REVISTA MUNDO PLURAL JUNIO 2023 (1)

Literatura
Entre telas y agujas
La bondad era su condición y el
trabajo su vida.
Mujer de ojos verdes intensos,
con mirada profunda, activa hasta el
cansancio, no dejaba espacio para
pensar en sí misma.
Era la mejor profesora de corte y
confección, la modista más prolija, la
más creativa y cumplidora.
Había instalado el taller en la cochera
de su casa, donde en una hilera de
sillas las mujeres esperaban sentadas y
ansiosas el turno para confeccionar las
prendas.
Para esa época muchas mujeres
cosían su propia ropa y la de su familia.
Pero en el barrio era ella la que las
ayudaba en esos menesteres con gran
dedicación, además cobraba una cuota
muy barata y las atendía como reinas.
Daba clases dos veces a la
semana, de la mañana a la noche y solo
descansaba un rato para comer.
La recuerdo parada junto a una gran
mesa explicando a cada alumna con
habilidad y paciencia, lo que tenían que
hacer.
Generalmente llevaba el centímetro
colgado al cuello para tomar las
medidas que hacían falta en cada caso.
Desplegaba las telas sobre la mesa,
explicaba cómo hacer el molde y luego
lo sujetaba con alfileres que llevaba
pinchadas en una almohadilla, sostenida
en su muñeca con un elástico como si
fuera una pulsera. Después usaba con
una seguridad increíble, una filosa tijera
que recorría el camino antes marcado
por una tiza blanca, dura y cuadrada.
Prontamente les decía como hilvanar,
después, ya listo el proceso, iban al
fondo del taller donde estaba el probador
para hacer quizás unos retoques antes
de coser.
Era muy querida porque además de
dar clases de costura, trabajaba como
modista, pero de esas modistas finas,
de calidad. No tenía ni logo, ni hacía
propaganda, solamente su forma de
hacer las cosas le procuraba notoriedad.
Todas las chicas del barrio lucían
espléndidas en las fiestas de quince y en
los casamientos con los vestidos hechos
por ella. Los días en que no daba clases
se la veía desde afuera a través de la
ventana del taller, hasta altas horas de
la noche dando energía sin descanso al
pedal de su máquina de coser.
La familia era un orgullo que
enarbolaba a los cuatro vientos, su
preocupación esencial fue siempre el
cuidado de sus padres, especialmente el
de su madre, muy dependiente y solicita
de su ayuda. Casi todo el dinero que
ganaba lo gastaba en los otros, padres,
hermanos, cuñadas y sobrinos. Vivía
para los demás, no sé en qué momento
pensaría en ella, No se casó ni tuvo hijos,
pero hubiera sido una excelente madre
querida por todos. ¿Qué tendría en ese
corazón, tan grande que no le cabía en
el pecho?
Todavía, al cerrar los ojos la veo,
escucho su voz, la pienso y la siento
como si estuviera ahí.
Norma Noseda
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