ISIS SIN VELO - masoneria activa biblioteca
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CAPÍTULO I<br />
20<br />
EGO SUM QUI SUM.<br />
Axioma de la Filosofía hermética.<br />
“Empezamos las investigaciones en donde las modernas<br />
conjeturas pliegan sus engañosas alas. Y con nosotros están los<br />
elementos científicos que los sabios del día desdeñan por<br />
quiméricos o con prevención los miran como arcanos<br />
insondables”.-BULWER, ZANONI.<br />
Hay en un lugar de este mundo un libro de tan remota antigüedad que los arqueólogos lo atribuirían a una<br />
época de incalculable cómputo y no acertarían a ponerse de acuerdo sobre la materia de que está compuesto.<br />
Es el único ejemplar manuscrito que de dicho libro se conserva. El más antiguo tratado hebreo de ciencia<br />
oculta, el Siphra-Dzeniuta es una compilación de aquel manuscrito, hecha en época en que ya se le<br />
consideraba como reliquia literaria. Uno de los dibujos que lo ilustran representa la Esencia divina al emanar de<br />
Adam (1) en traza de arco luminoso que tiende a cerrarse en circunferencia y, luego de llegado al culminante<br />
punto de la gloria inefable, retrocede hacia la tierra, envolviendo en su torbellino un tipo superior de humanidad.<br />
A medida que va acercándose a nuestro planeta, la Emanación es más sombría y al tocar en él es negra como<br />
la noche.<br />
En toda época han tenido los filósofos herméticos el convencimiento, basado en sesenta mil años de<br />
experiencia (2), de que a través del tiempo, y por efecto del pecado, fue densificándose más groseramente el<br />
cuerpo físico del hombre cuya naturaleza era en un principio casi etérea y le permitía percibir claramente las<br />
cosas hoy invisibles del universo. Desde la caída del género humano, la materia es un espeso muro interpuesto<br />
entre el mundo terrestre y el mundo de los espíritus.<br />
Las más antiguas tradiciones esotéricas enseñan asimismo que antes del Adam mítico existieron<br />
sucesivamente varias razas humanas. ¿Eran tipos más perfectos? ¿Pertenecían a alguna de estas razas los<br />
hombres alados que menciona Platón en Fedro? A la ciencia le incumbe resolver este problema, tomando por<br />
punto de partida las cavernas de Francia y los restos de la edad de piedra.<br />
A medida que avanza el ciclo se van abriendo los ojos del hombre hasta conocer el “bien y el mal” tan<br />
acabadamente como los mismos Elohim. Después de alcanzar el punto culminante comienza a descender el<br />
ciclo. Cuando el arco llega al punto situado al nivel de la línea fija del plano terrestre, la naturaleza proporciona<br />
al hombre vestiduras de piel y el Señor Dios “le viste con ellas”.<br />
En las más antiguas tradiciones de casi todos los pueblos se descubre la misma creencia en una raza de<br />
espiritualidad superior a la actual. El manuscrito quiché Popal Vuh, publicado por Brasseur de Bourbourg, dice<br />
que el primer hombre pertenecía a una raza dotada de raciocinio y de habla, con vista sin límites, que conocía<br />
todas las cosas a un tiempo. Según Filo Judeo, el aire está poblado de multitud de invisibles espíritus,<br />
inmortales y libres de pecado unos; y perniciosos y mortales otros. “De los hijos de ÉL descendemos, e hijos de<br />
ÉL volveremos a ser”. La misma creencia se trasluce en el pasaje del Evangelio de San Juan, escrito por un<br />
anónimo agnóstico, que dice: “Más a cuantos le recibieron les dio poder de ser hijos de Dios, a aquellos que<br />
creen en su nombre” (3); es decir, que cuantos practicaran la doctrina esotérica de Jesús, se convertirían en<br />
hijos de Dios. “¿No sabéis que sois dioses?”, dice Cristo a sus discípulos. Platón describe admirablemente, en<br />
Fedro, el estado primario del hombre al cual ha de volver de nuevo. “Antes de perder las alas vivía entre los<br />
dioses y él mismo era un dios en el mundo aéreo”. Desde la más remota antigüedad enseñó la filosofía<br />
religiosa que el universo está poblado de divinos y espirituales seres de diversas razas. De una de éstas surgió<br />
con el tiempo ADAM, el hombre primitivo.<br />
Los kalmucos y otros pueblos de Siberia describen también en sus leyendas, razas anteriores a la nuestra y<br />
dicen que aquellos hombres poseían conocimientos casi ilimitados, de lo que se engrieron hasta la audacia de<br />
rebelarse contra el Gran Espíritu, quien, para humillar su presunción y castigar su arrogancia, los encerró en<br />
cuerpos que limitaron sus facultades. Únicamente pueden salir de este encierro por medio de un perseverante<br />
arrepentimiento, de la purificación y desenvolvimiento interior. Creen que sus shamanos pueden ejercer a<br />
veces las divinas facultades que un tiempo poseyeron todos los hombres.<br />
LOS LIBROS DE HERMES<br />
En la <strong>biblioteca</strong> Astort, de Nueva York, hay el facsímil de un tratado egipcio de medicina escrito en el año<br />
1552 antes de J. C., cuando, según la cronología corriente, contaba Moisés veintiún años de edad. Los<br />
caracteres están trazados sobre una corteza interna del Cyperus papyrus, y el profesor Schenk, de Leipzig, no<br />
sólo atestigua su autenticidad, sino que lo diputa por el más perfecto de cuantos se conocen. Es una sola hoja<br />
de excelente papiro amarillento obscuro, de tres decímetros de ancho y más de veinte metros de largo,<br />
arrollado en ciento diez páginas cuidadosamente numeradas. Lo adquirió en 1872 el arqueólogo Ebers de<br />
manos de un árabe de Luxor. El periódico La Tribuna, de Nueva York, dijo, a propósito de este asunto, que del<br />
examen del papiro se infiere con toda probabilidad que es uno de los seis Libros herméticos de Medicina<br />
citados por Clemente de Alejandría. Dice el mismo periódico: “El año 363, en tiempo de Jámblico, los