ISIS SIN VELO - masoneria activa biblioteca
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En los Himnos Órficos, el Eros-Phanes nace del huevo espiritual fecundado por el viento etéreo, símbolo<br />
del “espíritu de Dios” que desde toda eternidad cobija la ideación divina (26).<br />
En el Kathopanishada, el Espíritu divino (Purusha) es preexistente a la substancia primordial con la que se<br />
une para engendrar el Mahâ-Atmâ o Brahmâ, es decir, el Espíritu de vida (27), el Anima Mundi, equivalente a la<br />
Luz Astral de los teurgos y cabalistas.<br />
Pitágoras aprendió sus doctrinas en los santuarios de Oriente, encubriéndolas bajo simbolismos numéricos;<br />
pero su discípulo Platón las expuso en forma más inteligible, de modo que las comprendieran los no iniciados,<br />
aunque manteniendo todavía las fórmulas esotéricas. Así dice que el Pensamiento divino es el padre, la<br />
Materia la madre y el Cosmos el hijo (28).<br />
Según afirma Dunlap (29), en la religión egipcia había un Horus mayor, hermano de Osiris, y un Horus<br />
menor, hijo de Osiris y de Isis. El primero simbolizaba la idea del universo, contenida en la mente demiúrgica, la<br />
idea “surgida en la obscuridad antes de la creación del mundo”; y el segundo era la misma idea ya emanada<br />
del Logos, revestida de materia y actualizada en existencia (30).<br />
FUERZA CONTRA FUERZA<br />
Dicen los Oráculos caldeos: “El Dios del mundo es eterno, ilimitado, joven y viejo y de forma sinuosa” (31).<br />
La frase “forma sinuosa” es símbolo de la vibración de la luz Astral que los sacerdotes de la antigüedad<br />
conocían perfectamente, aunque no tuvieran del éter el mismo concepto que los modernos, pues por éter<br />
significaban la Idea eterna, compenetrada en el universo, es decir, la Voluntad que actualizada en energía<br />
organiza la materia.<br />
Dice Van Helmont: “La voluntad es la potencia capital y superior de todas. La voluntad del creador puso en<br />
movimiento todas las cosas. La voluntad es atributo de todas las entidades espirituales y se desenvuelve con<br />
tanta mayor actividad cuanto más libre está de la materia”.<br />
Y Paracelso, por sobrenombre “el divino”, añade: “La fe ha de ser la corroboradora de la imaginación, pues<br />
por la fe se establece la voluntad... en todas las obras mágicas, es requisito indispensable la firmeza de<br />
voluntad... Las artes no tienen reglas fijas y ciertas, porque los hombres no saben imaginar ni creer en el<br />
resultado eficaz de lo que imaginan”. La negativa energía de la incredulidad y el escepticismo, aplicada en la<br />
misma dirección, pero en sentido contrario y con igual intensidad, es la única potencia capaz de resistir a la<br />
positiva energía del espiritualismo y de equilibrarla dinámicamente. No les ha de maravillar, por lo tanto, a los<br />
espiritistas que la presencia de escépticos empedernidos o de quienes asistan a las sesiones con preconcebida<br />
animosidad, sea impedimento para la manifestación fenoménica, pues si no hay en la tierra ningún poder<br />
consciente sin otro opuesto a su acción, ¿qué tiene de extraño quje el poder inconsciente de un médium quede<br />
paralizado de pronto por otro poder opuesto y también inconscientemente ejercido? Tyndall y Faraday se<br />
engrieron de que no ocurriera fenómeno alguno mientras estuvieron presentes en las sesiones. Sin embargo,<br />
esto debiera haber demostrado a tan eminentes físicos la existencia de una fuerza merecedora de su atención,<br />
pues si las manifestaciones hubiesen sido fraudulentas en grado bastante para engañar a los concurrentes, no<br />
se librara del engaño ni el mismo Tyndall, a pesar de su valía científica, no acorde por cierto con su falta de<br />
maliciosa observación. Nadie ha superado en obras milagrosas a Jesús, y sin embargo, la corriente de su<br />
voluntad tropezó a veces con el escepticismo de las gentes, según corrobora aquel pasaje que dice: “Y no obró<br />
allí prodigios a causa de la incredulidad de las gentes”.<br />
En la filosofía de Schopenhauer se vislumbran estos mismos conceptos, y no harían mal los modernos<br />
investigadores si la estudiaran, pues en ella encontrarían singulares hipótesis basadas en ideas antiguas,<br />
aparte de especulaciones acerca de los nuevos fenómenos psíquicos que les ahorraran el trabajo de pergeñar<br />
otras. Las fuerzas psíquica, ecténica y electro-biológica, el pensamiento latente, la cerebración inconsciente y<br />
todas las hipótesis forjadas por los modernos investigadores, pueden resumirse en dos palabras: la luz astral<br />
de los cabalistas.<br />
OPINIONES DE SCHOPENHAUER<br />
Los valientes conceptos de Schopenhauer difieren completamente de los de la mayoría de<br />
experimentadores. Dice el ilustre filósofo: “En realidad no cabe distinguir entre materia y espíritu. La gravitación<br />
de una piedra es tan inexplicable como el pensamiento en el cerebro humano. Si no sabemos por qué cae al<br />
suelo un objeto material, tampoco sabremos si este objeto es o no capaz de pensar... Aun en las mismas<br />
ciencias físicas, tan pronto como pasamos de lo experimental a lo especulativo, de lo físico a los metafísico,<br />
nos atajan el paso las enigmáticas fuerzas de cohesión, afinidad, gravitación, etc., cuyo misterio es para<br />
nuestros sentidos tan profundo como la voluntad y el pensamiento humanos. Entonces nos vemos frente a<br />
frente de las inescrutables fuerzas de la naturaleza. ¿Dónde está, pues, esa materia que presumís de conocer<br />
tan bien y con la que os creéis familiarizados hasta el punto de deducir de ella todas vuestras teorías y de<br />
atribuirle cuanto os parece? Nuestra razón y nuestros sentidos sólo son capaces de conocer lo superficial, pero<br />
jamás penetrarán en la íntima substancia de las cosas. Tal era la opinión de Kant. Si admitís algo espiritual en<br />
el hombre, forzosamente habéis de admitirlo también en la piedra. Si vuestra muerta y pasiva materia tiene la<br />
propiedad de gravitar, atraer, repeler y fulgurar, no es razón negarle la de pensar como piensa el cerebro. En<br />
suma: cada partícular del llamado espíritu puede substituirse equivalentemente por otra de materia, y cada<br />
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