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ISIS SIN VELO - masoneria activa biblioteca

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llegado el fin de la noche, deja en día lo que está debajo y en noche lo del lado opuesto. Verdaderamente,<br />

nunca se pone el sol para quien esto sabe” (11).<br />

El pasaje transcrito es tan concluyente, que el mismo traductor del Rig Veda llama la atención sobre su texto<br />

diciendo que en él se niega la salida y la puesta del sol, como si el autor estuviese convencido de que el astro<br />

conserva constantemente su elevada posición (12).<br />

En uno de los nividas más antiguos, el rishi Kutsa, que floreció en muy remotos tiempos, explica<br />

alegóricamente las leyes a que obedecen los cuerpos celestes. Dice que “por hacer lo que no debió” fue<br />

condenada Anâhit (13) a girar alrededor del sol. Los sattras, o sacrificios periódicos, prueban, sin dejar duda,<br />

que diecinueve siglos antes de la era cristiana estaban ya los indos muy adelantados en astronomía. Duraban<br />

estos sacrificios un año y correspondían a la aparente carrera del sol.<br />

Según dice Haug “se dividían en dos períodos de seis meses de treinta días, con intervalo de un día llamado<br />

vishuvan (ecuador o día central) que partía el sattras en dos mitades” (14).<br />

ANTIGUOS CÓMPUTOS ASTRONÓMICOS<br />

Aunque Haug remonta la antigüedad de los Brâhmanas tan sólo a unos 1.200 ó 1.400 años antes de J. C.,<br />

reconoce que los himnos más antiguos corresponden al comienzo de la literatura védica, entre los años 2.400 y<br />

2.000 antes de J. C., pues no ve razón para considerar los Vedas menos antiguos que las Escrituras chinas.<br />

Sin embargo, como está probado de sobra que el Shu-King (Libro de la Historia) y los cantos sacrificiales del<br />

Shi-King (Libro de las Odas) datan de 2.200 años antes de J. C., los filólogos modernos se verán forzados a<br />

confesar la superioridad de los indos en conocimientos astronómicos.<br />

De todos modos, estos hechos demuestran que ciertos cómputos astronómicos de los caldeos eran tan<br />

exactos en tiempo de Julio César como puedan serlo en nuestros días. Cuando el conquistador de las Galias<br />

reformó el calendario, las estaciones habían perdido toda correspondencia con el año civil, pues el verano se<br />

prolongaba a los meses de otoño y el otoño a los de invierno.<br />

Las operaciones científicas de la corrección estuvieron a cargo del astrónomo caldeo Sosígenes, quien<br />

retrasó noventa días la fecha del 25 de Marzo para que coincidiese con el equinoccio de primavera y dividió el<br />

año en los doce meses distribuidos en días tal como aún subsisten.<br />

El calendario de los aztecas mexicanos dividía el año en meses de igual número de días con tan escrupulosa<br />

exactitud calculados, que ningún error descubrieron las comprobaciones efectuadas posteriormente en la<br />

época de Moctezuma, al paso que al desembarcar los españoles el año 1519, advirtieron que el calendario<br />

Juliano, por el cual se regían, adelantaba once días con relación al tiempo exacto.<br />

Gracias a las inestimables y fieles traducciones de los libros védicos y a los trabajos de investigación del<br />

doctor Haug, podemos corroborar las afirmaciones de los filósofos herméticos y reconocer la indecible<br />

antigüedad de la época en que floreció el primer Zoroastro. Los Brâhmanas, cuya fecha remonta Haug a 2.000<br />

años, describen los combates entre los indos prevédicos simbolizados en los devas y los iranios en los asuras.<br />

¿En qué época levantaría su voz el primer profeta iranio contra lo que llamaba la idolatría de los brahmanes a<br />

quienes calificó de devas o, según él, demonios?<br />

A ello responde Haug que estas luchas debieron parecerles a los autores de los Brâhmanas tan legendarias<br />

como les parecen las proezas del rey Arturo a los historiadores ingleses del siglo XIX.<br />

Los más conspicuos filósofos reconocen que tanto los brahmanes como los budistas y los pitagóricos<br />

enseñaron esotéricamente, en forma más o menos inteligible, la doctrina de la metempsícosis, profesada<br />

asimismo por Clemente de Alejandría, Orígenes, Sinesio, Calcidio y los agnósticos, a quienes la historia diputa<br />

por los hombres más exquisitamente cultos de su tiempo (15). Pitágoras y Sócrates sostuvieron las mismas<br />

ideas y ambos fueron condenados a muerte en pena de enseñarlas, porque el vulgo ha sido igualmente brutal<br />

en todo tiempo y el materialismo ofuscó siempre las verdades espirituales.<br />

De acuerdo con los brahmanes, enseñaron a Pitágoras y Sócrates que el espíritu de Dios anima las<br />

partículas de la materia en que está infundido; que el hombre tiene dos almas de distinta naturaleza, pues una<br />

(alma astral o cuerpo fluidico) es corruptible y perecedera, mientras que la otra (augoeides o partícula del<br />

Espíritu divino) es incorruptible e imperecedera. El alma astral, aunque invisible para nuestros sentidos por ser<br />

de materia sublimada, perece y se renueva en los umbrales de cada nueva esfera, de suerte que va<br />

purificándose más y más en las sucesivas transmigraciones. Aristóteles, que por motivos políticos se muestra<br />

muy reservado al tratar cuestiones de índole esotérica, declara explícitamente su opinión en este punto,<br />

afirmando que el alma humana es emanación de Dios y a Dios ha de volver en último término. Zenón, fundador<br />

de la escuela estoica, distinguía en la naturaleza dos cualidades coeternas: una <strong>activa</strong>, masculina, pura y sutil,<br />

el Espíritu divino; otra pasiva, femenina, la materia que para actuar y vivir necesita del Espíritu, único principio<br />

eficiente cuyo soplo crea el fuego, el agua, la tierra y el aire. También los estoicos admitían como los indos la<br />

reabsorción final. San Justino creía en la emanación divina del alma humana, y su discípulo Taciano afirma que<br />

“el hombre es inmortal como el mismo Dios” (16).<br />

EL ALMA DE LOS ANIMALES<br />

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