el intelectual y el estadista: reflexiones sobre ... - Aníbal Romero
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El conflicto entre la manipulación y la creación ha sido visto por Kissinger<br />
como <strong>el</strong> enfrentamiento entre dos perspectivas filosóficas y dos estilos políticos<br />
que, reducidos a las personalidades que les encarnan, distinguen al "<strong>estadista</strong>"<br />
d<strong>el</strong> "profeta": "El <strong>estadista</strong> manipula la realidad; su meta principal es la<br />
supervivencia; se siente responsable no solo por <strong>el</strong> mejor sino también por <strong>el</strong><br />
peor resultado concebible. Ve la naturaleza humana con suspicacia y está<br />
consciente de muchas grandes esperanzas que han fracasado, de muchas<br />
buenas intenciones que no pudieron materializarse, d<strong>el</strong> egoísmo, la ambición y la<br />
violencia... Para <strong>el</strong> <strong>estadista</strong>, <strong>el</strong> gradualismo es la esencia de la estabilidad... Por<br />
<strong>el</strong> contrario, d<strong>el</strong> profeta se preocupa menos de manipular que de crear la realidad.<br />
Lo que es posible le interesa menos que lo que es 'verdadero'... Cree en<br />
soluciones totales y le preocupa menos <strong>el</strong> método que <strong>el</strong> propósito. Cree también<br />
en la perfectibilidad d<strong>el</strong> hombre... y objeta <strong>el</strong> gradualismo como una concesión<br />
innecesaria a las circunstancias. El profeta lo arriesgará todo porque su visión<br />
tiene para él un significado primordial. Paradójicamente, su perspectiva optimista<br />
<strong>sobre</strong> la naturaleza humana le hace más intolerante que <strong>el</strong> <strong>estadista</strong>. Si la verdad<br />
puede conocerse y es obtenible, sólo la inmoralidad o la estupidez pueden<br />
impedir que <strong>el</strong> hombre la realice". 6 Para Kissinger, <strong>el</strong> profeta y <strong>el</strong> <strong>estadista</strong><br />
representan dos extremos, la expresión de un <strong>el</strong>emento inexorable de la historia,<br />
<strong>el</strong> conflicto entre la "inspiración", es decir, la voluntad de crear, de trascender la<br />
realidad, y la "organización", es decir, la necesidad d<strong>el</strong> orden, de la estabilidad y<br />
<strong>el</strong> equilibrio en los asuntos humanos. La tensión se plantea entre los dos grandes<br />
símbolos de los ataques al orden: <strong>el</strong> conquistador y <strong>el</strong> profeta, que buscan la<br />
universalidad y la eternidad, y <strong>el</strong> <strong>estadista</strong> que debe sospechar de esos esfuerzos<br />
hacia la búsqueda de absolutos que implican "una negación de los matices, un<br />
rechazo de la historia". 7 En opinión de Kissinger, la contienda entre <strong>el</strong><br />
conquistador y <strong>el</strong> profeta, por un lado, y <strong>el</strong> <strong>estadista</strong> por <strong>el</strong> otro, es "trágica y<br />
necesariamente inconclusa, porque <strong>el</strong> <strong>estadista</strong> tratará al profeta como una<br />
manifestación política, y <strong>el</strong> profeta juzgará al <strong>estadista</strong> con criterios<br />
trascendentales. El profeta, por más puros que sean sus motivos, paga por los<br />
profetas 'falsos' que le han precedido, y es de estos últimos que intenta ocuparse<br />
<strong>el</strong> <strong>estadista</strong>. Y por su parte <strong>el</strong> <strong>estadista</strong> confronta algo que siempre debe frustrar<br />
sus cálculos:”que no es <strong>el</strong> balance lo que inspira a los hombres sino la<br />
universalidad, no la seguridad sino la inmortalidad". 8<br />
En la Europa d<strong>el</strong> siglo XIX, Napoleón y <strong>el</strong> Zar Alejandro representaban los<br />
retos d<strong>el</strong> conquistador y <strong>el</strong> profeta; Napoleón buscaba <strong>el</strong> orden en <strong>el</strong> dominio<br />
universal y Alejandro enarbolaba títulos morales absolutos en base a los cuales,<br />
estaba seguro, se reconciliaría la humanidad entera. Castiereagh y Mettemich<br />
buscaban <strong>el</strong> equilibrio a través de un balance de poder que garantizase la<br />
estabilidad, aún cuando no preservase necesariamente la paz. Para estos<br />
<strong>estadista</strong>s <strong>el</strong> reto consistía en lograr que <strong>el</strong> mantenimiento d<strong>el</strong> orden no se<br />
hiciese sinónimo de su cong<strong>el</strong>ación, suprimiendo dentro d<strong>el</strong> mismo todo<br />
<strong>el</strong>emento de creatividad. Como se verá más ad<strong>el</strong>ante, ambos fallaron, por<br />
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6. H.A. Kissinger: "American Foreign Policy", Third Edition, Norton, N.Y., 1977, pp. 46-<br />
7. H.A. Kissinger: "Un Mundo Restaurado", ob. cit. p. 403.<br />
8. Ibid.<br />
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