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Dios habla de forma directa a los “profetas” de la actualidad. Por esa
razón, concluyen que el estudio bíblico es un ejercicio innecesario. Los
profetas que traen revelaciones frescas de Dios han venido a nuestras
iglesias con mensajes llenos de grandes promesas y repletos de relevancia.
Varios años atrás, tuvo lugar algo que se llamó “la bendición de
Toronto”, en la cual participaron personas de todo Canadá, los Estados
Unidos y Gran Bretaña, quienes asistían a una iglesia cercana al aeropuerto
internacional de Toronto, y en ese lugar algunos daban ladridos como
perros y eran “golpeados en el espíritu”, mientras otros se retorcían en el
suelo vencidos por la risa. Puesto que se han escrito varios libros acerca de
este movimiento, no tengo la intención de evaluarlo en profundidad, pero
debo citar las palabras de quienes conocen el movimiento “desde adentro
hacia afuera”.
Tres autores carismáticos que en términos generales simpatizan con las
manifestaciones del Espíritu, han escrito acerca de las apreciaciones
erróneas que tuvieron sobre lo que sucedió en Toronto. Uno de ellos, Peter
Fenwick, escribió: “Mi temor más grande radica en el hecho de que la
Biblia haya dejado de ocupar el lugar que tuvo antes en la comunidad
evangélica. Es indudable que toda la controversia alrededor de la
bendición de Toronto es en realidad una batalla definitiva sobre el valor y
la importancia de la Biblia”[4]. Dijo además que la bendición de Toronto
no habría podido comenzar si no fuera por la aceptación de prácticas no
bíblicas.
Varios estudiosos serios de la Biblia han indicado que la “palabra de
sabiduría” en el Nuevo Testamento (1 Co. 12:8) no se refiere a algún tipo
de clarividencia, es decir, la capacidad que un evangelista pueda tener para
presentir diversas enfermedades entre los asistentes a sus campañas. Por
supuesto, esta advertencia cayó en oídos sordos y en la mayoría de los
casos no se prestó mayor importancia a lo que dijeran o hicieran los líderes
del movimiento. No importaba mucho si sus prácticas eran extrañas o su
doctrina inédita y desconectada de la tradición hermenéutica. Los líderes
respondieron a las críticas con esta actitud generalizada: “¿Quiénes son
ustedes para cuestionar lo que Dios hace con nosotros?”
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