el Señor lo haga todo mientras que nosotros nos dejamos llevar al cielo

sin realizar esfuerzo alguno? Si bien es cierto que el Señor obra la

santificación con tal que sigamos creyendo, nosotros tenemos un papel en

ese proceso, y es un papel muy importante.

Tal como sucede en la justificación, nuestra parte es ejercer fe, y esa fe

no consiste en "las [egocéntricas] obras de la ley". Consiste en responder

positivamente al influjo constante del amor de Cristo, el cual nos motiva a

dejar de vivir para nosotros mismos, y a vivir para Aquel que murió y

resucitó por nosotros. Es así como somos "santificados por la fe" en Cristo

(Hechos 26:18).

Lo que convierte en fácil nuestra batalla

Si bien es el Espíritu Santo quien hace verdaderamente la obra, nuestra

parte es "permitirle" que la realice, y es una parte importante. Nuestra "mente

carnal" lucha continuamente contra él. Si no le permitimos que nos

santifique, se entristece, y su obra resulta impedida. "Haya, pues, en vosotros

este sentir [esa mente] que hubo también en Cristo Jesús" (Filipenses 2:5).

"La paz de Dios gobierne en vuestros corazones … la palabra de Cristo

habite en abundancia en vosotros" (Colosenses 3:15-16). A nosotros toca

elegir; lo que el Señor obra en nosotros depende siempre de nuestra elección

de permitirle que lo realice. "Lo que necesitáis comprender es el verdadero

poder de la elección. Tal es la fuerza que rige en la naturaleza del hombre: el

poder de decidir, de escoger. Todo depende del correcto ejercicio del poder

de elección. Dios ha conferido al hombre el poder de escoger; a él

corresponde ejercitarlo. No podéis cambiar vuestros corazones, no le podéis

dar sus afectos por vosotros mismos; pero podéis elegir servirle. Podéis

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