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ISIS SIN VELO - masoneria activa biblioteca

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corroer las raíces de la fe. Los mismos Misterios estaban adulterados hasta el punto de ser especulaciones<br />

sacerdotales y fraudes religiosos. Pocos eran los verdaderos adeptos e iniciados, legítimos sucesores de los<br />

que dispersara la espada conquistadora del antiguo Egipto.<br />

Ciertamente había llegado ya la época vaticinada por el gran Hermes en su diálogo con Esculapio; la época<br />

en que impíos extraqnjeros reconvinieran a los egipcios de adorar monstruosos ídolos, sin que de ella quedara<br />

más que los jeroglíficos de sus monumentos como increíbles enigmas para la posteridad. Los hierofantes<br />

andaban dispersos por la faz de la tierra, buscando refugio en las comunidades herméticas llamadas más tarde<br />

esenios, donde sepultaron a mayor hondura que antes la ciencia esotérica. La triunfante espada del discípulo<br />

de Aristóteles no dejó vestigio de la un tiempo pura religión, y el mismo Aristóteles, típico hijo de su siglo,<br />

aunque instruido en la secreta ciencia de los egipcios, sabía muy poco de los resultados dimanantes de<br />

milenarios estudios esotéricos.<br />

Lo mismo que los que florecieron en los días de Psamético, los filósofos contemporáneos “alzan el velo de<br />

Isis” porque Isis es el símbolo de la naturaleza; pero sólo ven formas físicas y el alma interna escapa a su<br />

penetración. La Divina Madre no les responde. Anatómicos hay que niegan la existencia del alma, porque no la<br />

descubren bajo las masas de músculos y redes de nervios y substancia gris que levantan con la punta del<br />

escalpelo. Tan miopes son estos en sus sofismas como el estudiante que bajo la letra muerta de la cábala no<br />

acierta a descubrir el vivificador espíritu. Para ver el hombre real que habitó en el cadáver extendido sobre la<br />

mesa de disección, necesita el anatómico ojos no corporales; y de la propia suerte, para descubrir la gloriosa<br />

verdad, cifrada en las escrituras hieráticas de los papiros antiguos, es preciso poseer la facultad de intuición, la<br />

vista del alma, como la razón lo es de la mente.<br />

La ciencia moderna admite una fuerza suprema, un principio invisible, pero niega la existencia de un Ser<br />

supremo, de un Dios personal (22). Lógicamente es muy discutible la diferencia entre ambos conceptos,<br />

porque, en este caso, fuerza y esencia son idénticas. La raxzón humana no puede concebir una fuerza<br />

suprema e inteligente sin identificarla con un Ser también supremo e inteligente. Jamás el vulgo tendrá idea de<br />

la omnipotencia y omnipresencia de Dios sin atribuirle, en gigantescas proporciones, cualidades humanas; sin<br />

embargo, para los cabalistas, siempre fue el invisible En-Soph una Potestad.<br />

DESCONOCIDOS, PERO PODEROSOS ADEPTOS<br />

Vemos, por lo tanto, que los filósofos positivistas de nuestros días tuvieron sus precursores hace miles de<br />

años. El adepto hermético proclama que el simple sentido común excluye toda contingencia de que el universo<br />

sea obra del acaso, pues equivaldría este absurdo a suponer que los postulados deEuclides los dedujo un<br />

mono entretenido en jugar con figuras geométricas.<br />

Muy pocos cristianos comprenden la teología hebrea, si es que algo saben de ella. El Talmud es<br />

profundamente enigmático, aún para la mayor parte de los mismos judíos; pero los hebraístas que lo han<br />

descifrado, no se engríen de su erudición. Los libros cabalísticos son todavía menos comprensibles para los<br />

judíos, y a su estudio se dedican, con mayor asiduidad que estos, los hebraístas cristianos. Sin embargo, ¡cuán<br />

menos conocida todavía es la cábala universal de Oriente! Pocos son sus adeptos; pero estos privilegiados<br />

herederos de los sabios que “descubrieron las deslumbradoras verdades que centellean en la gran Shemaya<br />

del saber caldeos (23) han solucionado lo “absoluto” y descansan ahora de su fatigosa tarea. No pueden ir más<br />

allá de la línea trazada por el dedo del mismo Dios en este mundo, como límite del conocimiento humano. Sin<br />

darse cuenta, han topado algunos viajeros con estos adeptos en las orillas del sagrado Ganges, en las<br />

solitarias ruinas de Tebas, en los misteriosamente abandonados aposentos de Luxor, en las cámaras de azules<br />

y doradas bóvedas cuyos misteriosos signos atraen sin fruto posible la atención del vulgo. Por doquiera se les<br />

encuentra, lo mismo en las desoladas llanuras del Sahara y en las cavernas de Elefanta, que en los brillantes<br />

salones de la aristocracia europea; pero sólo se dan a conocer a los desinteresados estudiantes cuya<br />

perseverancia no les permite volver atrás. El insigne teólogo e historiador judío Maimónides, a quien sus<br />

compatriotas casi divinizaron, para después acusarle de herejía, afirma que lo en apariencia más absurdo y<br />

extravagante del Talmud, encubre precisamente lo más sublime de su significado esotérico. Este eruditísimo<br />

judío ha demostrado que la magia caldea profesada por Moisés y otros taumaturgos, se fundaba en amplios y<br />

profundos conocimientos de diversas y hoy olvidadas ramas de las ciencias naturales, pues conocían por<br />

completo los recursos de los reinos mineral, vegetal y animal, aparte de los secretos de la química y de la<br />

física, con añadidura de las verdades espirituales que les daban tanta idoneidad en psicología como tuvieron<br />

en fisiología. No es maravilla, pues, que los adeptos educados en los misteriosos santuarios de los templos,<br />

obraran portentos en cuya explicación fracasaría la infatuada ciencia contemporánea. Es denigrante para la<br />

dignidad humana motejar de imposturas la magia y las ciencias ocultas, pues si hubiera sido posible que<br />

durante miles de años fuesen unas gentes víctimas de los fraudes y supercherías amañados por otras gentes,<br />

necesario sería confesar que la mitad de los hombres son idiotas y la otra mitad bribones. ¿En qué país no se<br />

ha practicado la magia? ¿En qué época se olvidó por completo?<br />

Los Vedas y las leyes de Manú, que son los documentos literarios más antiguos, describen muchos ritos<br />

mágicos de lícita práctica entre los brahmanes (24). Hoy mismo se enseña en el Japón y en China, sobre todo<br />

en el Tíbet, la magia cladea, y los sacerdotes de estos países corroboran con el ejemplo las enseñanzas<br />

relativas al desenvolvimiento de la clarividencia y actualización de las potencias espirituales, mediante la<br />

pureza y austeridad de cuerpo y mente, de que dimana la mágica superioridad sobre las entidades<br />

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