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incompatible con advertencias acerca del error y hasta la denuncia de
maestros falsos.
Ahora bien, ¿dónde trazamos la línea? ¿En qué momento tenemos que
decir “ya es suficiente”? Por cierto, no queremos dividirnos por asuntos no
esenciales ni tratar a otros creyentes con una actitud de superioridad
espiritual, como si fuéramos los únicos que estamos en lo correcto. Al
mismo tiempo, debemos sonar la trompeta y hacer un llamado a la iglesia
para que se distinga del mundo. Debemos atesorar y defender la verdad,
así corramos el riesgo de no ser comprendidos o de causar una ruptura en
la comunión personal.
Este es un libro acerca del tema del discernimiento, aquella capacidad
para distinguir entre lo falso y lo verdadero, o mejor todavía, entre la
verdad y la verdad a medias. Por supuesto, no espero que todos los
cristianos estén de acuerdo conmigo sobre los asuntos diversos que se
tratan en las siguientes páginas, pero me gustaría pensar que este libro
abrirá canales para el diálogo necesario acerca de estos temas. Mi mayor
satisfacción sería que consideráramos de qué manera las dimensiones
religiosas y morales de nuestra cultura han afectado a la iglesia y qué
debería hacerse al respecto. Esta es la tarea a la que hemos sido llamados.
Por regla general, no he mencionado en mi discusión los nombres de
aquellos que han optado por las ocurrencias personales y lo que llaman
profecías en lugar de la doctrina sana. Mi intención ha sido suministrar los
principios básicos necesarios para esta evaluación. Siempre habrá
diferentes tipos de evangelistas, pastores, ministros de sanidad por fe y
profetas, pero la Palabra de Dios permanece inmutable por la eternidad.
Únase a mí en este recorrido. Exploremos juntos para encontrar la
manera de trazar otra vez esas líneas limítrofes que distinguen a la iglesia
del mundo. Realicemos con amor la tarea de advertir, exhortar e
instruirnos unos a otros con la esperanza de recuperar el terreno precioso
que se ha perdido al habernos dejado inundar por el espíritu del mundo.
La tarea es urgente. Pidamos a Dios fortaleza para hacer lo que se
necesita.
ERWIN LUTZER
IGLESIA MOODY, 2002
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