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Algunas iglesias han atraído grandes cantidades de miembros con su
insistencia en la noción de “necesidades percibidas”. Sus líderes están
comprometidos a demostrar la relevancia del cristianismo para levantar
una buena familia, llevarse bien con los compañeros de trabajo y tener
éxito en los negocios. Ahora, como las personas no tienen la necesidad
percibida o sentida de escuchar el evangelio, su mensaje muchas veces es
relegado a un segundo lugar y solo se introduce con pericia y tacto en
discusiones sobre otros temas más relevantes. Lo que olvidan estos
ministros bien intencionados es que nuestra necesidad percibida más
grande del momento que tendremos como pecadores al estar en la
presencia de Dios, será la justicia de Cristo que nos cubrirá y guardará de
la santidad y la justicia de Dios. Claro que también debemos procurar la
satisfacción de todas las necesidades sentidas de la congregación, pero
tenemos que ayudar a las personas a entender cuáles son sus verdaderas
necesidades espirituales.
A decir verdad, no podemos ir al cielo sin las creencias correctas y
tampoco podemos ordenar bien nuestra vida sin las creencias apropiadas.
Lo que creamos acerca de Dios determinará lo que creemos acerca de
nosotros mismos, determinará lo que creemos acerca de los demás así
como lo que creemos en cuanto al propósito de nuestra existencia. El éxito
en la actualidad no garantiza el éxito en el más allá. Es como resultado de
creer en la doctrina errónea que las personas se perderán para siempre. La
doctrina sana determina una fe sana y una fe sana nos guiará en esta vida y
nos capacitará para la vida venidera. Existe una conexión directa entre
creencia y conducta, entre doctrina y destino.
Por supuesto que la doctrina divide, ¡ese es su propósito! No obstante,
también tiene otro propósito: unir al pueblo de Dios alrededor de una fe
común. Debemos permanecer juntos en compañerismo cristiano y estar
unidos en contra de las herejías que tratan de subvertir a la fe. El peligro
viene si la doctrina divide a personas que deberían estar unidas.[1] Ahora,
en lo tocante a la doctrina de la salvación, es mucho mejor estar divididos
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