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09 ¿Quién eres tú para juzgar - Erwin W. Lutzer

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tras otra estremece a la cristiandad. En consecuencia, no podemos ser

demasiado cuidadosos, y en lugar de apresurarnos debemos pedir a Dios

que nos ayude a pronunciar juicios sabios.

Debemos aprender que algunas veces debemos abstenernos de emitir

juicio. No podemos pronunciar un veredicto sobre todo predicador, todo

movimiento y todo libro o película. Si no contamos con toda la

información pertinente, debemos hacer uso de máxima cautela. Los hechos

deben guiarnos, nunca las suposiciones.

Palabras y acciones, no motivos

Solo Dios conoce los motivos del corazón. Tal vez yo mire a un

predicador por televisión que urge a las personas a enviarle dinero y me

sienta tentado a pensar que es un ambicioso, pero quizás no lo conozco lo

suficiente como para emitir tal juicio. Lo que sí podría decir, sin embargo,

es que sigue el mismo camino tomado por los falsos profetas que se

caracterizaron por insistir en la importancia del dinero (2 P. 2:3). Aunque

tenemos el mandato de someter a crítica piadosa la doctrina, los métodos y

el estilo de vida de un hombre o una mujer, no estamos calificados para

juzgar los secretos de su alma.

Un amigo mío, John Armstrong, me recordó que Satanás cometió el error

de juzgar los motivos de Job. “¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le

has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene?... Pero

extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema

contra ti en tu misma presencia” (Job 1:9-11). Satanás dijo que Job servía a

Dios motivado por lo que recibiría a cambio, pero se equivocó en cuanto a

los motivos de Job, quien no dejó de servir a Dios a pesar de haberlo

perdido todo. Satanás erró al juzgar los motivos, y lo mismo nos sucederá

si lo hacemos.

Pablo dijo que las opiniones de los demás le tenían sin cuidado:

Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal

humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo... Así que, no juzguéis

nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará

también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los

corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios. (1 Co.

4:3, 5)

Tenemos el mandato de juzgar sobre enseñanzas y conducta, así como

conductas y actitudes pecaminosas, pero los motivos pertenecen a Dios y

están fuera del alcance de nuestro conocimiento y jurisdicción.

El hecho de que no podamos conocer los motivos de los demás no es

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