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SE RUEGA DIFUNDIR - El avisador malagueño

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Desolado y titubeante se retiró del confesionario y así deambuló por el interior de la iglesia. No<br />

sabía si continuar allí o huir despavorido aunque las fuerzas no le acompañaban. Así, vino a quedar nuevamente<br />

ante la lámpara encendida que daba luz al Señor de Viñeros aguantando sobre su hombro su pesada<br />

cruz. Detuvo su vista ante los ojos del Nazareno, de mirada serena pese al dolor; el rostro tumefacto<br />

y la cabeza coronada de espinas daban un mayor dramatismo al momento y así, con la mirada puesta en<br />

Él, se postró de rodillas, llorando su dolor y su arrepentimiento. Pidió perdón una y no se sabe cuántas<br />

veces más desde lo más profundo de su corazón y tal fue su propósito de enmienda que el Altísimo permitió<br />

que la efigie, realizando un portentoso milagro, despegara suave y lentamente su brazo de la cruz, y le<br />

impartió la bendición perdonando así sus graves pecados.<br />

Pero el milagro no sólo fue ese sino que, probablemente, Dios quiso poner de manifiesto su voluntad,<br />

al dejar separado el brazo de la cruz y no haber forma humana de volverlo a su sitio, de que hay que<br />

perdonar por graves que sean las culpas y exista el verdadero propósito de no volver a incurrir en falta<br />

grave.<br />

Por motivos de espacio no voy a<br />

transcribir el documento mediante el cual,<br />

la religiosa sor María de San Miguel, hija<br />

de don Miguel Dolz Montañés, hizo entrega<br />

del brazo a fray Francisco Ramírez,<br />

mercedario, para que se le diese culto.<br />

Este brazo fue trasladado al convento de<br />

la Merced donde recibió culto durante<br />

muchos años y después, como de tantas<br />

cosas en esta Málaga bendita, pasó como<br />

en aquellas historias del pobre Fernández,<br />

personaje de Pepe Iglesias (<strong>El</strong> Zorro), en<br />

Principio años 50 – Arcabuceros en la Hermandad de Viñeros<br />

la radio, cuando la tele no existía: que de<br />

él, nunca más se supo.<br />

Como he referido al principio, esto justifica que un grupo de hermanos de Viñeros, vestidos a la<br />

usanza de las milicias de la época, acompañen a su Cristo, armados de sus picas, horquillas y mosquetes,<br />

en la noche del Jueves Santo <strong>malagueño</strong>. Ésta fue una idea del que fuera hermano mayor de la cofradía en<br />

los años 50, Sebastián Souvirón Utrera, <strong>El</strong> Jabegote, como se firmaba.<br />

Contemplando esta estampa vuelan los sentidos y nos inventamos en nuestra imaginación otro tipo<br />

de Semana Santa, mucho más severo, en un entramado de calles muy distinto al de ahora. La época medieval<br />

(según también Diego Vázquez Otero, en la misma obra citada) “nos presenta una Málaga rodeada<br />

de murallas que parten de la Alcazaba, frente a la torre del Tiro para recorrer lo que hoy es calle<br />

Álamos, Carretería, Pasillo de Santa Isabel hasta llegar a las Atarazanas y desde allí, por lo que hoy es<br />

la Acera de la Marina, Torre de los Siete Arcos y la Cortina del Muelle, llegaba hasta la actual Aduana.<br />

A lo largo de este recorrido de piedra se levantaban 74 torres que con la Alcazaba y el Castillo, sumaban<br />

las 200 que defendían esta gran ciudad llamada por los poetas árabes: frente de mujer hermosa”.<br />

Recién conquistada Málaga ya se establecieron las primeras hermandades entre las que figuran la<br />

Sangre, Ánimas y Ciegos y Viñeros entre otras, por citar las más antiguas (esta última nació primeramente<br />

como gremial y en 1615 se hizo de culto y procesión). La de Espartería, la de Antequera, la de Buenaventura,<br />

la de Granada y la que había sobre el puente de piedra sobre el Guadalmedina con dos importantes<br />

torres, situada a la altura de Santo Domingo. Una ciudad más de color sepia, y procesiones con sus<br />

flagelantes y los quita sangre; túnicas de cola y cirios, o mejor hachones de tres pabilos hiriendo el cielo<br />

con sus titubeantes llamas, alumbraban de cera el sagrado cortejo en su discurrir por callejas y plazoletas.<br />

La foto a todo color que vemos hoy es muy distinta. Los cargadores del muelle han sido sustituidos por<br />

hermanos cofrades y los humildes tejidos de los penitentes se han convertido en raso y terciopelo. Insignias<br />

de rica orfebrería y más bastones que velas, son ¿como más elegantes? Algunas hermandades reorganizadas,<br />

se quieren ajustar en lo posible a aquella estética pero hasta el recogimiento del público se ha<br />

perdido en gran medida dañando notablemente al “simulacrum”. Hordas de fariseos que toman por progreso<br />

el botellón y la música a toda pastilla ponen un contrapunto grotesco y soez a la manifestación artís-<br />

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