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veces trataban de la depresión y la soledad. Pero ninguno de ellos me había horrorizado más que
mi versión de la Oficina Central.
Hizo la orden de Triad. No dudaría en matar. Le encantaba causar dolor, que ella llamó su arte. Y
ella había secuestrado mi cuerpo, dejándome impotente.
Ella parecía estar a cargo, también, porque Theo le preguntó. -Entonces, ¿cuál es nuestra primera
tarea?.
-Averiguar qué están tramando.- Ella sonrió.
Sintiendo su sonrisa, sabiendo que disfrutaba convirtiendo mi cuerpo en una prisión de carne y
hueso, me revolvió más que cualquier otra cosa.
-Mis padres no son el tipo de personas que se rinden, aunque sea lo más inteligente que pueda
hacer, en cualquier universo. Pero una vez que las versiones aquí hayan sido engañadas unas
cuantas veces, saboteadas unas cuantas veces más. . . Bien, podríamos ser capaces de ponerlos en
línea todavía.
Theo asintió y la ayudó a ponerse de pie. -¿Y si no los hacemos trabajar por nuestra causa?.
Ella rió. -Entonces es hora de que esta dimensión muera.
El Firebird solo te permite visitar universos en los que existes, porque tu conciencia solo puede saltar
a otra versión de ti mismo. Me enorgullecí de cuidar bien a las otras Marguerites, de sacarlas de
cualquier peligro en el que las metí. Pero luego causé algunos problemas que no pude resolver. Una
versión de Theo nunca puede volver a caminar por mí. Otra Marguerite ha estado atrapada en una
conspiración multidimensional de la que nunca debería haber tenido que formar parte. Y una
segunda yo que habité durante casi un mes, en el que me di cuenta de que estaba enamorada de
Paul Markov y me fui a la cama con él ahora está esperando el bebé que concebí por ella.
Así que volví a mi propia dimensión humillada. Avergonzada. Determinada. Tenía que haber formas
más éticas de viajar por los mundos, formas que no pondrían en peligro ni violarían a nuestros otros
seres. Pero no tenía idea de lo profunda que era la violación hasta que otra Marguerite saltó hacia
mí.
-Mira este desorden. -refunfuñó la otra Marguerite en mi cuerpo, la que ya había empezado a
pensar como la Marguerite Malvada. Empujó una pila de papeles cubiertos de fórmulas
garabateadas, y se agitaron a la alfombra turca en el suelo. Mientras miraba a través de la habitación
a través de mis ojos, de los libros y de las plantas en maceta, la pared de pintura de pizarra con sus
ecuaciones de tiza y la mesa de arco iris que Josie y yo pintamos cuando niñas, ella no vio su casa.
En cambio, mis labios se curvaron en desprecio. -Primitivo. Desestructurado. Podrían vivir en una
cueva.
-Sí, bueno, tienes que quedarte un rato en esta cueva, así que acostúmbrate.- Theo retrocedió en
una de las sillas, apoyando sus Chucks en el borde de la mesa. -¿Cuál es el plan de juego?.
-Pretendemos pertenecer a aquí.- La Marguerite Malvada miró el brazalete de mi muñeca con
disgusto y luego lo deslizó. -Eres bueno en eso, lo sé. No los saboteamos de inmediato, esperamos,
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