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09 ¿Quién eres tú para juzgar - Erwin W. Lutzer

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Algunas iglesias han atraído grandes cantidades de miembros con su

insistencia en la noción de “necesidades percibidas”. Sus líderes están

comprometidos a demostrar la relevancia del cristianismo para levantar

una buena familia, llevarse bien con los compañeros de trabajo y tener

éxito en los negocios. Ahora, como las personas no tienen la necesidad

percibida o sentida de escuchar el evangelio, su mensaje muchas veces es

relegado a un segundo lugar y solo se introduce con pericia y tacto en

discusiones sobre otros temas más relevantes. Lo que olvidan estos

ministros bien intencionados es que nuestra necesidad percibida más

grande del momento que tendremos como pecadores al estar en la

presencia de Dios, será la justicia de Cristo que nos cubrirá y guardará de

la santidad y la justicia de Dios. Claro que también debemos procurar la

satisfacción de todas las necesidades sentidas de la congregación, pero

tenemos que ayudar a las personas a entender cuáles son sus verdaderas

necesidades espirituales.

A decir verdad, no podemos ir al cielo sin las creencias correctas y

tampoco podemos ordenar bien nuestra vida sin las creencias apropiadas.

Lo que creamos acerca de Dios determinará lo que creemos acerca de

nosotros mismos, determinará lo que creemos acerca de los demás así

como lo que creemos en cuanto al propósito de nuestra existencia. El éxito

en la actualidad no garantiza el éxito en el más allá. Es como resultado de

creer en la doctrina errónea que las personas se perderán para siempre. La

doctrina sana determina una fe sana y una fe sana nos guiará en esta vida y

nos capacitará para la vida venidera. Existe una conexión directa entre

creencia y conducta, entre doctrina y destino.

Por supuesto que la doctrina divide, ¡ese es su propósito! No obstante,

también tiene otro propósito: unir al pueblo de Dios alrededor de una fe

común. Debemos permanecer juntos en compañerismo cristiano y estar

unidos en contra de las herejías que tratan de subvertir a la fe. El peligro

viene si la doctrina divide a personas que deberían estar unidas.[1] Ahora,

en lo tocante a la doctrina de la salvación, es mucho mejor estar divididos

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