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-Disculpa, pero a quien amo no es algo que puedas prescribir para mí, como un médico con píldoras.
-¿No lo entiendes?.- Su voz se levanta casi hasta un grito, resonando desde los muros de piedra. -
Veo a Theo cerca de ti y recuerdo haberle disparado. Te veo cerca de él y quiero sacudirte hasta que
reacciones. Este bruto… Cosa que mi padre trató de convertirme, que pensé que lo había enterrado.
Tal vez lo hice. Pero la fragmentación lo puso libre. Ya no soy bueno para ti, Marguerite. Nunca lo
volveré a ser.
-Sólo han pasado unos días. ¿Cómo puedes saberlo?.- Soy simpática con lo que Paul está pasando,
pero esta actitud derrotista tiene que parar. -Paul, no me lastimaste. Nunca me harías daño.
-No lo sabes. Y yo tampoco.- Cuando comienzo a protestar, Paul levanta una mano. El viento sopla
en el cuello de su camisa de lino blanco, revuelve su pelo rojizo. -No sabes cómo se siente, estar
estropeado. No sabes cómo es saber eso. . . Que te han robado a ti mismo.
Eso me detiene muy poco. No lo había pensado antes. La profundidad de la violación, la intimidad y
la brutalidad de ella, me hace estremecer.
-Ahora estás de vuelta. Sé que fue terrible, pero se que pondrás estar mejor.
-Esta no es una herida que puedas arreglar con una bandita. Esta más profundo.- Claramente
luchando por las palabras correctas, Paul permanece en silencio durante unos segundos antes de
que vuelva a hablar. -Mis pensamientos no se desarrollan de la manera que deberían. Mis
sentimientos me controlan demasiado. Desde tan lejos como puedo recordar, luché para ser un tipo
diferente de hombre de mi padre. Pero a veces me siento deseando reaccionar de la manera que lo
haría. Otras veces, la ira o el dolor parecen surgir de la nada; no tiene nada que ver conmigo, pero
me lleva más.
-No vas a convertirte en tu padre.- Esto creo mucho.
-Tal vez no. Pero no tengo ni idea de en qué me voy a convertir. Sólo una cosa es cierta. No soy la
misma persona de la que te enamoraste. He cambiado más de lo que jamás te habrás dado cuenta.
Y nunca más seré el mismo.- Sus ojos grises finalmente se encuentran con los míos. -Deberías salir
mientras puedas.
Él se aleja, así que ahora estamos ambos en la desesperación, ambos solos.
Después de un momento, decido quedarme en la tumba.
No estaba mintiendo cuando le dije a Theo que mi trabajo sería la distracción ideal. Ese día,
permanezco en el pasadizo durante horas, dibujando con la mayor delicadeza y precisión posible.
La belleza de las pinturas en las paredes me toca incluso a través de mi miseria, y me imagino mi
antiguo contraparte, sin duda llevando el delgado traje de algodón blanco y elaborado cuello de
cuentas que siempre muestran en las películas sobre el antiguo Egipto.
Copiar el trabajo de esa persona con cada detalle, cada punto culminante, es el tributo más alto que
puedo pagar al artista original. Y hacerlo bien me deja sentir que he tenido éxito en algo en medio
de todo este fracaso. Necesito ese sentimiento más de lo que debería. La única vez que mi trabajo
se vuelve difícil es cuando las lágrimas borran mi visión. Pero los saco de encima y me voy.
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