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3.-Un millón de mundos contigo.pdf · versión 1

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Silencio. Mis padres se veian como si se estuvieran abrazandose. Detrás de ellos, fuera de foco, sólo

podía vislumbrar a Theo empujándose sobre sus codos, hundiendo la cabeza. Los ojos grises de Paul

se centraron en los míos.

-¿Crees que me conoces? La sonrisa de Wicked retorció mis labios. Ni siquiera te conoces hasta ayer.

Porque ya no eres un solo ser humano entero. Eres el monstruo de Frankenstein, todo cosido de

piezas de otras personas que nunca volverás a ser. Y los puntos podían romperse en cualquier

momento. . . "

Pero Pablo no retrocedió. -No sé si eres un oportunista o un sádico. No sé si eres un cobarde o un

conquistador. Pero sé que eres lo suficientemente inteligente como para reconocer una situación

de no ganar -y no creo que seas el tipo de suicidarse por despecho.

Mi voz cayó a un susurro cuando dijo. -Oh, hago muchas cosas por despecho, señor Markov.

-No lo dudo. -susurró Paul de nuevo. -Pero tú haces esas cosas a otras personas. No a ti mismo. Vete

ahora.

-Ahora sé cómo vamos a jugar esto.- dijo. -Es hora de cerrar las puertas.

Malvada dejó caer la mano en mi garganta, pero antes de que pudiera registrar alivio, golpeó a Paul.

La sangre roció caliente contra mi piel y ropa mientras sacudía su brazo herido, por puro reflejo le

dio a Malvada dn el momento en que necesitaba apoderarse de su Firebird. Mi mano trabajó los

controles mareada sobre mí de nuevo. El mundo se oscureció y, pero incluso mientras me

balanceaba en mis pies, sabía que mi cuerpo era el mío de nuevo.

Malvada se había ido.

-Paul, ¿estás bien?.

Estiré la mano hacia su brazo, y Paul se apartó de mi contacto. Por un momento sólo pudimos

mirarnos el uno al otro. Entonces me di cuenta que todavía estaba sosteniendo la hoja, ahora

manchada con su sangre.

Paul había reaccionado instintivamente. Inteligentemente, dado que seguía sosteniendo el arma

que lo había dañado. Pero al verlo alejarse de mí, me envió un escalofrío por las venas.

Ya se había estado cuestionando a sí mismo, negándose a creer en nuestro amor.

Ahora tampoco podía creer en mí.

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