3.-Un millón de mundos contigo.pdf · versión 1

Capítulo 2
Aprendí de mi yo oscuro hace unos días, cuando visité por primera vez su dimensión. Pero sólo
me di cuenta de lo peligrosa que era cuando traté de irme a casa más temprano, sólo horas antes
de que terminara colgando por encima de Londres y ella me siguió allí.
Me siguió, me poseyó.
Acababa de saltar de vuelta a mi propio cuerpo después de una loca persecución para salvar a Paul
Markov, ¿cómo puedo llamarlo?. A través del multiverso, nuestros destinos están entrelazados en
formas bellas y trágicas. Hemos visto mundos donde nos rechazamos unos a otros, nos lastimamos
unos a otros, nos odiamos unos a otros y el conocimiento de lo terrible que podría resultar nuestro
romance nos devastó a los dos.
Pero tengo problemas mayores que mi vida amorosa.
En el momento en que volví a mi propia dimensión, abrí los ojos para ver a Theo encima de mí.
Parecía pálido y la prueba del terrible daño que le había hecho la droga Nightthief, la que hizo
posible que Theo de otra dimensión lo poseyera y nos espiara durante meses. Paul se había puesto
en peligro para encontrar una cura y salvar la vida de nuestro amigo.
-Llegaste aquí -dijo Theo con una sonrisa irónica.
-Bien, lo hiciste. ¿Cómo te sientes?.
-He estado mejor.
Su camiseta Beatles de imitación vintage colgaba de su cuerpo demasiado flaco. Los círculos oscuros
sombreaban sus ojos. Así que su primera pregunta parecía natural.
- Pero, bueno, tienes el antídoto ¿verdad? Los datos para la solución quiero decir.
Quiso decir el tratamiento para la exposición a Nightthief.
-Cierto. Te sentirás mejor en ningún momento.
Miré a mi alrededor en busca de mis padres, que necesitaban oír sobre los planes de Triad lo antes
posible. Habíamos creído que sólo una dimensión nos estaba espiando, tratando de manipular los
acontecimientos, pero había descubierto que la verdadera amenaza era una tercera dimensión, la
poderosa Oficina Central, que tenía planes mucho más oscuros que el mero espionaje.
-¿Dónde están mamá y papá?
-Estaban fuera cuando llegué aquí. Probablemente en los laboratorios de la universidad, tratando
de encontrar otra forma de salir de esto, o de construir otro Firebird.
Asentí distraídamente. No tenía sentido llamar a mi mamá y mi papá, los ilustres científicos que
crearon el dispositivo más milagroso de la existencia, rara vez recordaban encender sus teléfonos
celulares porque eso es demasiada tecnología. Pero no eran los únicos que me preocupaban.
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