VE-05 SEPTIEMBRE 2014
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
VALENCIA ESCRIBE<br />
Número 5 – Septiembre <strong>2014</strong>
© Eulalia Rubio<br />
© de los textos: Benjamín Blanch, Lucho Bruce, Javier Carrasco, Matilde<br />
Lledó, Nicolás Jarque, Lidia Castro, Luis A. Molina, David Rubio, Concha<br />
García, Adrián García, Pilar Descalza, Lucía Uozumi, Elena Casero, Malén<br />
Carrillo, Alejandro Ramos, Ricardo Mazzoccone, Faine, Pernando Gaztelu,<br />
Marco A. Torres, Lu Hoyos, Vicente Montemayor, Aldana Gménez, Jorge<br />
Martínez, Asun Ferri, Rafa Sastre, Marisol Santiso, Meryross, Cari Blázquez,<br />
Germán Repetto, Amparo Hoyos, Eva C. Franco, Yolanda Nava, Alberto<br />
Casado, Nicolás Aguilar, José L. Sandin.<br />
Portada: Ekaterina Panikanova http://www.ekaterinapanikanova.com/<br />
Fotografías: Eulalia Rubio http://jardinesrioturia.blogspot.com.es/<br />
Diseño y edición: Rafa Sastre<br />
Colaboraciones: revistave@hotmail.com<br />
Para ver y descargar esta revista en formato pdf (5.52 mb):<br />
http://www.mediafire.com/view/dd3psie7ahivdt7/<strong>VE</strong>-<strong>SEPTIEMBRE</strong>.pdf
Índice<br />
No hay sexto malo (Rafa Sastre) Pág. 1<br />
Pellizco al alma (Benjamín Blanch) Pág. 3<br />
Una palabra (Lucho Bruce) Pág. 5<br />
Inspiración (J. Carrasco) Pág. 7<br />
A imagen y semejanza (Matilde Lledó) Pág. 9<br />
Furtivos (Nicolás Jarque) Pág. 11<br />
Disfraces (Lidia Castro) Pág. 13<br />
Clara (Luis A. Molina) Pág. 15<br />
La danza del chamán (David Rubio) Pág. 19<br />
Instante revelador (Concha García) Pág. 21<br />
Gris (Adrián García) Pág. 23<br />
Ejercicio de imaginación mientras… (Pilar Descalza) Pág. 25<br />
Quiero (Lucía Uozumi) Pág. 27<br />
El día definitivo (Elena Casero) Pág. 29<br />
La atalaya (Malén Carrillo) Pág. 31<br />
Pecado capital (Alejandro Ramos) Pág. 33<br />
Las hermanas (Ricardo Mazzoccone) Pág. 37<br />
Revelaciones (Faine) Pág. 41<br />
Mil millones y cien mil vueltas (Pernando Gaztelu) Pág. 43<br />
M. y el humo de las palabras (Marco A. Torres) Pág. 47<br />
La condena (Lu Hoyos) Pág. 49<br />
Anoche (Vicente Montemayor) Pág. 51<br />
Ecos (Aldana Giménez) Pág. 53<br />
Don Aristeo y Doña Abigail (Jorge Martínez) Pág. 55<br />
La nave espacial (Asun Ferri) Pág. 57<br />
En clave de jazz (Rafa Sastre) Pág. 59<br />
Llantos en el silencio (Marisol Santiso) Pág. 61
Desarraigo (Meryross) Pág. 65<br />
La tumba (Cari Blázquez) Pág. 67<br />
Encuentros en la 5ª fase (Germán Repetto) Pág. 69<br />
Borrando huellas (Amparo Hoyos) Pág. 71<br />
Mi amada Marlene (Eva C. Franco) Pág. 73<br />
Lágrimas verdes (Yolanda Nava) Pág. 75<br />
Llegaron al fin del mundo (Alberto Casado) Pág. 77<br />
El descenso (Nicolás Aguilar) Pág. 81<br />
La celebración (José L. Sandin) Pág. 83
No hay sexto malo<br />
Aunque luzca el número cinco, esta es la sexta revista que<br />
difundimos (acordaos del número “cero” de Marzo, que supuso el inicio<br />
de la extraordinaria aventura de un grupo de amigos aficionados a la<br />
escritura).<br />
Sin desmerecer a nadie, pues a todos os queremos y admiramos,<br />
hemos de felicitarnos por contar con tres nuevos miembros en este club,<br />
al que nos encanta pertenecer porque estamos convencidos de que<br />
nunca nos aceptaría si existiesen condiciones 1 : Yolanda Nava, Javier<br />
Carrasco y Vicente Montemayor (tanto monta, monta tanto).<br />
Y un servidor, que no es de piedra aunque a veces lo parezca o<br />
trate de aparentar, está emocionado y además orgulloso de presentar<br />
en esta entrega un importante número de textos que -bajo su humilde<br />
opinión- rozan la excelencia. Resulta innecesario citar títulos ni firmas, la<br />
gran calidad que atesoran se detecta fácilmente cuando terminas de<br />
saborearlos.<br />
Os animo pues, no solo a disfrutar con cada uno de los poemas y<br />
relatos aquí reunidos, sino a seguir divulgando esta publicación entre<br />
familiares, amigos y conocidos por todos los medios a vuestro alcance.<br />
Los amantes de la literatura os lo agradecerán y ¿se os ocurre un regalo<br />
más barato?<br />
Rafa Sastre<br />
1 "Jamás aceptaría pertenecer a un club que admitiera como miembro a<br />
alguien como yo" (Groucho Marx dixit)<br />
1
Beatriz Martin Vidal http://www.beavidal.com/<br />
2
Pellizco al alma<br />
A Bernat<br />
Apareció la muerte entre los versos,<br />
se escapó de la métrica,<br />
arrogante,<br />
irrumpió con estúpida asonancia<br />
para truncar la gracia de tu voz,<br />
para callar la risa<br />
que a todos con soltura contagiabas.<br />
Tus palabras sinceras y precisas<br />
anotando la vida de diario<br />
reflejaban un holgado corazón<br />
tan alegre como tu semblante.<br />
3
Nos descubriste mundos de película,<br />
sórdida,<br />
nos dejaste confesiones<br />
sin aura de penitencia,<br />
nunca imaginé que fueran<br />
antesala de un adiós.<br />
Mucho más me parecían<br />
testimonio de una búsqueda…<br />
inconclusa, esperanzada.<br />
Ojalá encuentres ahí<br />
lo que aquí se te negó<br />
y te sorprenda liando<br />
un pellizco de tabaco.<br />
Benjamín Blanch (Valencia)<br />
4
Una palabra<br />
Broken Heart - Rebeca Saray http://500px.com/rebecasaray<br />
Como dice la canción..."Una palabra no dice nada y al mismo<br />
tiempo lo dice todo".<br />
Igual que manos que te acarician, igual que manos que te sacuden,<br />
igual que versos siempre certeros, como una bala que da en el blanco.<br />
Entre los aires que dan los vientos, entre suspiros que mueren pronto,<br />
naciendo dentro mismo del plexo, cruzando valles, formando ecos.<br />
Gritando suave, como cantares, brillando fuerte por soleares, salen y<br />
llegan y te golpean, y te acarician y te despiertan, te abofetean para que<br />
nunca te olvides, nunca... que las palabras son como besos. Besos de<br />
madre, de hijos tiernos, como la lengua de aquel cachorro que<br />
rescataste aquel invierno y te recuerda cada mañana que el sol entibia<br />
hasta tus huesos.<br />
Una palabra no dice nada... pero te aleja más de tu infierno.<br />
Lucho Bruce (Mar del Plata – Argentina)<br />
5
Jenya Vyguzov http://jenyaart.tumblr.com/post/70190768822<br />
6
Inspiración<br />
Se ofuscó en el vano intento de buscarle el sentido al<br />
comportamiento de la gente, extrañado por su ilógica manera de actuar.<br />
Quizás por miedo a amar veía como se ocultaban tras las paredes de su<br />
misantropía. Tal era su frío que se refugiaban tras los haces lumínicos de<br />
sus teléfonos móviles, absorbidos por su fulgor; dejándose mecer y<br />
envolver por sus relajantes nanas.<br />
Se paró y miró sus manos desnudas.<br />
-¿Acaso soy yo el loco?- se preguntó.<br />
¿Acaso era el loco y lo cuerdo era desconfiar de los demás? Tal vez<br />
lo lógico era esconderse, romper sus grandes alas y dejar de soñar.<br />
Mas no era esa una opción válida.<br />
Le deslizó las llaves entre las rejas al corazón, cansado de<br />
mantenerlo oculto entre las sombras. Aburrido del hirsuto tacto de la<br />
sociedad.<br />
-Sígueme -le dijo agradecido.<br />
Pasos sin dueño ni destino; alejado de la malsana presión del<br />
tiempo. Aprendió a descifrar el susurro eterno del viento que desvelaba<br />
lo único verdaderamente importante: Vivir. Hacerlo sin equipajes que<br />
con su peso nos lastren en éste nuestro único viaje de ida. Rendirse a la<br />
aparente sencillez, en cuyo interior residen las cosas más importantes.<br />
Aquellas que quedan grabadas a fuego en la memoria.<br />
En su regreso advirtió con tristeza que nada había cambiado. En<br />
todo caso a peor. Buscó refugio a tanto rencor, alejado de personas<br />
convertidas en figuras que ansiaban ser iguales mientras vociferaban ser<br />
únicos. Palabras tan artificiales como sus ilusiones.<br />
Las bocas hablaban de amor pero los ojos desvelaban odio.<br />
Cuando todos volvían a sus hogares, llenos de objetos vacíos, él<br />
nadó a contracorriente en ese mar de murmullos hasta llegar a la tierra<br />
7
firme que le ofrecía una página en blanco. Respiró la libertad que de ella<br />
rezumaba; sintió la paz que le transmitía. Su comprensión. Sin pensar lo<br />
que hacía fue labrando el blanco campo con tinta. Se entregó por<br />
completo hasta que el sueño lo capturó fruto de su extenuación.<br />
Al despertar vio las flores que habían surgido de la nada y comenzó<br />
a pasear distraído por el enorme e indómito jardín. Su propio paraíso.<br />
Allí la caprichosa muerte no tenía cabida; ninguna lágrima había rodado<br />
por la frustración para acabar olvidada al cobijo de los pétalos.<br />
J. Carrasco (Durango, Vizcaya)<br />
8
A imagen y semejanza<br />
Centipede – Nick Kosby http://500px.com/Nick_Kosby<br />
Inevitablemente cada vez que alguien hace mención al tamaño de<br />
mis manos, viene a mi cabeza una y otra vez la misma imagen. La de<br />
aquel despiadado bastardo que fue mi padre.<br />
Desde que tuve conciencia de quien era, no ha habido un solo día<br />
en que no huyera de su memoria, de la odiosa e inevitable comparación.<br />
Todos los actos y decisiones de mi triste vida han ido siempre<br />
encaminados a alejarme de aquella figura. A borrar cualquier vestigio de<br />
su endiablada genética.<br />
Aquel hombre tenía el pelo rubio, yo me teñí de negro. Él era alto,<br />
yo me encorvaba. Sus ojos eran verdes, me puse lentillas. Él fue<br />
abogado, yo un delincuente. Él está muerto, yo sigo vivo.<br />
9
Ese despreciable ser castigó sin piedad el cuerpo extenuado de mi<br />
madre haciéndole parir hijos. Uno tras otro, año tras año. Mandato<br />
divino decía. Hijos sobre los que descargar su látigo de odio, sobre los<br />
que perpetuar su corrompido legado<br />
Yo no quise que mi semilla maldita poblara el mundo. Esa era mi<br />
decisión irrevocable. Mil veces se lo dije a ella.<br />
- Ni un descuido, me oyes. No quiero dejar tras de mí ningún rastro,<br />
ninguna rama más de aquel árbol podrido.<br />
Ella decía que me quería, que entendía mis razones. ¡Maldita zorra!<br />
No le valía con tenerme, con saber que yo la había elegido entre todas<br />
las demás. Buscaba algo de mí, algo que yo jamás quise darle.<br />
¡Mentía! Como todas, como ella. Como aquella otra mujer, mi madre,<br />
que cada noche se iba a la cama con el demonio. Dejándome solo y<br />
asustado en mi cuarto, sin el consuelo de su abrazo. Mientras yo la<br />
llamaba entre sollozos hasta que me vencía el sueño. Abandonado a<br />
aquellas terribles pesadillas que alimentaron esta rabia que ahora me<br />
domina.<br />
Escucho su gemido desde la habitación. Ajeno, ausente. Mi alma<br />
entumecida es inmune a su llanto. El espejo del salón, al pasar, me<br />
devuelve el retrato crispado de unas grandes e implacables manos. Allí<br />
está, ha vuelto. De nuevo la constante imagen odiada.<br />
- Viejo retorcido, otra vez estás ahí. Ya has logrado lo que buscabas.<br />
¿dejarás ahora de atormentarme?<br />
Golpeo con ira el cristal. De mis dedos rotos resbalan rojas lágrimas<br />
de impotencia.<br />
Matilde Lledó (Madrid)<br />
10
Furtivos<br />
Da igual que sea lunes, jueves o fiesta de guardar, desde que<br />
prendió la chispa entre los dos, cada noche lanza un suspiro. Un suspiro<br />
que araña las paredes, se escapa por la ventana y vuela junto a la luna<br />
hasta que se posa en él a centenares de kilómetros. El suspiro, como si<br />
fuese ella, recorre suavemente su cabeza, sopla sus orejas, acaricia su<br />
pecho, le besa en los labios con sabor a miel y se introduce en su ser<br />
para susurrarle que las distancias no son tan grandes. Entonces, él,<br />
después de saborearlo con deleite pecaminoso, le contesta con otro<br />
suspiro ahogado en llanto que vierte entre las nubes. Cuando le llega a<br />
ella, lo acoge con tristeza, le obliga a voltear su mirada húmeda en la<br />
almohada que comparte y se maldice antes de darle la razón.<br />
Nicolás Jarque Alegre (Albuixech, Valencia)<br />
http://escribenicolasjarque.blogspot.com<br />
Sad – Zero0V http://zero0v.deviantart.com/<br />
11
Passions… - Mathias Meyer http://500px.com/Panzerknacker<br />
12
Disfraces<br />
Lo había comprado en el Paseo Alcorta. Cuando se lo mostró a<br />
Gaby, adujo un impulso irrefrenable. Se habían reído a carcajadas<br />
intercambiando imágenes y escenas probables cuando lo usara.<br />
Prometió que iba a contarle todos los pormenores, y que además se lo<br />
prestaría para su próximo encuentro íntimo. Volvió a Chivilcoy con su<br />
bolsita roja enmoñada. Hola, llegué esta tarde; todo bien, ¿Querés cenar<br />
mañana? Ocho y media. Bueno, el postre, esta vez, lo pongo yo.<br />
El día siguiente se hace larguísimo. Una semana en Buenos Aires le<br />
bastó para darse cuenta de que, muy a pesar suyo, lo extraña. Se<br />
conocen desde hace poco. Le gusta por sus pocas palabras, su<br />
sensibilidad.<br />
Carlos llega puntual, como de costumbre, el mejor vino en una<br />
mano y un ramo de fresias en la otra. Ella le dice dame esas cosas que<br />
las pongo en la mesa, quiero un abrazo, ¡te extrañé! Yo también,<br />
contesta él y la encierra contra su cuerpo alargando el beso. La cena<br />
transcurre entre sonrisas cómplices, dedos que se acarician, mucha<br />
comida sin tocar en el plato y la botella, vacía. Voy a poner música y<br />
bailamos ¿querés? No sé bailar, Ani. No importa, yo te llevo. Paz<br />
Martínez acerca sus cuerpos y en un minuto están en el dormitorio, por<br />
primera vez. Ella pide dos para arreglarse y en el baño se pone el<br />
conjunto de corpiño y medias leopardo. Se mira en el espejo. Bien, Ani.<br />
Eso, Ani. Parecés una puta, lo vas a matar.<br />
Cuando vuelve del baño, él está en la cama, sin el pantalón, sin el<br />
suéter, sin la camisa, con unos calzoncillos blancos a lunares rojos,<br />
medias-tres-cuartos marrones y musculosa. Ana queda paralizada. Se<br />
miran. Él se levanta, se viste. Ella lo acompaña a la puerta. Se dan un<br />
beso en la mejilla.<br />
Se va. Para siempre<br />
Lidia Castro Hernando (Mar del Plata – Argentina)<br />
http://escritosdemiuniverso.blogspot.com<br />
13
NOTA DE LA AUTORA: Niños y adultos ponen en juego su capacidad para imaginar,<br />
introducir normas sociales o interpretar otro personaje. El disfraz es un valioso<br />
instrumento para transmitir conocimientos, información y normas; estimula la<br />
interacción y amplía nuevas formas de comunicación; contribuye al desarrollo de la<br />
identidad y de la conciencia moral y favorece el autocontrol y la conciencia<br />
personal (imagen del Yo)<br />
14
Clara<br />
Killy Sparre http://www.sparrek.org/<br />
Clara era muy joven para esa soledad. Allí había llegado con Rodrigo<br />
buscando un nuevo horizonte. Se sentían tan libres. Todo un mundo<br />
alrededor solo para ellos, a él le encantaba ese lugar, ella de a poco se<br />
fue acostumbrando. Había prometido seguirlo adonde fuera, y lo estaba<br />
cumpliendo, aún a costa de haber abandonado sus sueños, amistades,<br />
una carrera universitaria. Lo amaba y eso era lo único que importaba.<br />
Acababa de terminar el secundario y ya soñaba con la facultad;<br />
ansiaba estudiar Derecho. Lo vio y no pudo olvidar su manera de hablar,<br />
su aspecto de aventurero, no era la única que lo admiraba, ya que era el<br />
comentario dentro del grupo de chicas del lugar. Se sintió presa,<br />
ansiando solo estar en sus brazos y ser correspondida.<br />
Él también quedo prendado de su encanto, esa risa cantarina y sobre<br />
todo el celeste de su mirada, la larga cabellera de color castaño claro<br />
que bajaba más allá de sus hombros.<br />
15
Sábado a la noche. El grupo de amigas salió a divertirse, Clara no<br />
imaginó que aquella sería su tan ansiada noche, “él” estaba allí.<br />
Un baile fue el motivo esencial para el encuentro y a partir de allí no<br />
se separaron más. Rodrigo debía partir, ya lo tenía planeado, quería<br />
forjar un futuro en un lugar remoto de la Patagonia, siempre lo había<br />
deseado y a través de la gestión de un tío había conseguido este puesto<br />
de guarda fauna. Le insinuó compartir esta nueva etapa, ella no lo dudó,<br />
y así fue como llegaron a este lugar.<br />
Todo era lúdico al principio, la belleza del entorno, la proximidad de la<br />
montaña, el valle que se extendía ante la vista, cual si fuera una postal.<br />
Un par de kilómetros hacia el sur un lago completaba el panorama.<br />
La pareja vivía feliz, siendo tan compinches sin apartarse casi nunca,<br />
solo cuando él debía hacer su recorrida mensual, eran un par de días en<br />
los cuales recorría el parque a caballo acompañado por un lugareño, era<br />
una larga travesía.<br />
Clara debía quedarse sola. Le costaba hacerlo, sobre todo por las<br />
noches, pero con el tiempo fue dominando el miedo. El vecino más<br />
cercano estaba lejos, cruzando el río, y se veían muy poco, así que<br />
pasaba esos días cuidando sus animales y una huerta que les brindaba el<br />
sustento.<br />
Aprendió a soportar la crudeza del invierno. El hecho de estar tan<br />
cerca de la cordillera lo tornaba más cruel, solían quedar aislados<br />
durante semanas, al volver, el sol dibujaba una sonrisa en el rostro de<br />
Clara<br />
Aquel invierno había sido duro, ya la primavera templaba el<br />
ambiente, la nieve casi había desaparecido, una nueva alegría dominaba<br />
a la pareja; Clara lucía una panza de siete meses, y por las noches<br />
barajaban miles de nombres para el que seguro iba a ser un varón. En<br />
sus pocos ratos libres él había construido una cuna con madera del<br />
lugar. Ella no se sentía muy bien, había bajado de peso, producto de un<br />
estado gripal que la afectó durante el invierno, como no pudo salir por la<br />
intensa nevada debió curarse solo a medias, todavía la tos la agitaba y<br />
debía sentarse a descansar. Algunas veces solo quedaba recostarse<br />
hasta sentirse mejor.<br />
16
Por ser tan orgullosa, de ninguna manera dejaba sus obligaciones a<br />
pesar de los retos de su marido, consideraba que no era nada más que<br />
cansancio.<br />
Rodrigo debió partir a su recorrida como tantas veces, Ella lo despidió<br />
desde la galería. Se quedó mirando hasta que él y su caballo se<br />
perdieron tras la lejana arboleda. Para no sentirse triste se puso a<br />
trabajar de inmediato; Así, pasó la mañana. Pero después de almorzar<br />
comenzó a sentirse mal, sintió palpitaciones y un dolor agudo en su<br />
vientre. Se recostó como siempre, esperando que pasara, pero eso no<br />
ocurrió. Asustada y nerviosa decidió salir a buscar ayuda. Caminó por el<br />
bosque varias horas, el dolor cada vez era más fuerte, se sentía ahogada;<br />
pero aún así no claudicó.<br />
Ya era noche cuando tras vadear el río, vio la casa de sus vecinos, las<br />
fuerzas la abandonaban, las contracciones eran cada vez más intensas,<br />
ya casi no podía caminar.<br />
Comenzó a gritar pidiendo ayuda, por suerte desde la casa la<br />
escucharon gracias al silencio de la noche. El matrimonio y su hijo<br />
salieron presurosos linterna en mano hacia donde se encontraba. Ya no<br />
caminaba, había roto bolsa y el líquido amniótico cubría sus piernas. Se<br />
había dejado caer junto a un árbol. Casi no podía respirar. Las<br />
contracciones eran constantes. Un fuerte dolor en el pecho le quitaba la<br />
respiración. Al llegar la encontraron sentada en el suelo tomándose el<br />
pecho, muy agitada, los ojos muy abiertos, y también asustada.<br />
La mujer se abocó de inmediato a ayudar a nacer a la criatura, el<br />
hombre trató de ayudar a Clara, que con cada contracción apretaba más<br />
fuerte el brazo del hombre. El bebé ya estaba en las manos de la mujer,<br />
y Clara ya sin fuerzas quedó quieta.<br />
Un llanto se dejo oír en la noche, anunciando una nueva vida. Clara no<br />
lo escuchó.<br />
Luis Alberto Molina (Rosario, Argentina)<br />
http://www.luismolin.blogspot.com.es/<br />
17
Chamán – Chamakoso http://chamakoso.deviantart.com/<br />
18
La danza del chamán<br />
Su rito precisaba de mí, del alma atormentada de tu madre, y aquí<br />
estoy. Todo está preparado y ya resuena el ritmo hipnótico del tantán<br />
por toda la cueva. El chamán comienza a bailar alrededor del altar sobre<br />
el que yace el pútrido cuerpo. Su voz invoca, canta y grita; su espíritu<br />
abandona esta existencia en busca de lo que es nuestro.<br />
Me siento en el suelo, con las piernas encogidas, mientras observo<br />
la sombra de su danza macabra sobre las paredes escarpadas. Saco tu<br />
foto, aquella que te hice el día de tu graduación.<br />
Mi niña, papá me decía: “Tenemos que asumirlo y confiar en que la<br />
policía lo atrape”. Fui paciente. Llevé mi luto por ti con resignación y<br />
esperé a que la justicia me ofreciera la ocasión de mirar a tu asesino a<br />
los ojos, y escupirle a la cara; anhelé el momento en el que oyera de sus<br />
labios pedir clemencia antes de que se pudriera en la cárcel el resto de<br />
su vida.<br />
Y ni eso se nos concedió.<br />
No pude ni ofrecerte su justa condena. En su desenfrenada huida<br />
cuando iba a ser arrestado, su coche se estrelló contra un muro. Murió<br />
rápido, sin castigo, sin dolor.<br />
Una niebla fantasmal se forma sobre el altar, envolviendo al<br />
cuerpo. Ese bendito chamán lo va a conseguir. No puedo imaginar qué<br />
lucha estará librando para recuperar lo que la muerte se llevó sin<br />
derecho.<br />
¡Mi ángel te he fallado tanto! Con su muerte me dijeron que todo<br />
había terminado, que debía rehacer mi vida. Tuve que escuchar las<br />
palabras vacías de psicólogos y hasta de sacerdotes. Para ellos era fácil<br />
pedirme que mirara hacia delante. No habían sentido tus primeros<br />
latidos, no habían visto tu preciosa carita recién salida de mis entrañas.<br />
No podían comprender que no hay consuelo para la muerte de una hija,<br />
ni perdón para su asesino.<br />
19
Tenía que volver a escuchar tu voz, poder decirte por última vez<br />
cuanto te quería. Por eso te busqué entre videntes y espiritistas. Hasta<br />
dar con este ser que ahora bracea y salta, provocando una vorágine en<br />
sus plumas y los amuletos que cuelgan de su toga.<br />
Él sintió mi ira y la infamia que sufriste. Me dijo que no solo podría<br />
contactar contigo si no que era capaz de traerte de vuelta.<br />
Pero necesitaba tu cuerpo.<br />
El golpeteo del tantán es cada vez más rápido, hasta llegar a un<br />
rebato enloquecido. El chamán clama al cielo con los brazos levantados y<br />
la niebla penetra en el cadáver que, en ese instante, comienza a<br />
convulsionar.<br />
Es ahora que lo veo cuando siento desgarrarse mis tripas, como si<br />
una plaga de carcoma se abriera paso a través de mis intestinos. ¡Mi<br />
niña! ¡No será suficiente la eternidad para que puedas perdonarme!<br />
Cuando vi tu cuerpo violado, torturado, vejado, decidí entregárselo al<br />
fuego. Quise borrar así la villanía que sufriste y ofrecerte el mar como<br />
sepultura. ¡Cómo podía imaginar que yo, tu propia madre, te confinaba<br />
sin remedio a la muerte!<br />
El tantán cesa y el chamán se desmaya. Sus acólitos lo recogen y<br />
marchan en silencio. El rito ha terminado. El muerto vuelve a respirar.<br />
Recojo mi mochila y me acercó al altar. Saco unas cuerdas y amarro<br />
bien fuerte sus brazos y piernas. Me quedo a su lado, esperando que<br />
despierte.<br />
Mi vida, no podía recuperar tu cuerpo. Pero el de él, sí.<br />
No sé cómo empezaré. Lo sabré cuando abra sus ojos de asesino.<br />
Sé del precio que pagaré por habérselo arrebatado a la muerte. Pero es<br />
lo único que ya me queda por hacer. Y es lo justo. Porque, aunque no<br />
dudo de los tormentos del Infierno, su castigo, la lenta tortura que<br />
sufrirá, me pertenece.<br />
David Rubio (Sant Adrià de Besòs, Barcelona)<br />
http://elreinorobado.blogspot.com.es/<br />
20
Instante revelador<br />
After the Apocalypse – VampireDarlla http://vampiredarlla.deviantart.com/<br />
La lluvia de fuego que lentamente devoraba la ciudad era la prueba<br />
inequívoca de que había llegado. Todo se iba consumiendo en un<br />
crepitar salvaje de llamas, lágrimas y alaridos. Hasta que no quedó nada,<br />
sólo cenizas. Entonces mi risa perversa tronando en aquel vacío me<br />
pareció de lo más estúpida.<br />
Concha García Ros (Cartagena, Murcia)<br />
http://nosvemosenkairos.blogspot.com.es/<br />
21
Ilustración de Adrián García Raga<br />
22
Gris<br />
Gris es curioso color<br />
Donde se entremezclan<br />
Dos realidades opuestas<br />
Es como me siento hoy<br />
El rey de la hipocresía<br />
Que viste de traje y chaqueta<br />
Con su maletín y corbata<br />
Pero siente que eso lo detesta<br />
Gris es el siervo del miedo<br />
Ese que veta el saber escoger<br />
Si tener los pies en la tierra<br />
O que tus manos toquen el cielo<br />
La dualidad de la persona<br />
Sumida en pegajosas tinieblas<br />
Capaz de albergar en el corazón<br />
Esperanzas, ilusión y sueños<br />
Gris es la melancólica sábana<br />
Que cubre nuestras cabezas<br />
Cuando el sol se difuminó<br />
En trazados de carboncillo<br />
Adrián García Raga (Valencia)<br />
http://unaestrellaenelcosmos.blogspot.com.es/<br />
23
Let’s dance – Sesshin http://sesshin.deviantart.com/<br />
24
Ejercicio de imaginación<br />
mientras escuchas swing<br />
Hagamos un juego. Yo te pongo la música y te describo la situación<br />
y tú disfrutas imaginándote la historia ¿Te atreves?<br />
La música es: Swing, Swing, Swing de Glen Miller<br />
(https://www.youtube.com/watch?v=IivA-6wB_08)<br />
La situación, ésta:<br />
Estamos a principios del siglo XX, años 20, en New York.<br />
Imagina que eres un hombre, atractivo, elegante y seductor. Esa<br />
noche te apetece escuchar buena música y disfrutar de compañía<br />
agradable.<br />
Te encuentras en un night-club. Estás sentado en tu mesa y una<br />
camarera muy sexy se acerca y, guiñándote un ojo, te sirve una copa.<br />
No sabes qué es pero al acercarte el vaso a la nariz y oler su<br />
contenido intuyes que debe ser Whisky.<br />
En el local se sirve alcohol de forma clandestina. Estamos en la<br />
época en que estaba en vigor la llamada "ley seca", cuando se prohibía la<br />
comercialización pero no el consumo de bebidas alcohólicas.<br />
En el escenario hay una big band tocando y la música te hace, sin<br />
querer, mover los pies a su ritmo.<br />
Giras la cabeza a un lado y te das cuenta que en una mesa cercana<br />
hay una rubia despampanante que no te quita ojo, pero a ti quien te<br />
preocupa es el tío, con aspecto de gánster armado hasta los dientes, que<br />
le acompaña.<br />
Dejas de mirar a la chica, por si acaso, no quieres problemas y<br />
sigues disfrutando de la música.<br />
Desde el escenario se acerca una mujer marcando el ritmo con sus<br />
andares. Es morena y lleva un vestido que deja poco lugar a la<br />
imaginación. Cuando llega a tu mesa se inclina enseñándote su<br />
25
pronunciado escote y te dice con voz insinuante si quieres bailar con<br />
ella. No parece que le acompañe nadie.<br />
Miras la zona de baile y ves que hay más gente bailando, por lo que<br />
te animas y cogiéndola de la mano te dejas llevar por ella hasta el centro<br />
de la pista.<br />
La orquesta comienza a tocar una nueva pieza. Swing, mucho<br />
Swing. Cuerpos moviéndose al ritmo de la música insinuante La<br />
trompeta toma protagonismo para después cederlo a la batería. Cada<br />
músico sabe por dónde tiene que tirar para que todo fluya y tú no<br />
puedas resistirte a moverte a su son.<br />
Tu acompañante se desliza por la pista como pez en el agua y<br />
disfrutas con el contoneo de sus caderas.<br />
Alguien te dijo una vez que quien sabe bailar se sabe mover bien<br />
entre las sábanas y esa chica lleva la música en todo su cuerpo. No vas a<br />
dejar pasar la oportunidad, en cuanto acabe el baile le pedirás que acabe<br />
la velada contigo.<br />
A partir de aquí sigues tú. Decide cómo quieres acabar la noche.<br />
Pilar Descalza (Valencia)<br />
http://micuartosecret.blogspot.com.es/<br />
26
Quiero<br />
Lovers – Reginanegra http://reginanegra.deviantart.com/<br />
Quiero recorrer tu geografía,<br />
extasiarme en tus valles,<br />
en las curvas de tu piel,<br />
en los secretos de tu cuerpo<br />
y en la inmensidad de tu mirada.<br />
Deseo ser la sangre de tus venas,<br />
estar en cada átomo, en cada célula.<br />
Fundirme de amor, poco a poco y lentamente,<br />
el cielo alcanzar y en esa nube anidar.<br />
Lucía Uozumi (Miyazaki, Japón)<br />
http://www.mishumildesopiniones.com/<br />
http://luciauozumi.com/<br />
27
Somewhere after something - Laurent Bartkowski<br />
http://500px.com/LaurentBartkowski<br />
28
El día definitivo<br />
El reloj del Ayuntamiento dio las seis de la mañana. Las<br />
campanadas sonaron tenues al rebotar contra la niebla que cubría la<br />
torre y se apagaron despacio como si temieran despertar a la gente.<br />
Comenzaba a amanecer. La luz de las farolas sobre el asfalto<br />
diseñaba una mancha difusa de color ocre y caía desmayada sobre la<br />
niebla. Y hacía mucho frío.<br />
Las calles estaban desiertas. Los domingos de invierno nadie sale a<br />
esas horas, sólo los suicidas, como señala la tradición, o algunos locos<br />
que se dedican a correr, en bicicleta o a pie, envueltos en su propio<br />
aliento helado.<br />
El suicida se dirigía a pie hacia el puente. Mientras caminaba se<br />
topó con uno de esos corredores que madrugan más que el alba, pero<br />
que apenas le vio. Los corredores sólo observan la lejanía del camino<br />
que aún les queda por recorrer mientras atienden a las síncopas de su<br />
cuerpo.<br />
El suicida no pensaba en el camino que le quedaba por delante<br />
hasta llegar al puente porque para él sólo existía un camino de ida, pero<br />
no de vuelta. En realidad no pensaba en nada para no echarse atrás<br />
como las veces anteriores. Iba encogido dentro de su abrigo, tiritando.<br />
De haberle preguntado no hubiera podido definir dónde acababa el frío<br />
y comenzaba el miedo. Ambas sensaciones se confundían y alimentaban<br />
una a otra en su cuerpo y en su mente. Se decía a sí mismo que de hoy<br />
no pasaba. Este era su último y definitivo intento de suicidio.<br />
La muerte le esperaba tranquilamente sentada sobre el pretil como<br />
un cuervo negro, aunque él no la vio.<br />
El suicida se asomó al río. Venía preñado de agua marrón de las<br />
lluvias de los últimos días. Sintió un escalofrío por su espalda. La muerte<br />
le había rozado con su guadaña.<br />
Estuvo un buen rato observando la dirección de las aguas, los<br />
remolinos que la corriente creaba en la superficie, las pozas que se<br />
29
formaban en las orillas mientras pensaba hacia dónde se dirigiría su<br />
cuerpo después de.<br />
Un coche atravesó el puente con cierto estruendo. El suicida giró la<br />
cabeza. Miró por última vez el perfil de la ciudad, casi absorbido por la<br />
niebla, el puente y entonces, la vio.<br />
Era una mujer de melena rojiza que en ese mismo instante se<br />
estaba encaramando sobre el pretil del puente.<br />
El suicida se quedó sorprendido (y la muerte también) porque no<br />
esperaba ver a nadie en el puente y menos aún a una mujer, y mucho<br />
menos a una mujer que intentara hacer lo mismo que él pretendía. En<br />
un minuto que duró una eternidad la observó con incredulidad mientras<br />
ella se ponía de pie sobre el pretil, alzaba los brazos hacia los costados e<br />
inclinaba la cabeza hacia atrás. Como en un crucifijo. Con la perfección<br />
que un gimnasta realiza un cristo.<br />
Y entonces, un acto reflejo le impulsó a cruzar corriendo hacia el<br />
otro lado del puente. ¡Qué hace, gritó, qué hace, baje de ahí. ¿No ve que<br />
se va a matar?<br />
Elena Casero (Valencia)<br />
http://elenacasero.blogspot.com.es/<br />
30
La atalaya<br />
Au revoir – Franck Barlet http://500px.com/FranckBarlet<br />
Hasta allí te encaramabas para descubrir toda la vida que pasaba a<br />
tu alrededor. La barra era un otero elevado, de mármol frío y habías de<br />
escalar el taburete para llegar hasta ella. En la altura aprendías más que<br />
en la escuela. Una pareja discutía por nimiedades domésticas mientras<br />
tomaba café. Más allá un poeta maldito -o eso imaginabas por su<br />
aspecto- escribía en una hoja sus últimos versos mientras apuraba una<br />
copita de aguardiente. Los integrantes de un grupo de compañeros<br />
comentaban las anécdotas del trabajo haciendo chistes, a la vez que<br />
tomaban unas cervezas acompañadas de las tapas que les iba sirviendo<br />
Mariano. Él era indiscutiblemente el alma del local, ya que con su<br />
poderosa voz y sus ademanes imponía orden en un lugar donde las<br />
conversaciones de los clientes y la música de la máquina de discos se<br />
31
adueñaban del espacio, a veces caótico. Apenas tenías diez años y tu<br />
madre estaba en la cocina, preparando los bocadillos y las tapas que<br />
Mariano iba demandando. Tú debías hacer los deberes del colegio, pero<br />
no te podías sustraer al ambiente que allí se respiraba, tan distinto del<br />
orden disciplinario del que regresabas cada día al acabar la jornada<br />
escolar. Querías ser como él, y tener algún día un bar exactamente igual<br />
a ese. Lo admirabas en secreto, aunque no te dieras cuenta a tu corta<br />
edad. Apoyado en un rincón de la barra, con los cuadernos y libros<br />
apilados al lado, eras invisible a los ojos de los demás. También llevaban<br />
sus libros un grupo de estudiantes que hablaba acaloradamente tras sus<br />
vinos en el otro extremo de ella. Venían cada tarde, al acabar sus clases.<br />
Te sabías sus nombres y, a pesar de que en ocasiones hablaran muy<br />
bajito, ellos siempre te saludaban y te revolvían los cabellos diciéndote<br />
que estudiaras mucho, que en tus manos estaba la construcción de la<br />
otra España. Imaginabas que conspiraban, aunque de eso no entendías<br />
mucho. “¿Y qué haremos con esta cuándo construyamos la otra?”<br />
pensabas mientras mordías la punta del lápiz y apretabas bien la lengua<br />
contra los dientes para que te salieran las letras perfectas, como le<br />
gustaba al hermano Francisco, el maestro de lenguaje. De Españas<br />
apenas entendías. A veces, y aunque llevaras mucho cuidado, el<br />
hermano se enfadaba contigo porque la plana de la tarea se había<br />
humedecido un poco y las palabras aparecían borrosas. Tú no le<br />
explicabas donde la habías hecho, ya te guardarías muy mucho. Como te<br />
guardabas de comentar lo que escuchabas al vuelo. Seguías en eso las<br />
sensatas directrices de tu madre: “ver, oír y callar, porque a ti nadie te<br />
ha dado vela en este entierro”. Otros días el negocio no estaba tan<br />
animado; en esas ocasiones, tu madre acababa pronto la faena y volvíais<br />
antes a casa. Por el camino le contabas qué habías aprendido en el cole<br />
y le hablabas de tus cosas, de tu pequeño mundo, ese que cada día<br />
ampliaba su horizonte desde la atalaya donde gustabas de encaramarte.<br />
Malén Carrillo, “Maga” (Sóller, Mallorca)<br />
http://enredadaenlaspalabras.blogspot.com.es<br />
32
Pecado capital<br />
“Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza<br />
humana está principalmente inclinada” (Tomás de Aquino)<br />
Querida mía:<br />
Arek Olek https://www.flickr.com/photos/arekolek/<br />
Debo explicarle que en mí desata más que demonios, el mal me rodea,<br />
me acecha, me corroe y me deja el alma como herida abierta al contacto<br />
con las llamas del infierno.<br />
Advierto en sus ojos el brillo del oro, y una avaricia del tamaño del<br />
mundo me quema desde dentro, quiero poseer la riqueza de su atisbar y<br />
dentro de mí sé que no voy a descansar hasta alcanzarle. Veo de reojo su<br />
pupila y ésta me sonríe, me seduce, me incita a robar, debo llevarme al<br />
menos una mirada, un suspiro, un costalito de monedas de oro que abrir y<br />
olfatear al no contar con su presencia. Porque así somos quienes hemos<br />
vivido en la pobreza, siempre queremos tener un mínimo para después,<br />
algo en que caer cuando el mundo se desmorona, cuando el hambre no<br />
33
permite otra escapatoria más que robar del bolsillo ajeno un par de<br />
pesetas.<br />
La contemplo dirigirse con rumbo a otros cielos que no son los míos,<br />
embarcarse en mares desconocidos, transitando entre tormentas y<br />
desiertos, la descubro orando a otros Dioses, cantando a otra luna y<br />
despabilarse bajo el brillo de refulgentes estrellas, constelaciones para mí<br />
desconocidas. Me carcome la envidia, quisiera tener uno y mil ojos,<br />
divisarla desde todos los puntos de la cúpula celeste, desde la perspectiva<br />
de todos los seres. Seguir observando hasta que no pueda más, hasta que<br />
le quiera menos, pero no pasa, nunca compárese ese olvido tan esperado,<br />
la barcaza no se divisa remotamente de la isla en la que he naufragado.<br />
Vas y vienes, llegas, te quedas un rato, y luego caminas sin mirar atrás.<br />
Pero se estanca tu aroma, siempre es tu aroma el que desata todo, el que<br />
comienza el despojo de mis prendas. Hueles a humana, a mujer entera, a<br />
fruta madura, a sudor de primavera, a libro viejo, a rosal y espinas.<br />
¿Cómo resistirme a ello? ¿Cómo pelear contra el hambre que tengo por<br />
tus labios? Si como pan salido del horno y colocado en la ventana, me<br />
invita a tu casa, a tu templo, a tu piel; y me desplomo rendido ante vos,<br />
arrodillado a media plegaria por beber de tu fuente y que me otorgues de<br />
nuevo la vida eterna. Me derrito en tus labios, entro por tu boca, sacio tu<br />
sed y la mía. Muchos piensan que la gula y la lujuria son dos, pero<br />
eternamente ha sido una, ésta hambre siempre se acrecienta cuando<br />
pruebo tu paraíso.<br />
Sé que el problema con vos va más allá de la magia y la fantasía, la<br />
ciencia también es incluida, esto es de gravedad pues cada que lanzo un<br />
pensamiento al cielo cae hacía ti, brota de mi piel el géiser del deseo, corre<br />
por mi frente una gota de tu miel, salada y dulce, un sudor amargo de<br />
lujuria y desenfreno.<br />
Vampiresa insaciable, bebes de mi cuello y no solo te llevas mi sangre o<br />
mi cordura, también mi alma entera a besos; latigazos del señor feudal en<br />
que se ha convertido tu palpitar en sincronía con el mío. Y sorbo sin saciar<br />
la sed, como sin saciar el hambre, pero cuando no te ingiero desfallezco<br />
lentamente de inanición, bien adentrado en estos poemas nocturnos<br />
durante mi desvelo.<br />
34
Primero te pienso, luego te tiento y ardo. ¿Cómo parar el tren?<br />
¿Cómo enseñar al niño a caminar cuando él creía correr y volar?<br />
Me poseen ganas de partir pero no puedo, me siento sujeto a todo lo que<br />
tu semblante de libertad representa, a lo que tu piel al roce con las<br />
estrellas ha dejado en mí; ése es mi horizonte, donde tú, mi cielo y mi<br />
despertar se unen en un anhelo divino, en un beso o en dos, en una caricia,<br />
o en más, amor.<br />
Me enfada que no pueda marcharme, quiero ser un pez fuera del agua,<br />
correr y saltar en la playa; y no lo logro. Me aqueja la impotencia, la ira, el<br />
enojo. ¿Por qué atar mis labios a ti? ¿Cuándo fue que sucedió? ¿Eres acaso<br />
una adicción?<br />
Al pasar los momentos me invaden, como Alemania con Polonia sin<br />
oponer un poco de resistencia, un par de recuerdos; algunos “te quiero”,<br />
otros susurros de un “mi amor” y abrazos tan cálidos que los celaría el<br />
mismo sol de verano.<br />
Y me siento querido, me siento deseado, mi frente se eleva al cielo y los<br />
astros son míos, los meteoros canturrean mi nombre y apellido. Las aves<br />
silban para mí y yo olvido corearlas, no merecen el desgaste de mi voz, soy<br />
soberbio y extravío la humildad más que las llaves del auto.<br />
Todo eso con un par de palabras que apenas y se asemejan, sin llegar a<br />
un “te amo”, limitadas por una asíntota transversal que araña mi cuello al<br />
desear la mortalidad de mi supuesto amor eterno, vanagloriarme de las<br />
victorias en otras guerras.<br />
Todo esto te diría amor mío: que soy un simple humano, un sumiso<br />
demonio, un montón de pecados secos, defectos insuficientes y virtudes<br />
sobrevaloradas. Soy todo lo que una vez quise ser y a lo que siempre temí,<br />
pero esta carta no llegará a ti, pues ni si quiera la he redactado, el más<br />
fuerte de los pecados capitales me impide ir a encontrarte, escribirte o<br />
desearte, mi amor es eterno, pero más grande que el tiempo sólo existe la<br />
pereza.<br />
Manuel Alejandro Ramos Ayala (Naica, México)<br />
http://chatomusik.blogspot.mx<br />
35
Terror – Jesús Borja http://500px.com/jeborjam<br />
36
Las hermanas<br />
-¡Yo los vi, no miento, estaban cubiertos de sangre, muertos!- el<br />
grito retumbó en la sala.<br />
Los médicos se quedaron en silencio para luego retirarse a<br />
deliberar en un cuarto contiguo.<br />
La decisión no tardaría en llegar: la joven estaba desquiciada y<br />
quedaría internada en el Instituto de por vida.<br />
Volvieron al salón principal, pidieron retirar a la joven que fue<br />
llevada a su cuarto blanco, para poder comunicar la decisión a sus<br />
padres.<br />
Desgarrador fue el llanto y los gritos de ambos. Luego de un rato,<br />
cuando pudieron calmarse, firmaron los papeles y se retiraron del lugar<br />
con las cabezas gachas evidenciando un terrible dolor.<br />
Atravesaron el parque lentamente, abrazados. Una vez traspasados<br />
los umbrales del Instituto, comenzaron a sonreír de forma macabra,<br />
inexplicable, parecían felices...<br />
Un poco de historia.<br />
Era un pequeño pueblo, antiguo, donde el tiempo parecía no<br />
transcurrir y cuya población no superaba los trescientos habitantes. La<br />
Iglesia, la Municipalidad, la plaza y el caserío.<br />
Y en la casa más alejada, vivía la familia González, padre y madre<br />
con hermanas mellizas<br />
El padre, agricultor, tenía cinco hectáreas de tierra en las cuales<br />
cultivaba distintas clases de hortalizas y verduras. La última cosecha<br />
había sido muy buena, el clima había ayudado. Este invierno la bonanza<br />
reinaría.<br />
La madre se dedicaba a las tareas domésticas, a los animales de<br />
granja y al cuidado de sus dos hijas, Florencia y Penélope.<br />
37
Las hermanas eran muy distintas entre sí; Penélope era sombría,<br />
fría y de apariencia poco agraciada por un horrible accidente siendo un<br />
bebé; nadie sabe cómo se cayó de la cuna una noche golpeándose muy<br />
fuerte, lo que le provocó un corte profundo en la frente. La cosieron<br />
pero le quedó una cicatriz muy grande. Además le había generado un<br />
problema en la columna que la obligaba a encorvarse. Florencia en<br />
cambio, era una de extraordinaria belleza, sencilla, cálida, ingenua. No<br />
jugaban juntas, pues a Penélope no le gustaba hacerlo.<br />
Cada cual en sus asuntos y así transcurría la vida.<br />
Una noche, Florencia se fue a dormir más temprano que de<br />
costumbre. Se despertó al rato muy angustiada a raíz de un sueño<br />
perturbador.<br />
Soñó con su abuelo muerto que lo veía bajar de su vieja camioneta;<br />
lucía radiante. Todo era muy real, estaba feliz. Hasta que en un<br />
momento bajó la vista, la volvió a subir para verlo caminando sin cabeza<br />
y sangrando a raudales. Se despertó angustiada, el amanecer la<br />
encontró despierta.<br />
Durante las próximas noches los sueños de terror se sucedieron<br />
hostigándola sin piedad. Perturbada, se volvió sombría, muy retraída.<br />
Penélope notó el cambio en su hermana; lo gozó. Los padres<br />
también lo percibieron. Intentaron hablar con Florencia pero ésta no<br />
quería hacerlo.<br />
Su hermana comenzó a burlarse y a torturarla con frases como: “Te<br />
vas a morir, tonta” u, “otra noche sin dormir”. Su maldad daba<br />
escalofríos.<br />
Florencia se recluía en su interior cada vez más, al punto que no<br />
comía, no dormía, no hablaba.<br />
Su hermana estaba totalmente feliz de ver a su hermana en ese<br />
estado.<br />
Hasta que una noche ocurrió algo totalmente inesperado.<br />
38
Penélope se encontraba durmiendo plácidamente hasta que sintió<br />
unos gritos que le congelaron la sangre. Salió corriendo hacia el cuarto<br />
de sus padres pues aparentemente provenían de allí.<br />
Entró. El espectáculo era dantesco; vio a sus padres retorcidos en<br />
la cama, muertos, cubiertos de sangre y a Florencia, inmóvil, mirando sin<br />
ver, con un cuchillo enorme entre sus manos.<br />
Salió corriendo de allí. Llegó a la puerta de la casa pero estaba<br />
atravesada por un gran madero que no pudo mover. Escuchó pasos y se<br />
escondió bajo la escalera, cada vez más cerca. Cerró los ojos. Al abrirlos<br />
el grito proferido desgarró los velos de la tétrica noche; vio a su padre,<br />
parado delante de ella, ensangrentado y con los ojos en blanco. A su<br />
lado, la madre. Los gritos de terror de Penélope no tenían fin. Y de la<br />
nada apareció su hermana, limpia, con su vestido blanco inmaculado.<br />
No pudo con tanto terror y se desmayó golpeándose la cabeza en<br />
la caída.<br />
Despertó en una cama del Hospital del pueblo. Estaban todos.<br />
Según estos, Penélope se despertó aterrada por un sueño en el<br />
cual los padres habían sido asesinados por Florencia para luego verlos<br />
vivos. Quisieron calmarla más esta zafó de los brazos del padre, se cayó y<br />
se golpeó la cabeza.<br />
Al enterarse Penélope de la versión, no cesó de repetir que era una<br />
mentira, que ella decía la verdad, que querían deshacerse de ella…<br />
…Y la felicidad fue completa cuando se encontraron los padres con<br />
Florencia.<br />
-¡Lo hicimos, nos libramos de ella!<br />
Pasaron cinco años. El Director del Instituto al ver la buena<br />
conducta demostrada por la joven, le otorgó algunos permisos como<br />
salir al parque una hora al día para caminar.<br />
Estaba contenta. Transcurrieron dos años y su conducta era<br />
intachable.<br />
39
El Director permitió entonces la caminata por el pueblo,<br />
acompañada por una enfermera.<br />
Para Penélope, volver a caminar luego de siete años, por las calles<br />
del pueblo donde había crecido, le provocó una gran alegría y<br />
fascinación. Todos los días a las tres de la tarde en punto ganaba la calle.<br />
Era otra tarde, tranquila como todas hasta que se cruzó con sus<br />
padres y hermana, cerca del río.<br />
El momento fue muy tenso y estremecedor. Se quedaron inmóviles<br />
y no dejaron de observarse fríamente a los ojos.<br />
Fue entonces que la joven sacó un cuchillo de entre sus ropas y se<br />
lo clavó en el pecho a su hermana. Luego mató a la enfermera con otra<br />
certera cuchillada.<br />
Fue entonces que el padre y la madre arrastraron los cuerpos de<br />
las mujeres muertas hasta el borde del río y allí las dejaron para que la<br />
corriente los llevase.<br />
Mientras tanto, la joven observaba todo, sonriente y con las manos<br />
cubiertas de sangre.<br />
Los padres se le acercaron.<br />
-¿Seguimos caminando?<br />
-Si Florencia -respondieron ambos.<br />
Y se perdieron en el bosque para disfrutar de aquella magnifica<br />
tarde.<br />
Ricardo Mazzoccone (Buenos Aires, Argentina)<br />
http://ricardomazzoccone.blogspot.com<br />
40
Revelaciones<br />
Port after Stormy Seas, 19<strong>05</strong> – Evelyn De Morgan (1855-1919)<br />
Son tantas las palabras que hay en una palabra.<br />
Y recorren y descorren las pestañas de los ojos,<br />
El huracán balsámico que hamaquea las miradas.<br />
Espiro hipados sollozos que el día acalambran<br />
Retorcida sobre mis aguas, aturdida y sin palabras.<br />
Como una rama estéril de alientos<br />
Que prende a fuego de entraña<br />
Elevo plegarias sin fruto, rocío simientes aladas.<br />
41
Calada de flores y espinos espero certera mi sitio<br />
Brozada de lenguas que esfuman sus lágrimas<br />
Y lloro y me arrollo, como un océano bragado en pujanza.<br />
A través de esta ola que ventosa me atrapa<br />
La saliva me liba las esquirlas del alma.<br />
Qué de cabellos protegen mi lástima, ninguno,<br />
Excepto el mío, se enreda en su librea de plata.<br />
El sentimiento condolido es una curva celada<br />
Un ausente vacío inducido, versos de pasos contiguos,<br />
Presentes nostalgias, lazos que el tiempo derrama<br />
Ligados de invisible tacto garbado de roces<br />
Desperfectos de un gemido en mejilla paleada.<br />
Remecida por el frío, el enemigo se muele con su bífida escarcha.<br />
No me aconsejes soplo vagido que avientas mi calma<br />
Porque me mentiría si te hablara en la brisa callada;<br />
Norte es norte, cardenal punto en cardinal sustancia,<br />
Ebrios lomos de nube donde la lumbre se lava,<br />
Vientos que amo más que las ubres del alba.<br />
Recuerdo creerme bosque, luna verde, montaña sagrada.<br />
Siempre me gustó imaginarme incierta<br />
Sobre un papel indefinible de pluma y lengua,<br />
Con un guiño cano de tinta vieja<br />
Y un remar de vía láctea.<br />
Faine (Silla, Valencia)<br />
http://fadaluna-faine.blogspot.com.es/<br />
42
Mil millones y cien mil vueltas<br />
Y para cuando se fue a acostar, el mundo ya había dado mil<br />
millones cien mil vueltas. No tenía tiempo para pararse a pensar. El<br />
trabajo, los amigos, el coche, la moto, los niños, Andrea, los niños, el<br />
trabajo, los amigos, el coche y el trabajo. Mil millones y cien mil vueltas<br />
había dado el mundo para cuando se fue a acostar sobre una cama que<br />
olía bien, demasiado bien y él olía mal, demasiado mal. Olía a trabajo, a<br />
los amigos, a cerveza y a sudor y a cansancio, a trabajo del duro y a<br />
olvido.<br />
Velvet – Quop http://500px.com/quop<br />
Olvidó lo bien que olían las sábanas y pensó en el tiempo que hacía<br />
que se no ponía a pensar en las malditas sábanas que olían tan bien y<br />
43
por qué olerían tan bien las sábanas, sí. «¿Qué que hago con la luz<br />
encendida?» Apareció la nube del trabajo y el coche, la moto y los<br />
amigos, los niños llorando y gritando y el jefe y el sudor asqueroso y el<br />
mundo dando mil millones de vueltas y cien mil vueltas más y Daniel que<br />
no recordaba ese olor pero que sí lo recordaba de algún lado y no estaba<br />
nunca en casa y no aguantaba a los niños y no se aguantaba ni él. Y el<br />
coche dando guerra, con averías, con mil historias y la moto con la rueda<br />
pinchada, y el taller cada día más caro y la gasolina y las cuestas y las<br />
ruedas y las averías y las ruedas y la bendita moto y el trabajo y las<br />
cuestas y llegar tarde y, ¿por qué olían tan bien las sábanas?<br />
Daniel cerró los ojos y antes de que Andrea pudiera llegar a la cama<br />
dio mil millones de vueltas, cien mil vueltas. No podía dormir y no eran<br />
los seis o siete o mil vasitos de asqueroso café de máquina, no eran los<br />
cien mil reproches de su jefe o los mil millones de muecas de Andrea, la<br />
pobre Andrea cansada de todo, cansada y pobre y Andrea y el trabajo y<br />
los niños y sus amigas. La cama y olía bien y Andrea y la moto y el<br />
trabajo y mil millones cien mil peleas por tonterías y tendría que<br />
regalarle flores un día de estos y la pobre Andrea y qué bien olían las<br />
sábanas.<br />
Ya eran las mil y todavía dando vueltas, pensó Daniel, mientras<br />
metía la nariz bien adentro de su almohada y parecía la misma pero algo<br />
olía muy bien cerca y no era su almohada y levantó el brazo y apareció la<br />
oficina, las horas muertas, el jefe con cara de perro y ese olor a<br />
cansancio, a vida perra, a pocas horas de sueño, a una vida de mierda.<br />
Dejó caer la cabeza y se le hundió entre las dos almohadas. Era un hueco<br />
pequeño. Dejó la cabeza muerta. Casi no podía respirar. Se fue a la<br />
mierda el trabajo, los lloros, el coche y la moto y Andrea… Andrea<br />
apareció vestida de primavera, con un vestido corto, de colores suaves y<br />
con las rodillas descubiertas, hermosas piernas blancas, limpias, tiernas.<br />
Daniel flotaba y moría con el aroma de su rosa del desierto… Ahí<br />
estaba obnubilado por su belleza, pasmado ante una luz blanca y risueña<br />
que le acariciaba la cara mientras las babas le mojaban las mejillas y<br />
luego el bigote y hasta las cejas, y un aroma intenso se le metía por la<br />
nariz y le llegaba hasta la nuca. La mayor de las bellezas no es una luz, no<br />
44
es un brillo, ni un aroma, ni una sonrisa. Son todas esas cosas juntas<br />
unidas a una caricia sincera en toda la cara, pensó Daniel flotando.<br />
Disfrutaba al fin de Andrea como nunca, con una dulzura extrema.<br />
Disfrutaba del Amor profundo, sin obscenidades ni errores carnales.<br />
Amor entero y eterno. Su corazón a mil millones cien mil latidos por<br />
minuto, con fuerza como queriendo gritar, llegando al éxtasis… ¡He<br />
llegado! ¡Andrea! ¡Andrea! ¡Andrea!<br />
Y los gritos tienen recompensa.<br />
¡Daniel! ¡Daniel! ¡Oh, Dios mío! ¡Daniel regresa!<br />
Y mil millones cien mil caricias fuertes, sollozos, y estremecimiento<br />
máximo. Éxtasis de dos almas unidas por la pasión. Por fin Andrea grita y<br />
Daniel abre los ojos y ella le besa y él sigue tendido en sus brazos, sin<br />
fuerza. ¡Dios mío Daniel! Solloza una vez más mientras él recupera el<br />
aliento y un rato después la besa y no hay nada más que amor y abrazos.<br />
Los dos respiran hondo y se quedan quietos disfrutando esa foto lenta,<br />
perpleja estampa de algo que casi fue y no se quedó en lo que era; de<br />
algo que pudo pasar y la fortuna, bendita fulana, no había dejado que<br />
fuera. Esa noche hicieron el amor mil millones cien mil veces. Y cien mil<br />
veces más olvidaron todo el resto de cosas que no tenían sentido en ese<br />
mundo de mierda. Ese que había dado una vez más otras mil millones<br />
cien mil vueltas, ninguna de ellas había sido buena, sólo una: la última<br />
vuelta.<br />
Pernando Gaztelu (Iruña, Navarra)<br />
http://lokos-a-disfrutar.blogspot.com.es/<br />
45
Mr. Pipe – Tay Funes http://tayfunes.deviantart.com/<br />
46
M. y el humo de las palabras<br />
Encender una pipa no es fácil. Tampoco escribir un relato. La cosa<br />
se complica más cuando intentas escribir un relato mientras enciendes y<br />
fumas una pipa. Pero vayamos por partes.<br />
M. sabe perfectamente que la clave de todo reside en la carga de<br />
tabaco. Aquí cada uno tiene sus manías, claro, y uno puede preferir la<br />
doble carga a la triple carga, al igual que hay escritores que inician su<br />
relato con una frase contundente, como Tolstoi en Anna Karénina, o con<br />
una sencilla frase que, paradojas de la vida, termina siendo igualmente<br />
contundente: “Llamadme Ismael.”, nos decía Melville al principio de<br />
Moby Dick. Pero M. es un hombre de costumbres, y decide utilizar la<br />
triple carga: fondo suave para crear una capa de aire, medio compacto<br />
para que la “pipada” dure lo máximo posible y tarde en apagar, y<br />
superficie con hebras sueltas para que prendan rápido y fácil al contacto<br />
con la lumbre. Por eso comienza su relato, una vez siente el humo en la<br />
punta de su lengua, con una frase contundente pero que al posible<br />
lector le parecerá algo ambigua: “Encender una pipa no es fácil”.<br />
Una vez escrita la primera frase (y ya con la pipa en plena<br />
combustión) entramos en una segunda fase. Ahora la clave es saber qué<br />
queremos contar. Algunos puristas podrán achacarle a M. que eso<br />
debería haberlo pensado antes de escribir la primera frase, pero a los<br />
puristas M. les hace el mismo caso que a los suplementos literarios<br />
cuando recomiendan un libro. Bien, M. se da cuenta que lo que quiere<br />
contar carece de importancia o, mejor dicho, vuelve a ser el eterno tema<br />
que tanto le preocupa: que todo se puede narrar si el narrador es<br />
convincente. Por eso M. vuelve a narrarse a sí mismo narrando una<br />
historia que carece de narración. Sí, sí, ya se que todo es muy<br />
complicado, pero nadie ha dicho que escribir sea fácil, ni que mantener<br />
una pipa encendida esté al alcance de cualquiera.<br />
Con el cuerpo del “relato” más o menos asegurado, M. decide<br />
poner “relato” entrecomillado, no vaya a ser que a los puristas se les<br />
salgan los ojos de las órbitas, M. es consciente que todo está llegando a<br />
47
su fin. Su lengua está saciada de escritura; también por la pipa. Y cuando<br />
uno está saciado no debe tentar a la suerte, no debe pecar de gula, ni<br />
ser avaricioso. Ahora toca limpiar bien la pipa, algo que tampoco es fácil:<br />
raspar las paredes de brezo impregnadas de ceniza, la zona del filtro, la<br />
boquilla ya medio horadada por las muescas de sus dientes. Sí, piensa M.<br />
mientras dibuja una sonrisa inenarrable, escribir es intentar atrapar el<br />
humo de las palabras que flotan en el aire.<br />
Marco Antonio Torres Mazón (Torrevieja, Alicante)<br />
http://itacadeshabitada.blogspot.com.es/<br />
48
La condena<br />
Watery street - Joanna Lemanska http://500px.com/MissCoolpics<br />
Siempre seré una niña. Aunque un velo blanco disfrace mi negro<br />
pelo y el azar me lleve a una calle parisina en un día lluvioso<br />
acompañada de mi último amante. El azar metamorfoseado en una<br />
sustanciosa oferta de la agencia de viajes de la esquina de mi casa. Y<br />
henos aquí, jugando a viajeros olvidados del tiempo y amándonos en un<br />
hotel de tercera del Barrio Latino donde respiran sugestivas historias de<br />
otras épocas. Nuestra existencia arrojada, en otro momento, a la misma<br />
mesa del café donde Sartre y Beauvoir hablaban de que el ser humano<br />
está condenado a ser libre. Yo hice pronto mi elección: siempre seré una<br />
niña.<br />
Lu Hoyos (Valencia)<br />
http://inventariodelucrecia.blogspot.com.es/<br />
49
The Darkness - Gabriel Delgado https://www.flickr.com/photos/neogabox/<br />
50
Anoche<br />
Entrar. Subir las escaleras. Buscar despacio con la mano derecha en<br />
el bolsillo hasta encontrar la llave. Dar unos pasos hacia adentro.<br />
Encender la luz, que no funciona. Pensar en el fósforo y sentir entonces<br />
su presencia. Sentir de golpe esa humedad que lo contagia todo, que lo<br />
empalaga todo. Respirar ese aliento que no es el propio y que llena el<br />
cuarto con un sabor ácido y triste. Querer salir corriendo y estar seguro<br />
que la puerta no se abrirá. Escuchar esa respiración pesada y sentir el<br />
recelo congelado en los talones cuando sus ojos inmensos se abren y me<br />
miran. Comprobar que mi cuerpo está paralizado y que el miedo lo<br />
domina todo. Tratar de evitar esos enormes ojos fijos para no ver en su<br />
fondo esa larga tristeza suspendida. Tomar valor y recordar el cajón de la<br />
mesa de noche y el revólver. Moverse despacio directo hacia la cama, sin<br />
dejar de sentir esos enormes ojos vivos colgando de la oscuridad. Tocar<br />
la lámpara, el buró, el cajón, el revólver. Apuntar en medio de esos ojos<br />
grandes que no se mueven. Jalar el gatillo. Contemplar el alivio de los<br />
ojos enormes que se cierran de pronto. Sentir la debilidad que afloja las<br />
piernas y buscar la cama.<br />
Ver la noticia en el diario de mañana con la palabra generosa<br />
encabezando el reporte. Saber que no habrá foto porque ningún diario<br />
se atrevería a publicar la imagen de esos ojos inmensos y esa cabeza<br />
deforme. Jugar con las palabras para poder dormir: Anoche, barrio,<br />
fenómeno, eutanasia, hijo, macrocefalia, obrero, piedad, prisión,<br />
revólver.<br />
Cerrar los ojos y sentir como se mete en la cama y su cuerpecito se<br />
acomoda fácilmente entre las sábanas. Saber que su mano débil buscará<br />
la mía, como todas las noches, y que su sueño buscará el calor de mi<br />
cuerpo. Recordar el buró, el cajón, el revólver cargado. Estirar la mano y<br />
escuchar el diminuto lamento con que se duerme siempre. Sentir su<br />
mano pequeña y delgada. Dormirme con la seguridad de que el cajón del<br />
buró no se abrirá esta noche, ni la otra, ni nunca.<br />
Vicente Montemayor “VIMON” (Omaha, Nebraska – EEUU)<br />
51
Fairy Time – Tim Walker http://timwalkerphotography.com/<br />
52
Ecos<br />
Entre medio del paisaje y mis pupilas,<br />
entre la luna y el sol,<br />
entre la luz de noche y de día,<br />
escucho y siento tu respiración.<br />
Enredado entre mis versos,<br />
camuflado en una canción,<br />
empalagando mis sueños,<br />
cargo contigo, compás de mi corazón.<br />
Cuando arranqué el papel de la pared,<br />
cuando juré no guardarte rencor,<br />
cuando logré no volverte a ver,<br />
creí poder borrarme tu olor.<br />
Pero estoy llena de costuras,<br />
inundada de nostalgias y dolor,<br />
he perdido la cordura,<br />
oyendo el eco de tu voz.<br />
Ecos con promesas rotas,<br />
mientras deshojo otra flor,<br />
ecos de tristezas en cuotas,<br />
mostrándome vencida y a ti vencedor.<br />
Aldana Giménez (Mendoza, Argentina)<br />
53
Hot coffee – Malialeon http://malialeon.deviantart.com/<br />
54
Don Aristeo y doña Abigail<br />
Don Aristeo y doña Abigail formaban un matrimonio infeliz, como<br />
hay muchos, ya que la mujer era cabrona en sumo grado, y el marido, un<br />
pendejo y dejado.<br />
Doña Abigail estaba cargada de carnes, teniendo, además, grueso y<br />
caído el labio inferior, sin dejar nunca una mueca de enfado que ponía<br />
siempre en su rostro.<br />
Él era un sujetillo chaparro que no le llegaba ni a la barba (peluda,<br />
por cierto) de su mujer, y estaba tan enclenque que los pantalones,<br />
amarrados con un lazo a la cintura, se arrugaban en la parte trasera que<br />
lleva el horripilante nombre de “nalgas”, digo, cuando se trata de<br />
individuos, pues si nos referirnos a las redondeces traseras femeninas, la<br />
palabra lleva un adjetivo muy sugerente; “buenotas”, por ejemplo.<br />
Atendían una tienda de abarrotes.<br />
-¿A qué horas te vas a levantar, bolsas miadas? Ya es hora de abrir<br />
la tienda <br />
-¡Qué bien chingas, pinche vieja!<br />
Y aunque a regañadientes, a las siete de la mañana don Aristeo<br />
abría las puertas para que entrara la clientela.<br />
Ella le ayudaba cuando le daba la gana. Pero, lector, no vayas a<br />
pensar que se apresuraba a despachar un kilo de azúcar, por ejemplo,<br />
no, pues apoltronada en una silla mecedora y tragándose un elote, un<br />
uchepo o la guzguera que tuviera a la mano, le pegaba de gritos al<br />
marido:<br />
-Muévete, huevón; esa niña ya tiene un buen rato pidiéndote una<br />
bolsa de jabón para lavar.<br />
Una vez, cuando en la tienda no había clientes, don Aristeo se<br />
acercó muy cariñoso a su mujer.<br />
-¿Desea una tacita de café mi linda esposa?<br />
55
-¿Y ora, wei? ¿Qué te picó?<br />
-Nada, mi amorcito; solo quiero que tomes algo sabroso.<br />
-Bueno, tráemela. Pero que no esté muy caliente ni muy tibia…<br />
-Es decir, tesoro, lo quieres “a medios chiles”.<br />
-Así es, pendejo. Pero muévete, no quiero verte delante de mí; me<br />
provocas náuseas.<br />
-Sí, sí, ya voy, ya voy, mujercita linda.<br />
Y el hombre se fue la cocina para poner a calentar un chacape con<br />
agua en la estufa, y cuando calculó que ya estaba en su punto, la vació<br />
en una taza a la que le mezcló dos cucharadas de leche en polvo, una de<br />
café también en polvo, tres de azúcar, y sacando de entre sus ropas un<br />
pequeño frasco, le vació unas gotas de su contenido.<br />
Con una cuchara revolvió todo muy bien y con la taza en un plato<br />
dirigió sus pasos a donde estaba su esposa.<br />
-Aquí tienes, mi amor. ¿Quieres un pedazo de pan?<br />
-Pues trailo.<br />
Y doña Abigail sorbió dos gruesos tragos, mientras don Aristeo<br />
cerraba las puertas de la tienda para que nadie viera cómo la mujer se<br />
desvanecía, hasta quedar patisuelta en el piso.<br />
Por supuesto que al hombre lo metieron al bote, y allí les contaba a<br />
sus compañeros que, aunque encerrado, por fin había encontrado, si no<br />
la felicidad, sí la paz y la tranquilidad que tanto anhela su alma desde<br />
hacía tiempo.<br />
Jorge Martínez “Volivar” (Sahuayo de Morelos, México)<br />
56
La nave espacial<br />
JaviT para el diario Las Provincias<br />
-¡Sí, vamos, vamos! -dijo Adrián.<br />
- Pero…, ahora no tío, vaya rollo, ¿para qué vamos a entrar ahí?<br />
-replicó Joan.<br />
- ¡Jo, chaval, enróllate! ¿Hace cuánto que no ves tu antiguo colegio?<br />
- contestó Omar.<br />
- Más de cinco años, desde que nos trasladamos -respondió Joan.<br />
- Pues vamos, están de obras y se puede entrar por un hueco de la<br />
valla.<br />
Adrián y Omar echaron a correr, dejándolo sólo, no le quedó más<br />
alternativa que seguirlos desganado. Estaba muy cansado, acababa de<br />
llegar del trabajo, su primer empleo: “peón albañil”.<br />
El colegio estaba en obras, la valla de cemento y hierro tenía un gran<br />
boquete, mal tapado con otra valla metálica provisional. Era sábado y<br />
estaba anocheciendo, aunque todavía quedaba luz suficiente para<br />
deambular por el patio sin tropezar con los montones de arena y grava.<br />
57
El edificio principal estaba tal y como lo recordaba Joan, las paredes<br />
pintadas de gris y el techo de teja color granate, con grandes ventanales.<br />
La puerta principal quedaba cubierta por un enorme balcón al que daba el<br />
despacho del director.<br />
Se fueron asomando por las ventanas…, el enorme salón de actos,<br />
¡era diminuto!; el laboratorio, un cuartito con una mesa central atiborrada<br />
de pipetas, probetas y tubos; la biblioteca, una sala con cuatro estanterías<br />
y algunas mesas y sillas… Se subieron unos a otros a caballito, para poder<br />
mirar por las altas ventanas que daban a los vestuarios, ahora sí que<br />
llegaban, no como cuando eran pequeños… lo intentaban haciendo triple<br />
torre pero siempre acababan en el suelo.<br />
Adrián y Omar seguían andando dándose collejas y saltitos, Joan<br />
andaba más retrasado. Una extraña nostalgia le iba invadiendo poco a<br />
poco. Hacía algunos años que se había mudado y aunque le resultaba todo<br />
familiar…una rara sensación se apoderaba de él, no podía describirla, los<br />
recuerdos se sucedían rápidamente sin darle tiempo a encontrar una<br />
respuesta.<br />
Entonces, sus amigos, le llamaron a gritos:<br />
- ¡Joan, Joan!, ¿qué haces?, vamos. ¿No quieres ver tu antigua aula?<br />
Joan echó a correr, creyendo que así dejaría atrás su desazón. Al girar<br />
la esquina, se paró en seco, sintiéndose paralizado. ¡Barracones!, la parte<br />
trasera del patio estaba llena de barracones, como los de las obras donde<br />
trabajaba, como los contenedores de los barcos.<br />
- Mira, mira, ésta era nuestra clase -le decía Omar señalando una de<br />
las herméticas estructuras.<br />
A Joan se le cayó el mundo a los pies, de un plumazo se hizo adulto.<br />
Estudiaban en cajas, como cajas de zapatos, diminutas y feas,<br />
amontonadas. Ahora se daba cuenta…, no eran naves espaciales a punto<br />
de despegar, el colegio no era una base de aterrizaje de la NASA… ¡Cómo<br />
se habrían reído de él los demás niños! Y sobre todo, lo que más le dolía, lo<br />
que más le costaría perdonar, era que sus padres hubieran alentado que<br />
creyera esa historia.<br />
Asun Ferri (Valencia)<br />
http://patadeelefanta.wordpress.com/<br />
58
En clave de jazz<br />
The Jazz Singer – Alphamale 1980 http://alphamale1980.deviantart.com/<br />
Aquella noche el flechazo surgió en el escenario. La cantante se<br />
prendó del tipo del bigotito que, luciendo un clavel blanco en su solapa,<br />
bebía y le sonreía desde el mostrador a través del velo que tejía el humo<br />
de los cigarros. Por su aspecto cualquiera hubiera opinado que se trataba<br />
de un granuja, de un perdonavidas, pero la muñeca del micrófono lo<br />
presintió como un magnífico rayo de sol que traspasaba los tristes<br />
nubarrones de su existencia, como la invitación a proyectar algún futuro<br />
sobre los cimientos de varios terremotos. Sin apartar la vista de aquellos<br />
fascinantes ojos, atacó el tema Let’s fall in love con tal ímpetu que la<br />
entusiasta concurrencia moderó sus caladas, apartó los labios de las copas<br />
e incluso, en determinados instantes, contuvo la respiración.<br />
59
Let's fall in love,<br />
Why shouldn't we fall in love?<br />
Our hearts are made of it, let's take a chance.<br />
Why be afraid of it… 2<br />
Al terminar la canción, la joven se aproximó lentamente. El hombre,<br />
tras acomodar la flor en su pelo, le susurró unas misteriosas palabras al<br />
oído, se puso el sombrero y se largó, desatando así la enésima tormenta en<br />
un corazón resquebrajado.<br />
Rafa Sastre (Valencia)<br />
http://rafasastre.blogspot.com<br />
2 Enamorémonos, ¿Por qué no deberíamos enamorarnos? Nuestros<br />
corazones están hechos para eso, démonos una oportunidad. ¿Por qué<br />
tener miedo? - https://www.youtube.com/watch?v=uKfMRg2bjkY<br />
60
Llantos en el silencio<br />
Image from page 38 of "Slavery and the slave trade in Africa" (1893)<br />
Quimavongo (Angola) marzo 1757<br />
No sabía cúanto tiempo llevaba escondido, para él, una eternidad.<br />
Su padre le metió a la fuerza en aquel maldito agujero y le prohibió salir<br />
hasta que no se hubiesen ido. Rai sabía lo que pasaba cuando ellos<br />
aparecían. Martín se lo había contado. Se llevaban a todos los que<br />
podían, mujeres, hombres, niños. Les encadenaban y les metían en las<br />
bodegas de sus barcos. Solo dejaban a los muy viejos, a los enfermos, a<br />
los tullidos que no tuvieran una buena verga y a los cobardes que se<br />
escondían como yo, pensó. Sollozaba con una mezcla de miedo y de<br />
furia.<br />
61
Había anochecido, cuando por fin se atrevió a salir del agujero. Fue<br />
en busca de su padre. Recorrió la aldea y solo vio ancianos afligidos con<br />
el hedor de la tortura. No le encontró. Entonces supo que se lo habían<br />
llevado. Y encogido por el dolor, lloró toda la noche.<br />
A la mañana siguiente fue a buscar a Martín. Le vio en el huerto,<br />
llevaba el hábito recogido en la cintura, dejando al aire sus blancas y<br />
escuálidas piernas. Al verle soltó el azadón y fue hacia él para abrazarle,<br />
recordando la primera vez que le vio, cuando acababa de perder a su<br />
madre y a su hermanito recién nacido. En aquel entonces solo tenía<br />
cuatro años, pero diez años después volvía a tener la misma tristeza en<br />
la mirada. Le hizo pasar a la casa y le dio un vaso de agua fresca.<br />
- Voy a ir a buscarle – dijo el muchacho con los ojos vidriosos, pero<br />
una autodeterminación férrea.<br />
- Solo no puedes, Rai<br />
- Ayúdeme, por favor – y un nudo en la garganta le impidió exponer<br />
su plan.<br />
Martín se santiguó, le puso una mano en el hombro y con un halo<br />
de resignación, exclamó:<br />
- ¡Que Dios me perdone!<br />
Después de casi treinta años de vestirse solo con el hábito, se sintió<br />
extraño al ponerse camisa y calzones. Y de esta manera pasó a ser un<br />
comerciante con esclavo. Intuía que esto le costaría los hábitos, si es que<br />
salían vivos.<br />
Seis semanas después, sabiendo el paradero de Ulises, embarcaron<br />
rumbo a Carolina del Sur. Subieron al anochecer, cargados con gallinas<br />
en jaulas, y mezclados con el resto de emigrantes, que como ellos,<br />
tenían que pagarse el pasaje y la comida con su trabajo. Aprovechando<br />
la marea se echaron a la mar. Durante muchas semanas, el viaje<br />
transcurrió con la misma tónica. Rai con la mirada perdida no pensaba<br />
nada más que en su padre, evocando su rostro todavía con facilidad.<br />
Tres meses de viaje le hicieron adelgazar, atenuándose las líneas del<br />
miedo y el agotamiento.<br />
62
Charles Town, (Carolina del Sur) junio 1757<br />
Sintió que se habían parado, porque el barco se mecía en un vaivén<br />
continuo, sin alteraciones. En la bodega hacía calor y hedía a orines,<br />
heces y sudor. Les llevaron la comida, avena, agua y una hogaza de pan<br />
mohoso. Las ratas se habían acabado. Ulises buscó su hebra de hilo e<br />
hizo otro nudo, había estado haciendo nudos desde el día en que les<br />
encerraron. Se abrió la escotilla y les obligaron a salir. El sol les recibió<br />
cegándoles, después de tres meses sumidos en la oscuridad. Les echaron<br />
agua para quitarles el olor que sus cuerpos despedían. Una vez tierra<br />
adentro, les llevaron al mercado. Las cadenas y el látigo les impidieron<br />
huir. Y se despidió de su hijo en el viento.<br />
Charles Town, agosto 1757<br />
La ciudad les recibió con un bochornoso calor. Durante la travesía<br />
Martín aprendió a jugar a las cartas y a los dados, y “gracias al señor”,<br />
como él decía, había conseguido una pequeña fortuna, lo<br />
suficientemente grande para buscar a Ulises y reunirle con su hijo. Lo<br />
primero que hicieron fue ir al mercado de esclavos. Allí en los registros<br />
se enteraron de que Ulises había sido comprado por un tal Murray, y le<br />
habían llevado a Darlington. Compraron dos caballos, una mula, una<br />
pistola y provisiones. Rai, impaciente, quería salir ya a por él, pero<br />
Martín le sonrió y le explicó que quedaban muchos días de viaje y<br />
necesitaban descansar. Le siguió con desgana a buscar alojamiento. Él<br />
tuvo que dormir en el establo con los animales recién adquiridos. Por el<br />
color de su piel.<br />
Antes de la puesta del sol, emprendieron el viaje. Tenían que<br />
dirigirse al norte, detrás de las montañas estaba su destino. Cabalgaron<br />
sin descanso, debían seguir el curso del río, y se internaron en los<br />
bosques de abedules sorteando los peligros, hasta que llegaron a las<br />
montañas. Cruzaron por un desfiladero de pendientes empinadas,<br />
habían desmontado y caminaban conduciendo a los caballos, no había<br />
otra manera de hacerlo. Al llegar a la cima, vieron que abajo se<br />
extendían campos y mas allá las casas de Darlington. Después de veinte<br />
días cabalgando se sintieron esperanzados.<br />
63
Martín fue directamente a la plantación a hablar con el señor<br />
Murray, sobre la compra de un esclavo que necesitaba. Ulises seguía<br />
encadenado, surcos sanguinolentos a medio curar cruzaban su espalda.<br />
Su delito: intentar huir. Murray no lo quería, ni el látigo le había hecho<br />
desistir de sus intentos de fuga. Y no le importó deshacerse de él, pero<br />
no perdió dinero.<br />
Martín se lo llevó. Rai esperaba en las afueras de la plantación.<br />
Cuando les vio venir, echó a correr mientras un torrente de lágrimas<br />
bañaba su rostro y se fundieron en un abrazo con el ansia de la<br />
desesperación.<br />
Marisol Santiso Soba (Madrid)<br />
64
Desarraigo<br />
Blue gate – Lena Devlen http://500px.com/lenadevlen<br />
Ya pasaron muchos años desde que no vivo en mi casa natal, y<br />
cuando cierro mis ojos las imágenes y olores se van sucediendo unos<br />
tras otros y siento que la extraño cada día más.<br />
Cuando se toman decisiones apresuradas las cosas no salen del<br />
todo bien y así fue como mi padre, de un día para el otro, decide que nos<br />
mudemos. Era mucha la angustia que sentía al partir mi abuela. Los días<br />
eran vacíos sin su presencia y el dolor por su ausencia se hacía<br />
insostenible.<br />
65
Mi casa era bella, un jardín de rosas blancas y un limonero<br />
perfumado nos daban la bienvenida. La ventana de la cocina daba a la<br />
calle lo que me permitía estar atenta cuando alguna de mis amigas me<br />
llamaba para salir. En el patio había una pequeña huerta de ensalada<br />
fresca y zapallos para la sopa caliente, que mi mamá todos los días<br />
preparaba.<br />
El momento había llegado. El camión de la mudanza esperaba en la<br />
calle. Al costado, los muebles desarmados, canastos repletos de cosas; y<br />
yo, empacando uno a uno los recuerdos que durante treinta años<br />
permanecieron guardados en algún sitio del ropero. Viejas muñecas,<br />
compañeras de juegos que alguna vez con mucho amor abracé. Pilas de<br />
cuadernos con algunos insuficientes y notas sobre mi mal<br />
comportamiento. Los discos que coleccionaba mi hermano que mucho<br />
significaron en mi adolescencia; y la ropa, esa que usé durante toda mi<br />
vida y mi mamá jamás se animó a tirar.<br />
Cada cosa que guardaba me hizo revivir felices momentos de mi<br />
niñez.<br />
Solo yo aún permanecía adentro de mi casa.<br />
No podía irme sin despedirme de cada rincón.<br />
Llorando abracé mi almohada de plumas como lo hacía en los<br />
momentos en que me sentía angustiada o cuando, despierta, soñaba<br />
con ser grande y que fue testigo de lo vivido y de lo que me faltó por<br />
vivir.<br />
Acaricié las paredes, apagué la luz y sin mirar atrás me fui.<br />
A veces, cuando regreso al barrio, paso por la puerta de la casa que<br />
aún siento mía y me busco en el aroma de las glicinas, en el olor a tierra<br />
mojada, en el solcito de los amaneceres y las tostadas de la mañana.<br />
Siento que el alma se me escapa en cada suspiro, aunque el tiempo<br />
no se detenga y no tenga sentido, me busco y voy tras las huellas para<br />
que me salpique de ternura y descubro que no me fui nunca.<br />
María Rosa Fraerman “Meryross” (Rosario, Argentina)<br />
http://www.meryross-meryrosa.blogspot.com/<br />
66
La tumba<br />
Costică Acsinte Archive https://www.flickr.com/photos/costicaacsinte/<br />
Hola, me llamo María, tengo veintiún años y vivo en el campo.<br />
Hoy 16 de Mayo es mi cumpleaños y me he puesto a recordar<br />
algunas cosas: estoy aquí desde febrero de este mismo año y tengo ya<br />
dos buenas amigas, las tres somos gitanas y hemos conectado en<br />
seguida.<br />
Ayer no paramos de trabajar en todo el día. Aquí está todo<br />
muy estructurado, menos mal que nos ayudamos en todo.<br />
¡Tanto trabajo me está matando!, si al menos pilláramos una comida<br />
decente. Pero no es así.<br />
67
En los breves descansos jugamos a imaginar que comemos ricos<br />
manjares en grandes fiestas, con vestidos bonitos y rodeados de gente<br />
amable que nos trata muy bien… dicen que el estómago percibe una<br />
sensación muy parecida al placer, algunos lo llaman “masturbación<br />
gástrica”.<br />
Cada situación especial crea su propio lenguaje y la nuestra gira en<br />
torno al concepto “organizar”. Aquí el robo está severamente castigado,<br />
pero nosotras lo organizamos todo: el pan, la ropa, el jabón... Organizar<br />
es poseer, no importa cómo... Una puede tener una cena especial<br />
“organizando” unas patatas, un poco de margarina y unas lonchas de<br />
salchichón. Y si conseguimos que vengan nuestros nuevos amigos, los<br />
sonder 3 , es posible que hagamos una pequeña fiesta y todo.<br />
Cada uno de nosotros justificamos lo que hacemos para no tener<br />
remordimientos. Probablemente todo el mundo piensa que en otras<br />
circunstancias no haría lo que hace, pero tampoco viviría como vive.<br />
Soy María, mi número es el 174.517, vivo en Birkenau, aunque en<br />
la puerta pone Auschwitz II y la mayoría lo llamamos LA TUMBA.<br />
Caridad Blázquez (Cartagena, Murcia)<br />
3 Unidades de trabajo durante la Alemania nazi que estaban formadas por<br />
prisioneros judíos y no judíos, seleccionados para trabajar en las cámaras de gas y<br />
en los crematorios en los campos de concentración nazis, durante la Segunda<br />
Guerra Mundial.<br />
68
Encuentros en la 5ª fase<br />
Imagen aportada por Germán Repetto<br />
Ajustó la mira telescópica girando la rueda del zoom hasta<br />
multiplicar la imagen de su rostro tanto como para llegar a sentir el<br />
intenso azul de sus ojos, esos ojos que tantas veces habían reposado<br />
frente a los suyos en un idílico lecho de íntimas confesiones. Desde el<br />
tejado sintió cómo se le erizaba el cabello tan sólo de pensar que todo<br />
ese pedacito de tiempo en perfecto redondo era ahora una encapsulada<br />
propiedad particular, un micro mundo en el que él, y sólo él, podía<br />
decidir cada segundo de vida, cada nuevo latir, obstruir el esperado<br />
impulso de sangre en las venas, ahogar el trémulo suspiro compartido<br />
con aquel desconocido y fantasmal acompañante, fracturar los<br />
templados besos robados a sus oníricas emociones, atenazar las<br />
escondidas caricias escapadas de sus blancas manos tendidas ahora en<br />
69
franca rendición y, sobre todo, aquellas miradas de celoso amor que<br />
hasta ayer había sentido tan únicamente suyas…<br />
Les apuntó sentados en el banco del solitario parque, notando el<br />
rugir de los celos cuando ambos pintaron con mesura el gesto de un<br />
apasionado beso hurtado al compás del pudor inocente. Llegó ese<br />
momento, perfectos los dos, alineados en la curva correcta de tiro… Una<br />
sola bala, la cruz de la rayada mira fijada en sus cráneos y un nervioso<br />
índice amaga el gatillo y anuncia una fosa común en medio del sueño…<br />
Ariadne, su bella Ariadne, su soñada y traidora Ariadne…, esa a la que no<br />
ha visto asomar su almendrada cara desde la ventana de enfrente<br />
durmiendo también, esa que sueña a su vez en su apasionada onírica un<br />
sueño distinto al de él… Con él y por él en ese parque cercano, sentados<br />
los dos en el mismo banco de sus encontrados sueños…<br />
Germán Repetto (Albalate de Zorita, Guadalajara)<br />
http://grepettoblog1949.wordpress.com<br />
70
Borrando huellas<br />
Imagen aportada por Amparo Hoyos<br />
Observó su rostro en el espejo. Con un algodón humedecido<br />
comenzó a retirar el maquillaje. Esta vez él no se había esmerado como<br />
en anteriores ocasiones y una mancha color púrpura decoraba su<br />
pómulo derecho. Se desabrochó el vestido cuidadosamente, las huellas<br />
de sus pesadas botas estaban impresas en la piel que cubría sus<br />
doloridas costillas y su espalda, en sus muslos…<br />
En su afán por ser una buena esposa, le dijo que se relajara<br />
tomando un baño y que ella entraría a darle un masaje y así lo hizo.<br />
Provista de guantes a tal fin y aceites esenciales, se inclinó junto a él no<br />
sin antes tomar la precaución de rozar con el codo el pequeño<br />
reproductor de música que cayó a la bañera. Su cuerpo dio una sacudida<br />
y la música dejó de sonar.<br />
Sonriendo esta vez, volvió a contemplar su rostro en el espejo…<br />
Amparo Hoyos (Valencia)<br />
71
Broken doll - August “Kai” Kaiser http://500px.com/awkaiser<br />
72
Mi amada Marlene<br />
Con mi manos sudorosas y estrangulando mis recuerdos, quedé<br />
vencido ante ti. He tratado de borrar mis pensamientos que te añoran,<br />
te desean e imploran que estés aquí. Más allá de respetar tus deseos de<br />
sucumbir sola ante la adversidad que hoy te abriga; todo mi ser se niega<br />
a renunciar a dejarte morir sin mí, porque si bien tuyo es el deseo de<br />
estar sola, mía es la esperanza de no dejarte ir.<br />
¿Qué temes, amada mía? ¿Que mis ojos no vean el cuerpo que por<br />
tanto tiempo fue mío? o ¿Que tu alma desnuda no sea suficiente para<br />
llenar cada poro de mi piel? ¿Cuándo te darás cuenta que nuestro amor<br />
va más allá de lo banal? ¿No ha sido suficiente tocar el cielo? Entonces,<br />
¿por qué no puedo tocar el infierno junto a ti?<br />
Te he amado tanto; los años no han cambiado mi sentir. Aún<br />
recuerdo aquella noche de juramentos, donde no existía nada que no<br />
lográramos vencer; fue suficiente beber de tus labios para quedar<br />
marcado por toda la eternidad. Así ha sido siempre, un sentimiento que<br />
trasciende lo razonable, fundidos en la pasión del más puro y sincero<br />
amor.<br />
¡Mi vida!, ¡no tengas miedo! y menos de lo que mis ojos puedan<br />
ver. Recuerda que tus pechos fueron míos tanta veces, que no necesito<br />
detallar que falta uno, para sentir lo que realmente son. Te he dibujado<br />
tanto con mis dedos, que la memoria de mis manos son suficientes para<br />
darle forma a cada parte de tu cuerpo. Las huellas de una cruel<br />
enfermedad, no me pueden castigar por lo que no he sembrado ni he<br />
quitado. Si de mí estuviera, bebería cada una de tus células malignas y<br />
las haría mías, para sufrir por ti.<br />
¡No me castigues! ¡Te lo imploro! No me niegues a estar sin ti. No<br />
dejes que mi alma se llene de odio hacia el ser divino que te creó.<br />
Déjame vivir; porque al sumergirte en tu claustro lleno de silencio y de<br />
renuncias, sólo haces tuyas las lágrimas que son de los dos. Jamás<br />
olvides, amada mía, que ante Dios juré ser tuyo hasta morir.<br />
73
Permíteme ser tu aire, cada uno de tus suspiros, y así atrapar poco<br />
a poco ese dolor que ahoga tu sentir. No me importa si al hacerlo<br />
desgarras mis brazos, desangras mi piel; porque tu grito silente quedará<br />
ahogado en mí, de la misma forma que tantas veces tú abrazaste cada<br />
una de mis penas. Así reconozco lo que me has amado, con la fuerza de<br />
la pasión y la renuncia; es tan puro lo que siento, que merezco sufrir en<br />
ti. Deja que mis manos te acaricien sin miedo, porque sólo con tocarte<br />
soy feliz.<br />
¡Amada! Mí Marlene. Espero que comprendas mis reclamos; lo<br />
vivido contigo me ha dado ese derecho. No en vano han sido tantos años<br />
de lucha, compromiso, sueños construidos, y en los peores momentos,<br />
siempre estuviste allí. Yo no me fui por ser más viejo o por no darte lo<br />
que tanto merecías. Me quedé y luché, porque tú me enseñaste a ser<br />
uno, a pesar de ser dos.<br />
Ahora es mi turno. Tu sacrificio por no ver mis lágrimas, no me<br />
pueden alejar de ti. Si eso es lo que temes, no te preocupes. Te juro, que<br />
no me verás llorar nuestro dolor; ahogaré mi rabia y lucharé contigo,<br />
abrazados a la esperanza, porque solo juntos venceremos ese mal, tan<br />
tuyo como mío. Porque desde ese día, yo también me enfermé,<br />
sumergido en el ocaso de tu vida.<br />
Te amo, siempre lo haré. Deja que mis besos curen tu alma,<br />
mientras tu cuerpo sana con un milagro de Dios. El infortunio que hoy<br />
enfrentas, nunca podrá desdibujar tu cuerpo, porque en mis ojos vida<br />
mía, sólo está plasmada el alma de los dos.<br />
¡Amor! Regresa o déjame llegar a ti. Yo también siento que muero,<br />
desde que no estás aquí.<br />
Tu esposo y eterno amante,<br />
Julián<br />
Eva C. Franco (Isla de Margarita – Venezuela)<br />
74
Lágrimas verdes<br />
Verde que te quiero verde – Joxin https://www.flickr.com/photos/joxin/<br />
“A las once de las noche en el Planetario, disfrazados con atuendos<br />
futuristas”. Me inquietó el modo en el que íbamos a celebrar el<br />
encuentro de antiguos alumnos, pero viendo quien firmaba la invitación<br />
lo entendí todo: Rufino, el número uno de nuestra promoción que al<br />
parecer sigue con su pasión por el espacio.<br />
Llego puntual con un traje plateado con antenas y todo, he<br />
colocado un dispositivo digital a la altura del pecho que hasta escanea<br />
imágenes: insuperable.<br />
Concentrado en la imposible tarea de reconocer a mis colegas, no<br />
veo acercarse al ser que palmea mi espalda y me alarga una mano<br />
verdosa de tres dedos, sus ojos alargados me miran inquisitivos mientras<br />
su voz metálica me anuncia que es Rufino. Me comenta que ha estado<br />
75
escribiendo un libro, que hoy a puesto “fin” en la página 2084. Inicia un<br />
apasionado discurso sobre la fusión humano-espacial que me aburre.<br />
Estoy concentrado en hallar un punto flaco a la aparente perfección de<br />
su disfraz. Harto de que siempre me supere en todo me lanzo sobre su<br />
cara, tiro fuerte para quitar esa careta tan perfecta, él grita diciendo que<br />
le deje en paz, que le hago daño. Y lágrimas verdes ruedan por sus<br />
escamosas mejillas.<br />
Yolanda Nava – León<br />
http://microsyotrashistorias.blogspot.com/<br />
76
Llegaron al fin del mundo<br />
Imagen aportada por Alberto Casado<br />
Cuando los romanos llegaron a lo que consideraban el fin de la<br />
Tierra, llamado hoy Finisterre, y localizado en la Costa de la Muerte, se<br />
encontraron con los restos de la civilización de los nerios, pueblo que<br />
habitara aquellas tierras durante siglos. Testimonio explícito de su paso<br />
por allí lo constituía el altar al sol, construcción que hallaron en el Monte<br />
del Cabo de Finisterre. A finales del siglo I, Lucio Anneo Floro dice<br />
textualmente:<br />
«Décimo Junio Bruto, tras recorrer toda la zona del océano como<br />
vencedor, no regresó hasta contemplar, no sin cierto horror y miedo de<br />
cometer un sacrilegio, cómo el sol se precipitaba en el mar y una<br />
llamarada salía de las aguas.»<br />
Ragnar Lodbroj, jefe vikingo al mando de una impresionante flota<br />
de drakkar (barcos de guerra ligeros y rápidos, aptos para navegar por<br />
aguas poco profundas) divisó los amenazantes y terribles acantilados<br />
que se levantaban frente a sus naves. Nunca había visto rocas tan<br />
77
afiladas y peligrosas como aquellas. Sin embargo, los vikingos no eran<br />
una raza que se caracterizase por la cobardía ni nada por el estilo, así<br />
que el jefe ordenó a los timoneles de todas las embarcaciones que<br />
pusieran rumbo norte, hacia la costa.<br />
El mar se hallaba en calma, lo que facilitó que los remeros<br />
acortaran de forma rápida la distancia que los separaba de las playas. Su<br />
táctica invasora se basaba en la sorpresa, por lo que era preciso que los<br />
hombres desembarcaran en tierra lo más rápido posible. Lo que no<br />
esperaban era que las condiciones climáticas cambiaran en cuestión de<br />
minutos.<br />
Se levantó fuerte viento de poniente, acompañado por un aún más<br />
fuerte oleaje. Esto provocó que las livianas naves se escorasen<br />
peligrosamente hacia las rocas. De repente, empezó a caer el diluvio<br />
universal. A la tremenda manta de agua le siguió la formación de<br />
remolinos que atrapaban a los barcos. Ragnar, que no se asustaba por<br />
cualquier nimiedad, se había quedado pálido como el papel, pues nunca<br />
había visto nada parecido.<br />
El huracán llegó y arrastró a las endebles naves hacia los<br />
acantilados. Una tras otra fueron estrellándose contra las amenazadoras<br />
formaciones rocosas, haciéndose añicos. Los vikingos saltaban por babor<br />
o estribor para salvar sus vidas, mas quienes no morían golpeándose<br />
contra las piedras, lo hacían ahogados en un mar embravecido.<br />
La pericia del jefe vikingo hizo que, en un último y agónico<br />
momento, pudiese desviar su drakkar hacia las proximidades de una<br />
enorme cueva que se hallaba alejada del núcleo de la tormenta. No<br />
obstante, fue testigo silencioso de la mayor derrota sufrida por los<br />
suyos, y no precisamente a manos del enemigo, sino de la vengativa<br />
naturaleza.<br />
Creyéndose a salvo, puso la proa de su nao hacia la gruta donde<br />
podría guarecerse hasta que amainase la tempestad. Craso error, pues<br />
fueron directos a una muerte, si cabe más horrenda, que la de sus<br />
compañeros. De las entrañas de la sima surgió un monstruo igual al que<br />
mencionaban las leyendas. El ensordecedor ruido que emitía el animal,<br />
similar a un pulpo gigante, fue suficiente para paralizar de miedo a los<br />
78
avos vikingos, quienes, al ver venir hacia ellos a la bestia marina,<br />
soltaron los remos.<br />
Ni siquiera les dio tiempo a saltar por la borda, ya que el<br />
cefalópodo agarró la nave por el velamen, izándola a más de tres metros<br />
de altura y zarandeándola de forma espantosa. Con las primeras<br />
sacudidas ya cayeron la mitad de los tripulantes, así como restos de la<br />
quilla y los palos. Ragnar se sujetaba al timón con uñas y dientes, pero<br />
no había lugar seguro para ninguno. Cuando la bestia se aseguró de que<br />
los marinos habían caído al mar y eran devorados por un ejército de<br />
enormes tiburones blancos que aparecieron de la nada, puso toda su<br />
atención en el jefe de la tripulación.<br />
Aquella bestia tenía una inteligencia fuera de lo normal, pues<br />
esperó estar a solas con quien creía comandaba la nave de intrusos para<br />
darle un tratamiento especial. Del barco vikingo solo quedaba un trozo<br />
del suelo, formado a base de listones de madera, justo el que sostenía<br />
aún, y de milagro, el timón, con Ragnar pegado como una lapa. El<br />
gigantesco pulpo alzó al humano con uno de sus largos tentáculos,<br />
acercándolo a sus ojos, casi ciegos. Tras observarlo con detenimiento,<br />
quizá valorando la calidad de su alimento, se lo introdujo en la boca y,<br />
todavía vivo, se lo tragó sin masticar. Ese fue el fin de uno de los<br />
mayores jefes vikingos daneses de la historia.<br />
Desde el Monte del Cabo de Finisterre, Décimo Junio Bruto había<br />
sido testigo de la catástrofe sufrida por los que ni siquiera llegaron a ser<br />
sus enemigos, pues la naturaleza y los dioses hicieron bien su trabajo.<br />
Alberto Casado Alonso (Trujillo, Perú)<br />
79
Demon – Martin Lacasse http://500px.com/scabbedwingsphoto<br />
80
El descenso<br />
Tiemblo mientras vomito a cuatro patas todo mi ser en el suelo<br />
ardiente. No puedo dejar de llorar mientras padezco un dolor<br />
indescriptible en mi alma y en todo mi cuerpo. Mi cabeza está llena de<br />
pensamientos débiles, terribles, desesperantes. Siento impotente cómo<br />
se desgarran y se descomponen las fibras y órganos de todo mi cuerpo.<br />
Porciones de mí se van desprendiendo y cayendo en la roca,<br />
fundiéndose así con esta. Mis tripas crepitan al contacto de la superficie<br />
agrietada por la lava. Y todo lo caído se va reemplazando rápidamente<br />
por pedazos de piedra y metal; materia emergente que se eleva y<br />
empieza a recubrir mis cansados huesos.<br />
Cuando ya me siento completo, levanto la vista y allí más abajo los<br />
veo a ellos: seres inmundos que se desplazan, mientras arden, sin ningún<br />
sentido. Quiero odiarlos a todos, pero ya están muertos. Y a ellos no<br />
parece importarles su propio marchitar. Ya no existe en mí el miedo, la<br />
ira o el desprecio, aunque más allá del horizonte todo siga pareciendo<br />
rojo y negro. Tampoco los miro con lástima, eso también es cierto.<br />
Me yergo renacido y todos cesan su caminar. Me miran mientras<br />
siguen ardiendo. Ahora ellos forman parte de mi nuevo ejército. Y mis<br />
alas destrozadas no me volverán a crecer nunca más.<br />
Nicolás Aguilar (Valencia)<br />
http://tengaustedbuendia.wordpress.com/<br />
81
Tears of a clown – Debble https://www.flickr.com/photos/daybeezho/<br />
82
La celebración<br />
3 de septiembre<br />
Se apaga la vela de nuestro aniversario, del que habría sido el<br />
primero. Naturalmente que no pudimos lograrlo. Lo supimos desde el<br />
inicio; habría sido demasiado llegar juntos hasta aquí.<br />
El brillo de la última pavesa me recuerda al de tus ojos en las<br />
travesuras que realizabas en el circo donde te conocí. No pude esperar<br />
más, y esa misma noche hablé con su dueño, tu dueño, para que te<br />
vinieras conmigo.<br />
—Hombre, es cosa que no depende de mí. Ella deberá decidirlo.<br />
Tiemblo cuando me viene a la mente el recorrido de tu mirada a lo<br />
largo de mi cuerpo. Pusiste un mohín de indiferencia, media vuelta<br />
saltarina y, sí, te ibas conmigo con una condición: seguirías bailando,<br />
aunque solo lo hicieras para mí. El baile le daba razón a tu vida, a tu ser;<br />
y yo, con dos pies izquierdos.<br />
El olor de la cera derretida flota en el vacío de casa, este sitio que<br />
te fascinó en cuanto cruzamos la puerta.<br />
—Jo, ¡qué grande es esto!, cuánta luz.<br />
Las luces de colores cautivan por su espesura, más al emanar del<br />
brillo de tus trajes. Se creaban torbellinos de emociones que desconocía<br />
hasta entonces, dentro o fuera de estas paredes. La agilidad de tus<br />
piernas me producía un vértigo de droga. La delicadeza de tu cuerpo<br />
creaba la magia de una fantasía olvidada. Te necesitaba más y más.<br />
Volvía a toda prisa para estar contigo, para recibir la sorpresa de tu<br />
alegría, tu vitalidad.<br />
La gente comprende pocas cosas cuando la sacas del ordinario de<br />
su mundo. La sorpresa de la diseñadora de ropa quedó congelada en mi<br />
memoria. No podía ser, respondió. Tu talla resultaba un poco especial,<br />
pero el reto pudo ante su negativa, y ella misma se maravilló con el<br />
resultado de sus creaciones para ti, en exclusiva.<br />
Quizá algún día perdone a mis amigos. Maldigo la hora en que los<br />
invité a que te conocieran. Me miraron con cara de poco entendimiento.<br />
83
Sin embargo, mantuviste la sonrisa, el mentón alto y el orgullo con que<br />
bailaste para ellos y para mí. Aunque aquella noche los conquistaste con<br />
tu arte —tus giros en el aire, tu gracia—, me convertí en su comidilla. No<br />
aceptaban que yo viviera contigo.<br />
El salir se ha vuelto un acto de soledad, nadie quiere ir conmigo a<br />
ningún lado, mucho menos acompañarme con tu dicha, como cuando<br />
andábamos por las calles, cuando la gente me miraba como a un loco, y<br />
solo porque me reía de tus chistes y ocurrencias, las que me<br />
cuchicheabas al oído, ¿quién podía entender esta relación tuya y mía,<br />
cuando incluso quienes creía mis amigos me habían dado la espalda?<br />
Sé que nada perdura. Deseamos que las cosas se vuelvan<br />
interminables, pese a que luego te hartes de ellas con su monotonía,<br />
como bien me dijiste en tu lecho de muerte. No tuve lo suficiente de ti,<br />
tampoco pude darte más de lo que te entregué. Quise más por ti, para ti,<br />
aunque me gritaras siempre tu felicidad.<br />
Estoy cansado, dichoso. He bailado por horas bajo la luces de<br />
colores, hasta que la vela se hubo consumido. Gracias a ti aprendí que<br />
tengo un pie derecho al lado del izquierdo, y que con ellos puedo saltar,<br />
correr...<br />
La amargura de Alberto ya no me daña, como lo hizo el día en que<br />
partiste, cuando busqué consuelo en sus palabras.<br />
—No era más que una pulga, Joaquín. Recapacita, por el amor de<br />
Dios.<br />
Reconsidero. Ciertamente la locura viste de traje y corbata. Ahora<br />
he de apagar la luz, que está muy oscuro ya.<br />
José Luis Sandin (Valencia)<br />
http://josseluiss.blogspot.com/<br />
84
¿Dónde encontrar anteriores números de VALENCIA ESCRIBE?<br />
Número 0 (Marzo <strong>2014</strong>)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/23959<strong>05</strong>3/valencia-escribe<br />
Número 1 (Abril <strong>2014</strong>)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/24317623/valencia-escribe<br />
Número 2 (Mayo <strong>2014</strong>)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/25030771/valencia-escribe<br />
Número 3 (Junio <strong>2014</strong>)<br />
https://www.yumpu.com/es/document/view/25553855/valencia-escribe<br />
Número 4 (Julio/Agosto <strong>2014</strong>)<br />
http://www.yumpu.com/es/document/view/26206365/valencia-escribe<br />
En el interior de cada revista se incluye el enlace para su descarga (en<br />
formato pdf) desde el servidor Mediafire.<br />
Visita nuestro blog: http://valenciaescribe.blogspot.com.es/<br />
85
© Eulalia Rubio<br />
86