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Nº 18 de SubaQuatica Magazine, la revista especializada en buceo comercial, industria offshore y tecnología submarina
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Por: Gustavo Mauvecín | Intro: Pedro Pérez MEDICINA
Buceo, grasas y
enfermedad
descompresiva
Un estudio científico asocia el abuso de
lípidos con un mayor riesgo de padecer
accidentes por descompresión en buzos
U
n día más amanece con un frío de mil demonios.
Te levantas de la cama, visualizas lo
que te espera y, automáticamente, piensas
en que tienes que cargar energías para sacar el tajo
adelante. Frases de abuela te susurran al oído, te
dejas llevar y untas una gran tostada con mantequilla.
Para más inri, a mitad de jornada, anhelas la
vuelta a superficie y un canto de sirena con olor a
chistorra y huevos fritos te inunda la mente.
Puede que en algunas ocasiones esto sea el
justo premio que te mereces por ser buzo. Unas jornadas
sin reloj, un clima endemoniado y un ritmo de
trabajo que solo entiende de producir y producir.
Pero, ojo, si conviertes esto en tu día a día, puedes
estar creando un monstruo.
GRASAS Y BENDS
Hace ya algunos años, en buceo se acuñó el término
de buzos formadores y no formadores de burbujas.
Esto va de la mano del concepto de “estrés descompresivo”.
Es decir, que algunos buzos que
realizan el mismo perfil de buceo, se le podrán formar
más o menos cantidad de burbujas circulantes
en su sistema venoso.
Ya hace un tiempo, la doctora Dorota Kaczerska,
y su grupo de investigadores en Polonia, realizaron
un estudio que tuvo por objeto demostrar la relación
de la dieta y la seguridad del buceo. Se tomaron
en cuenta las preferencias alimenticias de los
buzos, con especial atención a la ingesta de grasas
y sus efectos en los niveles de colesterol y triglicéridos
en la sangre, así como la incidencia del estrés
descompresivo después de exposiciones hiperbáricas
con aire.
Se seleccionaron en aquel momento a 56 buzos
experimentados, los que tuvieron que responder
un cuestionario referente a sus preferencias alimenticias.
Realizaron dos buceos a 30 y 60 metros
de profundidad en cámara hiperbárica con un
tiempo de fondo de 30 minutos, separados por 24
horas entre ambos buceos. Antes de cada buceo se
Los buzos con dietas altas
en grasas sufren un mayor
estrés descompresivo tras
realizar inmersiones con
aire que los que llevan una
alimentación equilibrada
les extrajo sangre para determinar los niveles séricos
de lípidos plasmáticos. Inmediatamente finalizado
cada buceo, y a los 30 y 60 minutos, se les
realizó una ecografía Doppler venosa a fin de determinar
el grado del estrés descompresivo, utilizando
la escala de Kisman.
Los autores concluyeron que una dieta alta en
grasas, asociado a un elevado valor de los lípidos
plasmáticos, aumentaba significativamente la gravedad
del estrés descompresivo después de realizar
buceos con aire, lo que aumenta el riesgo de la
aparición de alguna de las manifestaciones de enfermedad
de la descompresión.
Por otro lado, se sabe que las nanoburbujas se
forman espontáneamente cuando una superficie
lisa e hidrofóbica se sumerge en agua que contiene
gas disuelto. Estas nanoburbujas son los micronúcleos
o “semillas” gaseosas subyacentes a las burbujas
de descompresión y a la enfermedad de
descompresión. Recientemente, en 2018, el doctor
Ran Arieli y colaboradores, propusieron una nueva
hipótesis, en la que postularon que un factor importante
en la formación de burbujas es la presencia
de lo que denominaron puntos hidrofóbicos
activos (PHA). Estos se encuentran en el endotelio
de los capilares venosos y arteriales. Lo más interesante,
es que estos PHA son derivados del surfractante
pulmonar.
Los componentes esenciales de esta sustancia
tensioactiva (fosfolípidos) pulmonares son la dipalmitoilfosfatidilcolina
(DPPC) y las proteínas
tensioactivas B y C, que se encuentran en el plasma
del hombre y de ovejas, mientras que la DPPC también
se encontró en los PHA. Los PHA parecen ser
estables, y su número y tamaño aumenta con la
edad a medida que se deposita más DPPC. Las nanoburbujas
pueden desarrollarse en los PHA durante
la descompresión en los capilares de los
buzos, y crecerán en burbujas venosas con la descompresión.
Los autores observaron que el principal surfactante
en el pulmón es DPPC (40%), además de
otros componentes adicionales que incluyen otros
fosfolípidos, glicéridos y colesterol. Estos fosfolípidos
tensiactivos se formarían en los llamados
“cuerpos lamelares” de los neumonocitos II de los
alvéolos y podrían “gotear” desde estos hacia los
capilares pulmonares.
Es por esto por lo que los autores sugieren que,
algunos de los componentes grasos adicionales
transportados por la sangre se adherirán al PHA,
contribuyendo así a su crecimiento. Por ello, los
buzos que consumen alimentos ricos en grasas, o
son portadores de un aumento metabólico de los
lípidos, y como resultado tienen más componentes
grasos en su sangre, desarrollarán más y más grandes
puntos hidrofóbicos activos, convirtiéndose
posteriormente en “burbujeadores”, con un mayor
riesgo de desarrollar manifestaciones de enfermedad
de la descompresión.
EFECTO MORSA
Hay una creencia popular que dice que la capa de
grasa protege del frío. Atendiendo a bases físicas
no está falta de razón. Pero hay otros factores
mucho más saludables para conseguir ese mismo
efecto.
La grasa, efectivmente, es un aislante bastante
bueno y nos ayuda a mantenernos calientes, pero
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