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Oro afinado en fuego - Robert J. Wieland

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Puesto que la guarida del pecado es la "carne"--la naturaleza caída del

hombre--es imposible que el auténtico Día de la Expiación pueda significar

el final del reino del pecado entretanto no se resuelve el problema del pecado

continuado entre aquellos que creen en el evangelio. Una declaración de

justificación pura y exclusivamente legal, no acompañada de una

justificación por la fe que reconcilie el corazón del creyente con la justicia de

Dios, echaría por tierra todo el ministerio del santuario.

Recurriendo al símil del ajedrez, es como si se estuviera disputando una

gran partida cósmica en el torneo de la salvación. Satanás procura encontrar

el movimiento que le permita hacer jaque mate a Cristo, y lograría tal cosa si

puede asegurarse de que el pecado se perpetúa. Pablo lo expresa claramente:

"Lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios,

enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado,

condenó al pecado en la carne para que la justicia de la ley se cumpliera en

nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu"

(Romanos 8:3-4).

La fuerza de las circunstancias puede llevar a Satanás a reconocer que en

su encarnación, Cristo "condenó al pecado en la carne", pero su estrategia de

jaque mate consiste en impedir que "la justicia de la ley" "se cumpla en

nosotros". Su recurso para lograr tal cosa es una versión falsificada de la

justificación por la fe.

El Día de Expiación celestial y la purificación del santuario de la que

escribió Daniel (Daniel 8:14) son una y la misma cosa. Así como los pecados

de los antiguos israelitas eran simbólicamente-- en el tipo--transferidos al

santuario, en la realidad representada por esos símbolos, los pecados de

todos quienes profesan tener fe en Cristo son cargados al gobierno de Dios.

Él asume la culpabilidad por todos ellos. Satanás desafía a Cristo a que

resuelva el problema. Ninguna ficción legal podría jamás poner fin al gran

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