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Samuel Noah Kramer <strong>La</strong> <strong>Historia</strong> Empieza En <strong>Sumer</strong><br />
también, protegido de Inanna; es ella, precisam<strong>en</strong>te, asegura, qui<strong>en</strong> le ha colocado <strong>en</strong> el<br />
trono de Aratta.<br />
Después de haber hablado así el heraldo, el señor de Aratta respondió:<br />
«Oh, heraldo, dirígete a tu rey,<br />
el señor de Kullab, y dile:<br />
"A mí, el señor digno de la mano pura,<br />
<strong>La</strong> real... del cielo,<br />
la Reina del cielo y de la tierra,<br />
<strong>La</strong> Dueña y Señora de todas las leyes divinas, la santa Inanna,<br />
Me ha traído a Aratta, el país de las puras leyes divinas,<br />
Me ha hecho cercar la 'cara del País Alto'<br />
como de una inm<strong>en</strong>sa puerta.<br />
¿Cómo sería posible <strong>en</strong>tonces que Aratta se sometiese a Uruk?<br />
¡No! ¡Aratta no se someterá a Uruk! ¡Vete y díselo!"<br />
Entonces, el heraldo le informa de que Inanna ya no está de su lado, sino que,<br />
si<strong>en</strong>do como es «Reina del Eanna, <strong>en</strong> Uruk», ha prometido a Enmerkar la sumisión de<br />
Aratta.<br />
Cuando hubo hablado así,<br />
El heraldo respondió al señor de Aratta:<br />
«<strong>La</strong> gran Reina del cielo,<br />
que cabalga las formidables leyes divinas,<br />
Que habita <strong>en</strong> las montañas del País Alto, del país de Shuba,<br />
Que adorna los estrados del País Alto, del País de Shuba,<br />
Porque el señor, mi rey, que es su servidor,<br />
Ha hecho de ella la "Reina del Eanna",<br />
¡El señor de Aratta se someterá!<br />
Así se lo ha dicho ella <strong>en</strong> el palacio de ladrillos de Kullab.»<br />
Para no alargar demasiado este capítulo, vamos a resumir únicam<strong>en</strong>te, sin traducir<br />
paso a paso, la continuación del poema:<br />
El señor de Aratta, «consternado y afligidísimo» por esta noticia, <strong>en</strong>carga al<br />
heraldo de incitar a Enmerkar a recurrir a las armas, manifestando que él, por su parte,<br />
preferiría un combate singular <strong>en</strong>tre dos campeones, designados cada uno de ellos por los<br />
dos bandos cont<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes. Sin embargo, continúa dici<strong>en</strong>do, puesto que Inanna se ha<br />
declarado <strong>en</strong> contra de él, estaría dispuesto a someterse a Enmerkar, con la única<br />
condición de que éste le <strong>en</strong>víe grandes cantidades de grano. El heraldo regresa<br />
apresuradam<strong>en</strong>te a Uruk y, <strong>en</strong> el patio del Parlam<strong>en</strong>to, da el m<strong>en</strong>saje a Enmerkar.<br />
Antes de ponerse a actuar, Enmerkar efectúa diversas operaciones <strong>en</strong>igmáticas,<br />
que parec<strong>en</strong> formar parte de un ritual. Después, habi<strong>en</strong>do tomado consejo de Nidaba,<br />
diosa de la Sabiduría, hace cargar de grano sus acémilas y ord<strong>en</strong>a al heraldo que las<br />
conduzca a Aratta y que las <strong>en</strong>tregue allí al señor de aquella ciudad. Pero el heraldo es<br />
portador, al mismo tiempo, de un m<strong>en</strong>saje <strong>en</strong> el cual Enmerkar, jactándose de su propia<br />
gloria y de su poderío, reclama al señor de Aratta cornalina y lapislázuli.<br />
A su llegada, el heraldo descarga el grano <strong>en</strong> el patio del palacio y transmite su<br />
m<strong>en</strong>saje. El pueblo, alegre y gozoso, <strong>en</strong>tusiasmado por la traída del grano, está dispuesto<br />
a <strong>en</strong>tregar a Enmerkar la cornalina pedida y a hacerle construir sus templos por los<br />
«ancianos». Pero el <strong>en</strong>colerizado señor de Aratta, después de haberse jactado, a su vez, de<br />
su gloria y de su poderío, toma a cu<strong>en</strong>ta suya la demanda que le ha hecho Enmerkar y, <strong>en</strong><br />
los mismos términos que éste, le reclama la <strong>en</strong>trega de cornalina y lapislázuli.<br />
Al regreso del heraldo, parece, según el texto, que Enmerkar consulta los<br />
presagios y se sirve, a tal efecto, de una caña sushima que él hace pasar «de la luz a la<br />
sombra» y «de la sombra a la luz», y que termina por cortar (?). Después vuelve a <strong>en</strong>viar<br />
el heraldo a Aratta; sin embargo, esta vez, por todo m<strong>en</strong>saje, se cont<strong>en</strong>ta con confiarle el<br />
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