Uxmal Algún día en la vida tendría que saldar esta deuda con la historia, la raza y la cultura: rendirme ante el poderío de la civilización maya. Ya mis pies, graduados en caminos, habían recorrido incansables, por selvas y montañas del Perú, las ciudades y fortalezas de los incas y en Méjico los grandes monumentos de los aztecas. Y el día llegó: cargué mi morral de viajero empedernido y aterricé en Mérida, capital del estado mejicano de Yucatán. Los mayas extendieron durante 2.000 años su imperio por cinco estados de Méjico y por cuatro países de América Central: Guatemala, Belice, Honduras y el Salvador. Los historiadores comparan a los aztecas con los romanos, por su carácter bélico y a los mayas con los griegos por sus aportes a la cultura y a la astronomía. Como los grandes pueblos de la tierra los mayas estamparon su firma en la literatura universal con magnas obras como el Popol Vuh y el Chilam Balam. Definitivamente conquistados por los españoles en 1697, la cultura maya se niega a morir; todavía sus descendientes hablan 44 dialectos surgidos durante el imperio. 50 Me dirigí primero a la universalmente célebre ciudadela de Chichén Itzá, cuya pirámide llamada El Castillo y levantada en honor del dios Kukulkán, versión maya de la Serpiente Emplumada, es una de las modernas siete maravillas de la Humanidad. La pirámide tiene cuatro lados, de 55 metros de largo cada uno y 25 de altura. En total son 365 escalones, 91 por cada lado y uno más en la cima rematada por un templo rectangular. Este monumento, por su perfección y significado, hace las veces, entre los mayas, del Partenón entre los griegos. Forman parte del conjunto el Templo de los Guerreros, el Juego de la Pelota y el Templo de las 1.000 columnas. El suelo de Yucatán es calcáreo y la ausencia de ríos es total. Hay innumerables lagunas subterráneas llamadas cenotes. De ellos se extrae todavía el agua. El Gran Cenote de Chichén Itzá mide 60 metros de diámetro y 15 de profundidad y a él arrojaban los mayas a niños, mujeres y objetos de oro, como ofrendas rituales. Visité allí cerca tres cenotes igualmente sagrados. Para ello monté en los trucks, que son carros que se desplazan sobre rieles y son tirados por caballos. Esas vías férreas fueron el medio de transporte utilizado en las haciendas henequeneras (cabuya) que fueron la riqueza de Yucatán hasta que apareció el nylon. Las haciendas ya no existen pero quedaron los rieles. Todas las ciudades mayas que visité se encuentran en los estados de Yucatán y Quintana Roo. Mayapán fue sede de la llamada Liga de Mayapán, que reunía caciques de Uxmal y Chichén Itzá. Se encuentra, como todas, en medio de la selva. Desde la cima de la pirámide se goza del espectáculo de la ciudad con sus calles, templos, lugares de sacrificio y de habitación. La pirámide tiene 9 cuerpos y 15 metros de altura. La siguiente ciudad fue Elk Balam, palabra que significa jaguar negro y abarca 12 kilómetros cuadrados. El inmenso conjunto tiene dos murallas y 45 estructuras entre las cuales Cenote Sagrado sobresalen el Centro Ceremonial, el Palacio Oval, el juego de la pelota, la Acrópolis, las Pirámides Gemelas y el arco de entrada. Embelesado subía las pirámides cuyo acceso es permitido y me perdía entre las construcciones de piedra admirando, pensando e imaginando. El interés y veneración por las grandes civilizaciones del pasado es crucial en mi vida. En este banquete de ciudades y monumentos visité enseguida Coba, cuya pirámide, de 45 metros, llamada Nohoch Mul, es la más alta de Yucatán.
Lugar de sacrificio en Chichén Itzá 51