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SE RUEGA DIFUNDIR - El avisador malagueño

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del L´<strong>El</strong>ysée. Después del parto, cuando las fuerzas se lo permitieron,<br />

comienza a viajar, junto a su esposo, por muchos países y<br />

a alternar con todas las aristocracias del mundo, especialmente<br />

con las europeas. Esa práctica no la abandonaría jamás, eran<br />

esos viajes, para ella, como una evasión de los rigores de su encierro<br />

dorado en Kapurthala. Primero van a París donde su familia<br />

la está esperando para conocer al nuevo miembro de la familia.<br />

Aunque el bebé fue siempre bien recibido, la madre se mostraba<br />

intranquila, al no habérsele bautizado al nieto de forma<br />

cristiana. <strong>El</strong>la no paraba de decir que el niño estaba “moro” 3 y<br />

que si le pasaba algo, nunca iría al cielo. Tan obsesionada estaba<br />

con aquel asunto, que un día aprovechando un descuido, cogió a<br />

su nieto, y liado en una mantita, se lo llevó a la catedral de Notre<br />

Dame, de la capital francesa y allí ella, de forma clandestina e<br />

intuitiva, metiendo los dedos en la pila del agua bendita, le realizó<br />

una cruz en su frente declarándole bautizado. Cuando Anita<br />

se enteró de lo que había hecho su madre, pidió a todos que<br />

guardaran el secreto para siempre, dado que aquello podría traerle<br />

problemas serios con su esposo.<br />

Anita cuenta en sus diarios una anécdota muy curiosa y<br />

que narra con bastante desenfado.<br />

Un día, el maharajá y Prem Kaur, fueron invitados a una<br />

fastuosa cena que se celebraba en uno de los palacios más ricos<br />

de toda la India. <strong>El</strong> anfitrión era un opulento Nawab musulmán,<br />

Anita junto al manto<br />

por lo que atendiendo a la más estricta cortesía, el maharajá le<br />

pidió a Anita, que como el anfitrión era musulmán, ellos debían rechazar cualquier producto del cerdo o<br />

las bebidas alcohólicas, dado que la religión de aquel rico musulmán lo prohibía. Anita estuvo de acuerdo<br />

y así se propuso hacerlo. Los invitados, gentes muy importantes, pasaron a un enorme salón, donde todos<br />

los muebles y paredes eran de plata maciza, sólo la cubertería no era de plata, ésta era de oro.<br />

<strong>El</strong> musulmán ubicó a Anita junto a él, en un lugar de la mesa y a Jegatjit, lo puso retirado de ellos.<br />

Nada más comenzar a cenar, unos criados le ofrecieron a Anita unas lonchas de jamón que venían en<br />

bandejas de oro. Anita atendiendo a los consejos de su esposo, las rechazó, muy a pesar suyo, pero pudo<br />

observar, cómo el musulmán se apartó unas buenas lonchas en su plato. Luego otro criado pasó sirviendo<br />

champaña francés y Anita volvió a declinar el ofrecimiento. No obstante el musulmán llenó su copa de<br />

champaña, ante la mirada extrañada de Anita. <strong>El</strong>la no pudiendo aguantar más la curiosidad, le preguntó al<br />

musulmán, que si él tenía alguna prerrogativa que le permitía comer y beber aquello que le prohibía el<br />

Corán. <strong>El</strong> musulmán, que era un hombre poco practicante, le comentó entre risas, que él no había faltado<br />

a sus preceptos religiosos, ya que antes de comenzar, había bautizado al jamón con el nombre de faisán y<br />

al champaña como limonada, por lo que él había comido faisán y había bebido limonada y eso no es ir en<br />

contra de la religión. Tras escuchar atónita, las explicaciones del Nawab, dirigió su mirada a uno de los<br />

criados y le dijo: ¡“póngame faisán”! Aquello sirvió para que el Nawab, riera de buena gana mientras su<br />

marido la observaba, extrañado, sin entender qué era lo que estaba pasando.<br />

Fruto de los constantes viajes, que por aquellas fechas venía realizando, son las 71 cartas que Anita<br />

envió a su antiguo y querido preceptor don Narciso Díaz de Escovar y que se encuentran en el museo<br />

<strong>malagueño</strong> de Artes y Costumbres Populares.<br />

De estas cartas se denota la gran nostalgia que sentía Anita por su Málaga natal, de ahí que constantemente<br />

le preguntara a don Narciso, sobre como se encontraban algunas amigas o conocidos de ella,<br />

así cómo por cosas de la ciudad. (Continuará)<br />

3 En Málaga, se solía decir, que un niño estaba “moro”, si éste no había sido bautizado.<br />

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