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nosotros. Hay un vínculo que une entre sí a los hermanos, más íntimo incluso
que el que une a hijos y padres. La Escritura nos presenta a nuestro Sumo
Sacerdote como siendo nuestro Hermano (Hebreos 2:11 y Mateo 28:10).
Se debe notar que todo lo anterior es de la forma más real lo que Cristo
es hoy para nosotros. De nuestra parte, todo cuanto necesitamos a fin de
apreciar esas ventajas incalculables, es fe.
2. ¿Cómo ilustra la verdad del santuario el significado de la justificación
por la fe en Cristo? Bastará un sencillo ejemplo para hacer patente la
efectividad de esa "fe en su sangre".
Cuando el pecador traía su víctima inocente para ser ofrecida en el
santuario terrenal, se requería que él mismo tomara el cuchillo y la degollara
con sus manos. Mientras acompañaba a la víctima por el largo camino hasta
el santuario, el pecador no podía dejar de sentir el dolor del remordimiento.
La visión de la sangre caliente saliendo de aquella criatura mansa que no se
resistía y que estaba muriendo por su pecado, traía de forma vívida a su
mente el pensamiento de que había Otro que debía morir por él. Los
israelitas reflexivos sabían bien que "la sangre de los toros y de los machos
cabríos no puede quitar los pecados" (Hebreos 10:4); no obstante, permanece
el hecho de que "sin derramamiento de sangre no hay remisión" (Hebreos
9:22). Eso significa que el pecado jamás puede ser "remitido"--quitado de
nuestros corazones culpables-- excepto si reconocemos contritos que fueron
nuestras manos las que degollaron a la Víctima divina.
Tan ciertamente como todos hemos recibido por naturaleza "los
designios de la carne [que] son enemistad contra Dios" (Romanos 8:7), esos
designios o inclinaciones han florecido en aquel gran asesinato, el más cruel
de toda la historia, ya que "todo aquel que odia a su hermano es homicida" (1
Juan 3:15). El asesinato del inocente Hijo de Dios muestra la plena
dimensión de nuestro pecado. Y mediante "la fe en su sangre" tenemos
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