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visible, creíble y sobrenatural.
Ahora bien, consideremos lo siguiente:
En primer lugar, la Biblia nos dice de manera explícita que Él ora por
unidad solamente entre sus seguidores verdaderos. Ellos se describen
como aquellos a quienes Cristo reveló el Padre (v. 6), y son los que han
obedecido su palabra (v. 6). Su oración va dirigida en representación de
aquellos que entienden su carácter único. Él ora por aquellos que
reconocen que Él es un profeta, sí, pero mucho más que un profeta. Su
oración es por aquellos que creen en su nombre para su salvación y como
la pasión de la vida de cada uno de ellos.
No lo podría haber dicho con más claridad: “no ruego por el mundo, sino
por los que me diste; porque tuyos son” (v. 9). Él no ora por Judas, pues él
no fue dado por el Padre al Hijo y en ningún momento Judas le perteneció
(v. 12). Él solo ora aquí por sus seguidores, para que las fuerzas potentes
del mal que tendrían que enfrentar, no afectaran su unidad.
Esta no es una oración a favor de una cristiandad a escala mundial y
tampoco es una oración por la unidad visible de la iglesia como
organización humana, sin importar cuáles sean sus creencias y enseñanzas.
Sin importar qué digamos acerca del catolicismo romano contemporáneo,
el hecho es que durante los días de la reforma la iglesia se había alejado
mucho de las enseñanzas de la Biblia, en particular sobre el tema de la
salvación. Decir que los reformadores debieron mantener la unidad de la
organización eclesiástica aun en medio de los errores doctrinales serios a
los que se opusieron, equivale a desdecir la enseñanza de Jesús. Unidad
entre los creyentes sí, unidad con los que enseñan un evangelio falso, no.
La oración de Jesús comenzó a ser contestada mediante la venida del
Espíritu Santo en el Pentecostés para unir a todos los creyentes como uno
solo en el cuerpo de Cristo. La respuesta a esta oración continúa hasta el
día de hoy, cada vez que los creyentes nuevos reciben el don del Espíritu
Santo y son bautizados en el mismo cuerpo (1 Co. 12:13). Esta oración
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