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Géneros musicales/procesos y problemáticas socioculturales ...

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Evoquemos, entre las diversas manifestaciones del arte<br />

sonoro, a través de los tiempos, las páginas de dolor y de<br />

esperanza, subrayadas por el canto de los cristianos, cuando<br />

encerrados en las catacumbas, elevaban su espíritu al<br />

Todopoderoso, a despecho de crueles persecuciones. Recordemos<br />

el despertar a la alegría, de la voz ingenua de los<br />

trovadores, después de las angustias del año mil, cuando<br />

por primera vez, la melodía moderna se lanza a la luz, desde<br />

la noche sombría donde la Iglesia la enriqueció, cautiva.<br />

Pensemos en Lutero, fundador del protestantismo, cuya pasión<br />

por la música es uno de los rasgos característicos de su<br />

vigorosa naturaleza. Cantor ambulante en su adolescencia,<br />

halló por ella, en sí mismo, fuente inagotable de expresión,<br />

cuando después de largas meditaciones y de diez años de<br />

combates interiores, llegó, por medio de este don divino,<br />

a expresar su sentimiento religioso con fuerza irresistible;<br />

que si Palestrina señala el fin y coronamiento de un período<br />

musical, el cántico protestante marca el comienzo del más<br />

poderoso desenvolvimiento de la música, de que fue testigo<br />

principal Alemania.<br />

En ese mismo país, ¿qué fue el lied –consagrado por<br />

aquellos dos grandes orfebres de la melodía y del ritmo<br />

que se llamaron Schubert y Schumann– sino la cristalización<br />

de las emociones y la ternura teutona?, según afirma<br />

Camilo Mauclair.<br />

Oigamos el despertar de los épicos clarines, entonando<br />

los vigorosos cánticos nacionales que poblaron los ámbitos<br />

de la tierra; llenando de sublime patriotismo el corazón de<br />

los guerreros de que nos habla la historia de las naciones,<br />

y quede por todo ello demostrado que la música, desde sus<br />

orígenes hasta nuestros días, fue el vehículo del alma humana<br />

para exteriorizar diversos sentimientos y que en su poder<br />

expresivo se reflejó el anhelo perenne de la humanidad, avivado<br />

y enardecido, frecuentemente, por los grandes ideales<br />

que surgieron dentro de la obra evolutiva del tiempo.<br />

Veamos ahora, para cumplir con la metodología que<br />

debe presidir todo trabajo de esta índole, cuáles fueron los<br />

elementos <strong>musicales</strong> que aportaron los africanos a nuestra<br />

Isla, desde que Carlos I, Rey de España, autorizó la<br />

introducción de negros esclavos en las Antillas, hasta la<br />

abolición de la esclavitud, decretada en el año 1880.<br />

Al igual que en los indios, el baile fue siempre costumbre<br />

de los africanos, y cuando los barcos negreros nos<br />

importaban a estos infelices seres, cazados, generalmente,<br />

como fieras en las costas occidentales de África, según<br />

nos refiere el doctor Israel Castellanos en un brillante trabajo<br />

sobre los instrumentos <strong>musicales</strong> de los afrocubanos,<br />

publicado el pasado año en los Archivos del Folklore Cubano;<br />

cuando capturados y vendidos a precios irrisorios<br />

sufrían las amarguras de la expatriación, es cierto que<br />

dejaban abandonados en sus lares todos sus atributos y<br />

elementos externos, pero al desembarcar, más tarde, en<br />

nuestra Isla, hacíanlo con su lenguaje, con su religión, con<br />

su música, con sus bailes y con sus tradiciones.<br />

El doctor Fernando Ortiz, mi ilustrado compañero ya citado,<br />

que ha enriquecido la historia de nuestro folklore con<br />

sus obras, estudia en Los negros esclavos –publicada en La<br />

1 C l a v e<br />

Musicología y Género<br />

Habana el año 1916– los orígenes y caracteres de esta raza<br />

que, según Louis Huot, tenía inclinación notable al canto.<br />

Federico Ratzel anteriormente aseguró que los negros se<br />

sirvieron siempre de la música para expresar sus alegrías y<br />

sus desventuras. La predilección que sintieron por el baile,<br />

y, como es natural, por cierto aspecto de la música, fue reconocida<br />

por los esclavistas en el espíritu de los africanos<br />

que, al expatriarse, hacinados en la cubierta de los barcos<br />

en que eran transportados a tierras antillanas, danzaban y<br />

cantaban frecuentemente, unas veces por su propio deseo y<br />

otras bajo el ineludible imperio del látigo explotador.<br />

Pensando, sin duda, en las ventajas o conveniencias de<br />

darles a los esclavos su diversión preferida, el 4 de julio de<br />

1837, el Capitán General de esta Isla, Ezpeleta, autorizó<br />

a los africanos para danzar y cantar a usanza de su país<br />

natal.<br />

El bien documentado escritor Castellanos, ya citado,<br />

nos habla de la imposibilidad de localizar gráficamente y<br />

precisar etnológicamente a los negros traídos a Cuba, fijando<br />

su número, para dilucidar si el predominio de ciertas<br />

características es el resultado de la superioridad numérica<br />

de los naturales de determinada región.<br />

Es lo cierto que dentro de los negros mandingas, congos,<br />

lucumíes, ararás, carabalíes y otros elementos africanos que<br />

en nuestra tierra dieron origen a los brujos, ñáñigos, curros<br />

del manglar, cheches del manglar, etcétera, se cultivó el baile<br />

y el canto ampliamente, y hay que suponer que tales esclavos,<br />

aunque de distinto origen regional, trajeron a Cuba sus instrumentos<br />

<strong>musicales</strong>, típicos en los lugares de su procedencia<br />

y los que no los trajeron, los fabricaron en la Isla, de acuerdo<br />

con sus usos y costumbres. Ratzel, Humboldt, Augeard y<br />

otros autores nos hablan ampliamente de los bailes y cantos<br />

de los negros. Nosotros, de acuerdo con Castellanos, diremos<br />

que en el período de la esclavitud cultivaron con entusiasmo,<br />

entre nosotros, el canto y el baile, sobresaliendo en ellos dentro<br />

de su fisonomía musical, más el ritmo que la melodía, que<br />

afectó siempre una forma primitiva o rudimentaria.<br />

Debemos advertir que los que reconocían idéntico origen,<br />

se agrupaban, formando como sociedades regionales,<br />

danzando, cantando y tocando, al estilo de su región.<br />

El tambor ha sido siempre entre los negros de África el<br />

instrumento preferido, y de ahí las distintas clases, por su<br />

forma y tamaño, que de ellos han fabricado,<br />

Según nos afirma el repetido escritor, el tambor mencionado<br />

por Ling Roth en su obra Great Britain, es el modelo<br />

típico de los yorubas, reproducidos en los ejemplares<br />

corrientes de Cuba. El primitivo, hecho con un tronco de<br />

árbol hueco y con una piel clavada en su boca, se encuentra<br />

raras veces en nuestros esclavos. El tambor de cuñas<br />

es el usual.<br />

Entre los ñáñigos –asevera Castellanos– los tambores<br />

presentan distintas nomenclaturas. Sus nombres varían según<br />

sean para el primer golpe (bencomo), para el segundo<br />

(cosilleremá), o para el tercero (llaibí llenbí). Estos son hechos<br />

de cedro formando pequeños cilindros; tres cuerpos<br />

cónicos truncados en su parte inferior; la piel es de chivo y<br />

la montan de la misma manera que en los yorubas.

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