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livro - ALASRU - VI CONGRESSO_PARTE 3

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atraso, y como el mecanismo más apropiado para no quedar fuera de los beneficios de la globalización. Los objetivos planteados con<br />

el Tratado fueron la creación de nuevas oportunidades económicas a través de la eliminación de obstáculos al comercio y la promoción<br />

de la circulación de bienes y servicios entre los territorios de las partes involucradas, la ampliación de las exportaciones, el aumento<br />

de la inversión productiva y la generación de empleos bien remunerados. También pretendía mejorar la competitividad a través de un<br />

mejor aprovechamiento de los recursos y de la capacidad productiva (Salinas O., 2000). Tal como argumenta Aguilar (1993), se partía<br />

de la premisa que el TLCAN, al constituirse como el bloque comercial regional más grande, posibilitaría que los tres países maximizaran<br />

su habilidad para competir y prosperar en el comercio mundial. La reducción de costos, precios más competitivos y mayor poder de<br />

comercialización global serían los principales beneficios. México sería el país que más se beneficiaría de su nueva condición de socio<br />

comercial de América del Norte.<br />

La visión anterior contrasta con la de otros autores que consideran que el TLCAN traería mayormente consecuencias negativas,<br />

sobre todo para la clase trabajadora. Uno de los principales problemas que se vislumbra es la pérdida de empleos en Estados Unidos<br />

y Canadá por el traslado de empresas de estos países a México. La mayor reducción ocurriría, según algunos estudios, en aquellos<br />

empleos que demandan menor calificación y en las zonas rurales donde tradicionalmente se han instalado fábricas e industrias<br />

manufactureras que tienden a pagar bajos salarios (Sizer y Porterfield, 1996), y que presentan condiciones desventajosas de trabajo<br />

y poco reconocimiento de los beneficios sociales.<br />

La apertura económica también ocasionaría pérdida de competitividad de muchos productos agropecuarios en el mercado<br />

interno y la consecuente reducción de la actividad productiva. Dentro el agro, la agricultura de subsistencia se vería más perjudicada<br />

que el sector agroexportador, lo cual repercutiría a su vez en la disminución de fuentes de trabajo, el avance de la descampesinización<br />

y la emigración campo-ciudad y fuera del país (Salinas O., 2000).<br />

Con la firma del TLCAN 4 se acentúan los problemas relacionados con la economía campesina. Antes del GATT 5 todas las<br />

importaciones requerían permisos previos del gobierno y estaban sujetas a una tarifa tope de 100 % y un promedio tarifario de 27%.<br />

En 1990 no se requirieron permisos para casi ninguna importación y los impuestos más altos fueron del 16% con un promedio de<br />

11%. Además, las nuevas regulaciones propuestas en 1989, permiten la inversión externa del 100% en casi todos los sectores de la<br />

economía (Otero, 1996: 7).<br />

Según estudios recientes, un 85% de la población rural está por debajo de la línea de pobreza y el 61.8% se encuentra en<br />

extrema pobreza (Salinas O., 2000). Uno de los factores que incidió fuertemente en la disminución de ingresos de los productores y<br />

el estancamiento o disminución en la producción de granos básicos fue la eliminación a la protección y el favorecer las importaciones<br />

masivas. Por ejemplo, la liberalización total del comercio del maíz, la cual fue realizada al tercer año después de la firma del tratado<br />

y no en el año 15 como estaba previsto, provocó una caída en los ingresos efectivos de los productores superior al 30%. El TLCAN<br />

preveía que se importaran libre de impuestos 2.5 millones de toneladas de maíz proveniente de Estados Unidos y mil toneladas<br />

provenientes de Canadá. Una vez rebasado ese cupo, México podría aplicar un arancel-cuota según la base importada y la categoría<br />

de desgravación (Garduño y Pérez, 2001).<br />

Sin embargo, entre 1994 y 1998 se importaron de EEUU y Canadá 5.3 millones de toneladas de maíz por encima de la cuota de<br />

importación sin pagar el arancel acordado, lo cual significó dejar de cobrar 1500 millones de dólares. Además, en tres de los cinco años<br />

no se respetó la cuota de importación libre de arancel y entre 1996 y 1998 se importó maíz por encima de la cuota prevista para el año<br />

14 del TLCAN (2007). Con el frijol sucedió lo mismo en cuanto a que se liberó totalmente el comercio a partir del tercer año y no del<br />

año 15, y para el arroz, trigo y soya en 5 años se completó el 50% del proceso de desgravación arancelaria (Peñaloza Méndez, 2000).<br />

La disminución de los aranceles por importación se traduce en reducción de la inversión social del Estado y en especial, en recorte<br />

de los subsidios para el sector rural.<br />

La importación indiscriminada de productos agropecuarios ha provocado la reacción del sector político. En efecto, un<br />

informe de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados planteó en abril del 2002 la necesidad de una urgente renegociación<br />

del Tratado en su capítulo agrícola. El argumento básico para este reclamo es que en el período 87-93 se importaron 17.4 millones<br />

de toneladas de maíz, mientras entre 1994 y 1999 se compraron 29.3 toneladas de ese grano. Es decir que en el primer período del<br />

TLCAN se incrementó en 68% las importaciones del producto principal. En soya se pasó de 10.2 toneladas a 23.1 millones y en<br />

sorgo de 18.6 a 22.6 millones de toneladas de importación. Señala el informe que «se percibe la magnitud del proceso señalado al pasar<br />

de 52.3 millones de toneladas de importación entre 1987 y 1993, a 89.5 millones de toneladas en el período 1994 a 1999. Es decir que<br />

las importaciones crecieron 37.2 millones en el período señalado.” Para de modificar este proceso, se propone establecer un arancel<br />

cuota que está contemplado en el artículo 701 del tratado comercial (Garduño, 2002).<br />

Aunque debido al poco tiempo que ha transcurrido desde la firma del Tratado no es posible realizar una evaluación<br />

definitiva del mismo, algunos analistas (por ejemplo, Calva Téllez, 1998; y Globerman y Walker, 1994) consideran que las consecuencias<br />

para México han sido más negativas que positivas. Además de la profundización de las diferencias entre los países, el tratado implicó<br />

la pérdida de la soberanía nacional, el establecimiento de empresas maquiladoras en todo el país (en la década del 60 existían sólo en<br />

la frontera norte), la desarticulación del aparato productivo (desaparición de procesos tradicionales de producción), y cambios tanto<br />

a nivel urbano como rural, principalmente en el empleo. Las pequeñas industrias nacionales no pudieron competir con las grandes<br />

empresas y con la avalancha de importaciones que desplazaron la producción nacional. El aumento del desempleo en la industria y<br />

en el agro agudizó la inequidad en la distribución del ingreso y provocó una degradación generalizada de la calidad de vida de la<br />

población, afectando tanto a los estratos medios como a los de menores recursos.<br />

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