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todo el proceso.
¿Significa lo anterior que no hemos de hacer nada? ¿Se trata
simplemente de abstenerse, de la herejía del "quietismo", consistente en dejar
que el Señor lo haga todo mientras que nosotros nos dejamos llevar al cielo
sin realizar esfuerzo alguno? Si bien es cierto que el Señor obra la
santificación con tal que sigamos creyendo, nosotros tenemos un papel en
ese proceso, y es un papel muy importante.
Tal como sucede en la justificación, nuestra parte es ejercer fe, y esa fe
no consiste en "las [egocéntricas] obras de la ley". Consiste en responder
positivamente al influjo constante del amor de Cristo, el cual nos motiva a
dejar de vivir para nosotros mismos, y a vivir para Aquel que murió y
resucitó por nosotros. Es así como somos "santificados por la fe" en Cristo
(Hechos 26:18).
Lo que convierte en fácil nuestra batalla
Si bien es el Espíritu Santo quien hace verdaderamente la obra, nuestra
parte es "permitirle" que la realice, y es una parte importante. Nuestra "mente
carnal" lucha continuamente contra él. Si no le permitimos que nos
santifique, se entristece, y su obra resulta impedida. "Haya, pues, en vosotros
este sentir [esa mente] que hubo también en Cristo Jesús" (Filipenses 2:5).
"La paz de Dios gobierne en vuestros corazones … la palabra de Cristo
habite en abundancia en vosotros" (Colosenses 3:15-16). A nosotros toca
elegir; lo que el Señor obra en nosotros depende siempre de nuestra elección
de permitirle que lo realice. "Lo que necesitáis comprender es el verdadero
poder de la elección. Tal es la fuerza que rige en la naturaleza del hombre: el
poder de decidir, de escoger. Todo depende del correcto ejercicio del poder
de elección. Dios ha conferido al hombre el poder de escoger; a él
corresponde ejercitarlo. No podéis cambiar vuestros corazones, no le podéis
dar sus afectos por vosotros mismos; pero podéis elegir servirle. Podéis
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