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SE RUEGA DIFUNDIR - El avisador malagueño

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Una cosa curiosa es el hecho de que aunque Ajit, naciera en Kapurthala, en su pasaporte se decía<br />

que lo hizo en París y en 1909, lo cual es bastante confuso, porque si por un lado escribe Anita sobre las<br />

penalidades que hubo de soportar en Kapurthala, en el alumbramiento de su hijo, luego parece desdecirse<br />

en otro pasaje de su diario cuando afirma que su hijo vio la luz por primera vez en la capital francesa<br />

(¿dónde nació realmente su hijo?)<br />

Aquellas penalidades con las que afrontó el nacimiento de su hijo, hicieron pensar a todos que tanto<br />

el bebé como la madre podrían morir en dicho parto. Anita estaba muy asustada y se encomendó a su<br />

Virgen de la Victoria, para que salvara a su hijo y a ella, prometiéndole que le regalaría el manto más bonito<br />

que pudiera hacer manos humanas, para que ella lo luciera.<br />

Al final, tanto el niño como la madre hubieron de superar aquel doloroso trance, salvándose ambos.<br />

<strong>El</strong> maharajá, le encomendó a Anita, que su hijo debía educarse según los cinco preceptos básicos de<br />

la religión Sikh, unas reglas que se centraban en el RES, el<br />

KARA, el KANGA, el KACHHA y el KIRPAN, reglas de<br />

oro de los Sikh, que le debían hacer observar a su hijo,<br />

durante toda su existencia.<br />

Fue la única imposición que puso este maharajá,<br />

dado que él era un hombre tolerante con todas las religiones,<br />

tanto es así que mandó erigir un templo para cada una<br />

de las religiones que se practicaban en su principado. <strong>El</strong><br />

maharajá estaba tan contento con el nuevo hijo que Anita<br />

le había dado, que mandó, para festejarlo, que le dieran<br />

comida a todos los súbditos de su principado, que se declarara<br />

ese día como fiesta nacional y que llenaran los estanques<br />

de palacio con champagne francés.<br />

Con el tiempo, el hijo de Anita, comentaba que su<br />

madre hubo de ser muy fuerte, al tener que educar a su hijo<br />

como Sikh, siendo ella de convicciones cristianas.<br />

Anita ante la imposibilidad de tener estampas de<br />

vírgenes en el palacio, adaptó un mueble en el que, al no<br />

disponer de estampas de vírgenes, puso estampas y estatuillas<br />

de bellas mujeres con manto, a las que ella denomina-<br />

ba, “mis vírgenes” y a las que les rezaba, diariamente<br />

acordándose de su Virgen de la Victoria, patrona de Mála-<br />

ga. Nada más hubo recobrado la salud, después del parto, pidió a la institutriz madame Dijón, que mandara<br />

hacer, en los talleres del más afamado modisto de París, mesie Chez Paquín 2 , el más bello manto, para<br />

que lo luciera su Virgen de la Victoria.<br />

<strong>El</strong> maharajá sobre elefante<br />

Según sus palabras, ella quería que su Virgen de la Victoria luciera mejor que ninguna en España.<br />

Cuando llega el manto a Málaga y éste es ofrecido a las autoridades eclesiásticas, el manto es rechazado<br />

por las camareras de la Virgen y por muchas de las mujeres de entonces, por considerar que este<br />

manto era fruto del pecado, según las habladurías de las gentes. Incluso se alzaron algunas voces para que<br />

este manto fuera tirado al mar. Las autoridades eclesiásticas, que no eran tontas, recibieron el obsequio y<br />

lo guardaron, pero nunca lo lució la Virgen de la Victoria, como había sido el deseo de Anita.<br />

En una de las visitas de Anita, a Málaga, pudo ver que a pesar de todo, el manto estaba bien custodiado<br />

por el obispado en su Museo Catedralicio.<br />

Su tata Joaquina, estaba muy preocupada por la alimentación de Anita, ya que sabía que ésta no<br />

comía de todo. Tanto insistió a los padres de Anita, diciendo incluso, que allí, en la India, seguro que le<br />

daban de comer “bocadillos de serpiente”, que los padres contagiados por esa infundada preocupación,<br />

decidieron comprarle un jamón de Jabugo y un queso manchego, los cuales se lo mandaron a su palacio<br />

2<br />

Estaba considerado como el modisto más importante de París y al que acudían todas las monarquías del mundo para que le<br />

realizaran sus trajes, entre sus clientes se encontraba el Sha de Persia.<br />

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