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ISIS SIN VELO - masoneria activa biblioteca

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Opinan los modernos científicos que, si bien son para ellos un misterio los fenómenos mediumnímicos,<br />

nada prueba que no deriven de anormales condiciones nerviosas de los médiums, y hasta tanto que no se<br />

dilucide esta cuestión, es inadmisible atribuirlos a espíritus humanos. Verdaderamente, quienes afirman la<br />

intervención de los espíritus han de probar su afirmación; pero si los científicos quisieran estudiar el asunto de<br />

buena fe, con sincero deseo de esclarecer tan hondo misterio, en vez de desdeñarlo, no habrían de temer<br />

censura alguna. Ciertamente, la mayoría de las comunicaciones mediumnímicas parecen dadas a propósito<br />

para despertar recelos en los investigadores menos sagaces, porque, aun en los casos en que no hay<br />

impostura, suelen ser vulgares y chabacanas. En los últimos veinte años vimos escritas, de mano de distintos<br />

médiums, comunicaciones dictadas, al decir del comunicante, por Shakespeare, Byron, Franklin, Pedro el<br />

Grande, Napoleón, Josefina y Voltaire; pero nos causaron el efecto de que Napoleón y su esposa habían<br />

olvidado la ortografía, de que Shakespeare y Byron eran unos fatuos y Voltaire un imbécil. Disculpable es, por<br />

lo tanto, juzgar del aparente embaucamiento, que si tan palpable es el fraude en la superficie, no será fácil<br />

hallar la verdad en el fondo. La ridícula suplantación de personajes célebres,cuyos nombres aparecen al pie de<br />

vulgarísimas comunicaciones, ha empachado de tal modo a los científicos, que no pueden digerir la verdad<br />

subyacente en los fenómenos psíquicos, como si juzgaran del fondo del océano por la superficie de las aguas<br />

cubiertas de espuma y escorias. Pero si por una parte no cabe vituperar a quienes al primer indicio de falsedad<br />

entran en recelo, tenemos el derecho de censurarlos por no llevar adelante sus investigaciones. Tan<br />

neciamente proceden estos tales, como si un buzo repugnara tomar una concha al verla sucia y viscosa, sin<br />

tener en cuenta que con sólo abrirla encontraría la perla. Ni siquiera las negaciones de las eminencias<br />

científicas valen en este caso, pues la repugnancia que sienten hacia un asunto tan impopular, parece como si<br />

hubiera contagiado a la generalidad de las gentes. Los fenómenos ahuyentan a los científicos y los científicos<br />

rehuyen los fenómenos, dice Aksakof en un notable artículo sobre mediumnidad, de acuerdo con la comisión<br />

científica de San petersburgo, encargada de investigar los fenómenos psíquicos, cuyo informe estaba tan poco<br />

meditado y lleno de prejuicios, que aun los mismos escépticos protestaron despectivamente contra su notoria<br />

parcialidad.<br />

El profesor Fisk delata en su obra El Mundo invisible, la falta de lógica de sus colegas científicos al criticar<br />

la filosofía genuinamente espiritualista, diciendo que según las exactas definiciones de los conceptos de<br />

materia y espíritu, la existencia del espíritu es indemostrable por los sentidos, y que por lo tanto, no es posible<br />

fundamentar la filosofía espiritualista en pruebas científicas. A este propósito transcribiremos el siguiente<br />

pasaje de la citada obra:<br />

“El testimonio de la existencia del espíritu es inasequible en las condiciones de la vida terrena, puesto que<br />

escapa a toda experimentación, y por numerosas que sean sus pruebas, no cabe esperanza de hallarlas. Por<br />

lo tanto, nuestro fracaso en este empeñao no es seguramente de valía contra la existencia del espíritu. En este<br />

concepto, la creencia en la vida futura carece de base científica, porque en manera alguna lo necesita ni es<br />

posible someterla a la crítica de los científicos. Los adelantos de la ciencia física, por rápidos que sean, no<br />

podrán en lo futuro impugnar esta creencia, que lejos de ser contraria a la razón, en nada afecta a la<br />

mentalidad científica ni para nada influye en las conclusiones de las ciencias experimentales.<br />

JUICIO DE LOS CIENTÍFICOS<br />

“Si los científicos reconocieran que el espíritu no es materia ni está regido por las leyes de la materia, y<br />

refrenaran las especulaciones a que les mueve su conocimiento de las cosas materiales, eliminarían la<br />

principal causa de disgusto que solivianta los sentimientos religiosos de las gentes”.<br />

Pero no harán tal, seguramente, porque por una parte les ha exasperado la noble, franca y leal rendición al<br />

espiritualismo de un hombre tan eminente como Wallace, y por otra repugnan adoptar una conducta de<br />

prudente expectativa como la de Crookes.<br />

Contra las opiniones expuestas en la presente obra, se levanta la única objeción de que están basadas en<br />

el sostenido estudio de la magia antigua y de su moderna forma el espiritismo. Aun ahora que se han<br />

vulgarizado los fenómenos de análoga naturaleza, confunden muchos la magia con la prestidigitación y el<br />

ilusionismo. En cuanto a los fenómenos espiritistas, ya que no sea posible negarlos por su abrumadora<br />

evidencia, se los tiene por alucinación de cuantos los presencian. Al cabo de muchos años de fomentar el trato<br />

de magos, ocultistas, hipnotizadores y demás profesores del arte en sus dos modalidades blanca y negra, nos<br />

creemos con sobrada idoneidad en tan controvertido y complejo asunto. Nos hemos relacionado con los fakires<br />

de la India y hemos presenciado sus comunicaciones con los pitris. Hemos observado los procedimientos y<br />

actuaciones de los derviches de la danza aullante; hemos tenido amistoso trato con los marabutos o santones<br />

musulmanes y con los encantadores de serpientes de Damasco y Benares, cuyos secretos pudimos<br />

sorprender. Por consiguiente, nos apena que científicos desconocedores de todos estos fenómenos y sin<br />

oportunidad para estudiarlos, los achaquen a meras habilidades de prestidigitación. Debieran suspender todo<br />

juicio hasta analizar por completo las fuerzas de la naturaleza, pues resulta de manifiesta incongruencia, por no<br />

decir mala fe, desdeñar asuntos que al fin y al cabo son de índole psicológica o fisiológica y rechazar sin más ni<br />

más la posibilidad de tan sorprendentes fenómenos.<br />

No cerjaremos en nuestro empeña, aunque hubiese de repetirse en nuestros días el insulto lanzado por<br />

Faraday, al decir con más espontaneidad que cultura cívica: “muchos perros aventajan en lógica a algunos<br />

espiritistas” (1). Los insultos no son argumentos y mucho menos pruebas. Porque hombres como Huxley y<br />

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