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Nº 18 de SubaQuatica Magazine, la revista especializada en buceo comercial, industria offshore y tecnología submarina

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“Aprendimos no solo a hacer piña, sino a trabajar

en equipo, es decir, no había espacio para

los individualismos; tenías que contar con tus

compañeros. Los turnos eran de 12 horas con un

ritmo de trabajo intenso y continuas rotaciones

de todos los buzos del equipo. No tuvimos un día

de descanso y nuestras campañas se prolongaban

hasta los 4 meses, trabajando de lunes a

lunes. Esto forjó unos lazos de unión entre nosotros

que difícilmente romperá el paso del

tiempo”, confiesan sus protagonistas.

“El trabajo en cubierta fue espectacular y los

compañeros montaban unas maniobras impresionantes.

La experiencia de David Salvador en

trabajos verticales fue de gran ayuda. Tuve la

suerte de trabajar con este grupo de grandes

profesionales del buceo. Sacábamos los trabajos

adelante en tiempo récord y nos sentíamos

respetados por toda la comunidad de buzos”,

dice Benito Ledesma

Los niveles de calidad de aquel megaproyecto

de salvamento, en el que todo el público internacional

tenía puesto el foco, eran inusuales para

los buzos españoles y los técnicos disponían de

todos los medios posibles en el mercado. “Las

prestaciones eran espectaculares; allí había de

todo lo que podías necesitar. Nuestro día a día

era un permanente aprendizaje y eso nos ha

abierto las puertas en nivel laboral en el ámbito

del salvage. Eso sí, el trabajo era especialmente

duro con turnos de noche continuos, non stop.

Cuando no había que bucear, nos llevaban a desguazar

a la parte seca del barco. A nivel profesional

fue algo espectacular, a nivel humano es

difícil de explicar, pero me llevé de allí a una familia

a pesar de perder a un gran amigo”, trasmite

con emoción Jesús Marcos, Suso.

“Aprendimos a trabajar

bajo mucha

presión y a tener la

moral siempre alta;

a sobreponernos a

la pérdida de Isra”

en su memoria y toda la flota alrededor del crucero

haciendo sonar las sirenas”, rememora

Maxi Zinno.

Su impronta quedó para siempre en el lugar y

la mayoría de los locales hosteleros de la isla tienen

colgada una entrañable foto del buzo español

que entregó su vida por recuperar el Parque

Natural Marino de Giglio, afectado por el hundimiento

del titánico crucero.

Israel fue el artífice de un proyecto de ayuda

para un joven vecino de la isla, con una discapacidad

que le impedía caminar con normalidad.

“Recogió miles de tapones de plástico de las botellas

que consumíamos a diario para combatir

el calor en el tajo y consiguió entregarle a aquel

chaval una silla de ruedas mecánica para que pudiera

pasear en ella. Así era Isra, un tipo con una

gran conciencia de ayuda a los demás, además

de ser un crack en su trabajo y un hermano

mayor para muchos que trabajamos junto a él a

lo largo de su carrera”, recuerdan sus compañeros.

Desde tierra, se seguía a diario lo que ocurría

en el naufragio y la población de la isla se puso

al servicio de los operarios del rescate. El cariño

y la respuesta humana de la gente en Giglio fue

algo que todos coinciden en destacar. “Nos trataron

muy bien y las señoras enlutadas de la isla

se acercaban a la ribera para darnos las gracias

por el trabajo diario que hacíamos, fue una experiencia

inolvidable”, recuerdan algunos como

Benito.

La pérdida de Israel Moreno fue un duro

golpe al que hacer frente, ya que era un pilar a

nivel humano y uno de los más experimentados

bajo el agua. “Su fallecimiento nos golpeó fuertemente,

pero estoy seguro de que también unió

al grupo”, afirman sus colegas en el Costa Concordia.

“Aprendimos a sobreponernos a la adversidad

y a tener la moral siempre alta, pues la

pérdida de Isra generó un gran vacío; el que deja

la gran persona y el gran compañero que fue. Era

un grande. Nunca olvidaré la ofrenda de flores

En memoria de Israel Moreno Franco

Hoy me desperté en la oscuridad, aún no había

amanecido y tenía los ojos húmedos en lágrimas.

Estuve soñando contigo. Lo que no pude

llorar cuando estaba despierto lo lloré mientras

dormía, lo sentía como un río de tristeza

frío y espeso que atravesaba mi alma.

Ya queda menos para vernos amigo; fuerza

y honor.

Te fuiste a una guerra en la que no te puedo

ayudar y como tú me decías, ahora sólo queda

batirse a diente de lobo hermano. Nos veremos

al otro lado, no te olvidaremos nunca porque

te llevas una parte de nosotros mismos.

Sólo ese reducido número de personas que

trabajamos bajo el mar podemos comprender

su oscuridad total, el sentimiento de lucha que

desarrollamos contra las adversidades ahí

abajo, en contra de nuestras propias limitaciones.

El espíritu de combatir el miedo

cuando llega, el frío, el cansancio, la falta de

respiración, ignorar todas las señales de alerta

que te manda tu propio cerebro y completar

nuestro objetivo.

Ser buzo no es un trabajo, ser buzo es un

modo de vivir la vida, quizás a la antigua...

como si de un antiguo Tercio español de soldados

se tratara.

Los buzos, esos locos inconscientes, que no

piensan en el futuro porque lo importante es

sobrevivir un día más.

Siempre en nuestro recuerdo, Israel Moreno

Franco. Ferrol 1972 - Giglio 2012

Arístides Sánchez Najarro

www.subaquaticamagazine.es ENERO | 19

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