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SE RUEGA DIFUNDIR - El avisador malagueño

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Por José Antonio Barberá<br />

DESDE LA O<strong>SE</strong>RA<br />

LA PLAZA DE LA MERCED<br />

¡Ese niño, ese niño, que se va a caer!, ¡hay que ver este niño, que no para!,<br />

¡chiquillo, ven “p’aca”, deja las palomas tranquilas! Estas y otras expresiones, al igual que hace muchos<br />

años, se continúan escuchando a determinadas horas del día en esta hermosa plaza, posiblemente<br />

desde que fuese tomada como hábitat por las palomas y como lugar de esparcimiento por los niños, que<br />

difícilmente se caen, que para eso está “san Rorro”, para protegerlos y en lo de parar y dejar a las palomas<br />

tranquilas, no va a ser fácil, porque con lo entretenido que es verlas correr todo lo que pueden con sus<br />

cortas patitas y tratar de cogerlas, pues…que si quieres arroz Catalina, o sea, que ni oyen lo que escuchan,<br />

ni les interesa.<br />

Pero del querer cogerlas al poderlo<br />

hacer, hay alas y cuando el chipilín está a<br />

pique de poner sus pequeños dedos sobre<br />

las plumas de la cola…¡zas! a volar, con la<br />

consiguiente decepción del pequeño que ya<br />

esperaba tenerla entre sus manos, pero dura<br />

el tiempo que tarda en mirar hacia otro lugar<br />

y…por allí van más ¡a por ellas! Y otro<br />

poco de lo mismo, así hasta el agotamiento<br />

del pequeño o del familiar de turno, que<br />

cansado de correr tras él, lo aprisiona fuertemente<br />

de la mano para que no vuelva a<br />

escaparse. Él sólo quiere jugar con ellas,<br />

como hicimos tantos en esa temprana edad<br />

en que todo comienza y todo asombra, posiblemente<br />

igual que aquel <strong>malagueño</strong> que nació en una de las dos soberbias manzanas de casas que están<br />

frente a la plaza donde juega, que fueron mandadas a construir en el último tercio del siglo XIX, por el<br />

opulento banquero don Antonio Campos Garín, marqués de Iznate, sobre un suelo que anteriormente fue<br />

considerado sagrado, el que ocupase el convento de Santa María de la Paz. Ese niño que posiblemente<br />

también fuese seguido por su madre con un “Pablito, ten cuidado” y que fue bautizado en la cercana iglesia<br />

del Señor Santiago, con el paso del tiempo los humanos le harían importante por su diferente forma de<br />

realizar el arte de la pintura; pero eso fue hace mucho tiempo, y el niño que ahora juega, nada sabe de eso<br />

ni de las palomas que pintara Pablo, ya lo aprenderá más adelante, ahora quiere continuar sus juegos con<br />

las de verdad.<br />

Y mientras el pequeñuelo continúa su ir y venir tras las palomas, nosotros, si a ustedes les parece<br />

oportuno y me acompañan con su lectura, vamos a entrar en la muy extensa historia de esta magnífica<br />

plaza, aunque de abreviada manera, para no tener que descansarnos de ella a la sombra, en uno de sus<br />

bancos.<br />

Guillén Robles en su Málaga Musulmana dejó escrito que en este lugar, al que los cristianos llamaron<br />

el Arrabal por encontrarse en la época árabe fuera del recinto amurallado, donde se abría la gran<br />

Puerta de Granada, existió un teatro romano, como lo atestiguaron los restos de bóvedas y la galería que<br />

se encontraron al abrir los cimientos de lo que fue Hospital de Santa Ana y Convento de la Paz. Los árabes<br />

debían conocer algo sobre él, ya que a la puerta que cerraba la ciudad en esta parte de la muralla la<br />

llamaron Bib-Amalaab o Puerta del Teatro.<br />

<strong>El</strong> campo que allí existió fue lugar de duros combates durante el cerco que le hicieron sus Católicas<br />

Majestades Isabel y Fernando a Málaga, que una vez finalizado con la toma de la ciudad, eligieron<br />

este mismo lugar para la solemne ceremonia de la entrega de la ciudad, y de allí partió el ejército cristiano<br />

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