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09 ¿Quién eres tú para juzgar - Erwin W. Lutzer

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PRINCIPIOS DE LOS JUICIOS CRISTIANOS

Ninguno de nosotros hace juicios perfectos. Hasta las personas piadosas

tienen desacuerdos en cuanto a los méritos relativos de algunos asuntos o

la manera como deberían manejarse los juicios, pero si podemos ponernos

de acuerdo en los siguientes principios, tenemos una base sólida para

juzgar. Aquí se encuentran algunas pautas que pueden ayudarnos a hacer

juicios caracterizados por el buen discernimiento.

Humildad, no superioridad

Ya hemos aprendido que los fariseos eran ansiosos para juzgar a los

demás. Tenían un espíritu crítico y querían creer lo peor de las personas.

Estaban complacidos tan pronto sacaban a la luz las faltas que esperaban

encontrar. Como el hermano mayor en la historia del hijo pródigo, el justo

en su propia opinión resiente la gracia de Dios en la vida de pecadores

“más grandes” que él. No puede regocijarse por las bendiciones que el

Padre ha derramado sobre aquellos que según su opinión, merecen el peor

de los castigos. El fariseo quiere asegurarse de que todos sigan sus reglas

prescritas así él mismo no lo haga en privado. Tan pronto dejan de hacerlo,

su deseo más intenso es que reciban un juicio severo.

Consideremos esta ilustración ocurrente de Jesús: “¿Y por qué miras la

paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en

tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo,

y he aquí la viga en el ojo tuyo” (Mt. 7:3-4). Como metáfora, el ojo

representa el alma, aquella parte de nosotros que “ve” en un sentido

espiritual. Se refiere a nuestra capacidad para razonar, pensar y decidir.

Tan solo unos versículos atrás Jesús dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo;

así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo

es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti

hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (6:22-23). Es

obvia la importancia de que tengamos la vista clara, es decir, mente y

corazón libres de impurezas.

Usted y yo nos hemos encontrado con la clase de persona que Jesús

describe con una “viga” en su ojo. Casi siempre se trata de un miembro de

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