SE RUEGA DIFUNDIR - El avisador malagueño
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“EL OTRO JABEGOTE”<br />
Por Juan G. Arrabal Granados<br />
TIEMPO DE DEVOCIÓN POPULAR<br />
Dormitaba yo en mi jábega cuando una brisa de oriente me ha traído recuerdos<br />
del Galileo. Vayamos pues a tierra porque se avecina una luminosa mañana<br />
de Ramos. Una mañana como todas las mañanas de nuestra Málaga pero<br />
ésta, trae aromas distintos. Ya no huele a mirra y el oro lo hemos utilizado para<br />
engarzar el Misterio de la Redención. <strong>El</strong> incienso trasportará su perfume desde el<br />
establo de Belén e inundará las naves de este templo que será nuestra ciudad dentro de unos días. No, no<br />
se asusten, nunca más lejos de intentar hacer un pregón de Semana Santa. Mi intención, hoy, no es otra<br />
que la de intentar justificar un sentimiento muy <strong>malagueño</strong>, una expresión de religiosidad distinta, chocante<br />
para algunos pero, indudablemente una manifestación de fe sólo igualable en otros puntos de nuestra<br />
geografía andaluza.<br />
Muchas son las razones por las que el pueblo llano y sencillo<br />
se volcará con sus cristos y vírgenes en los próximos días, pero<br />
una buena parte de culpa la tiene la leyenda, o la historia, o como<br />
cada uno quiera llamarlo, que rodea a nuestras hermandades pasionistas<br />
y en especial a sus imágenes. Una de tantas leyendas,<br />
pero probablemente la menos conocida o de las menos populares<br />
es la que rodea al Nazareno de Viñeros. En principio la leyenda<br />
viene a justificar la presencia de arcabuceros de los Tercios de<br />
Flandes en su comitiva durante la entrañable noche de nuestro<br />
Jueves Santo.<br />
A esta imagen se le atribuyen varios milagros teniendo<br />
especial repercusión el del brazo derecho de la imagen que durante<br />
un tiempo fue venerada como reliquia. Prueba de este hecho es la<br />
existencia de acta notarial de entrega y recepción de dicho brazo<br />
objeto del milagro y que fue custodiado, antes de ser expuesto a la veneración de los fieles, en el convento<br />
del Cister. Allí lo entregó para su custodia don Miguel Dolz, padre de una monja, quien a su vez y tras el<br />
prodigio lo recibió de manos del venerable fray Miguel del Pozo, O.M. Esta acta notarial fechada el 24 de<br />
mayo de 1765, después de fallecido el citado fraile, tiene por objeto dar fe de la devolución del brazo para<br />
que sea colocado en la imagen ya que, después del milagro, hubo de ser cortado ante la imposibilidad de<br />
que recuperase su postura original.<br />
Iglesia de la Merced en 1920<br />
Vayamos a los hechos. En Málaga se estaba organizando un tercio de infantería que debería marchar<br />
a Flandes. Al banderín de enganche acudían gentes de lo más variopintas, pero sin duda y a la prueba<br />
me remito, también debió acudir gente de profunda formación religiosa puesto que ante la inminente partida,<br />
pasó por el convento mercedario para hacer particular acto de penitencia y confesar sus pecados.<br />
Diego Vázquez Otero, en su libro Leyendas y Tradiciones malagueñas (1947) y reeditado por Ediciones<br />
Arguval – Málaga 1987 – Selección Alcazaba – Tomo II, describe a nuestro hombre con “porte<br />
distinguido. <strong>El</strong> cuerpo mediano, airoso y bien plantado”. Entró en el templo con la marcialidad propia<br />
del carácter castrense y en especial de quien luce uniforme militar. Se cree que el horario conventual señalaba<br />
completas, es decir, las seis de la tarde y el recinto, carente de culto en ese momento, se encontraba<br />
un tanto en tiniebla. Pasó ante los distintos altares y se detuvo ante el único donde permanecía una vela<br />
encendida que alumbraba la efigie de Jesús de Viñeros. Prosiguió su deambular, pensativo, dudando hasta<br />
que sus pasos lo llevaron hasta un confesionario. Se arrodilló ante el fraile que ocupaba su interior y después<br />
de un Ave María Purísima, fue desgranando sus miserias de forma lenta. Su confesión fue larga y<br />
sus pecados tendrían que ser de tal gravedad que el mercedario, irritado y a voz en grito proclamó: ¡No te<br />
absuelvo!, ¡no puedo perdonar tus pecados!<br />
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