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09 ¿Quién eres tú para juzgar - Erwin W. Lutzer

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Dios habla de forma directa a los “profetas” de la actualidad. Por esa

razón, concluyen que el estudio bíblico es un ejercicio innecesario. Los

profetas que traen revelaciones frescas de Dios han venido a nuestras

iglesias con mensajes llenos de grandes promesas y repletos de relevancia.

Varios años atrás, tuvo lugar algo que se llamó “la bendición de

Toronto”, en la cual participaron personas de todo Canadá, los Estados

Unidos y Gran Bretaña, quienes asistían a una iglesia cercana al aeropuerto

internacional de Toronto, y en ese lugar algunos daban ladridos como

perros y eran “golpeados en el espíritu”, mientras otros se retorcían en el

suelo vencidos por la risa. Puesto que se han escrito varios libros acerca de

este movimiento, no tengo la intención de evaluarlo en profundidad, pero

debo citar las palabras de quienes conocen el movimiento “desde adentro

hacia afuera”.

Tres autores carismáticos que en términos generales simpatizan con las

manifestaciones del Espíritu, han escrito acerca de las apreciaciones

erróneas que tuvieron sobre lo que sucedió en Toronto. Uno de ellos, Peter

Fenwick, escribió: “Mi temor más grande radica en el hecho de que la

Biblia haya dejado de ocupar el lugar que tuvo antes en la comunidad

evangélica. Es indudable que toda la controversia alrededor de la

bendición de Toronto es en realidad una batalla definitiva sobre el valor y

la importancia de la Biblia”[4]. Dijo además que la bendición de Toronto

no habría podido comenzar si no fuera por la aceptación de prácticas no

bíblicas.

Varios estudiosos serios de la Biblia han indicado que la “palabra de

sabiduría” en el Nuevo Testamento (1 Co. 12:8) no se refiere a algún tipo

de clarividencia, es decir, la capacidad que un evangelista pueda tener para

presentir diversas enfermedades entre los asistentes a sus campañas. Por

supuesto, esta advertencia cayó en oídos sordos y en la mayoría de los

casos no se prestó mayor importancia a lo que dijeran o hicieran los líderes

del movimiento. No importaba mucho si sus prácticas eran extrañas o su

doctrina inédita y desconectada de la tradición hermenéutica. Los líderes

respondieron a las críticas con esta actitud generalizada: “¿Quiénes son

ustedes para cuestionar lo que Dios hace con nosotros?”

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