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Periodismo femenino en Argentina siglo XIX - Feminaria

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la exist<strong>en</strong>cia, llevando su corazon <strong>en</strong> una mano y su esperanza <strong>en</strong><br />

otra— Ay! si tropieza antes de llegar á la cumbre!—Sin embargo,<br />

suele desc<strong>en</strong>der desde la cima de esa ambicionada fortuna hasta<br />

el abismo de su no soñada adversidad, y <strong>en</strong>tonces cuando su<br />

desv<strong>en</strong>tura es infinita, y cuando el imperio de la fatalidad quiere<br />

subordinarla, <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> el fondo de su alma el poder de la resignacion,<br />

que es la virtud de las almas verdaderam<strong>en</strong>te fuertes—<br />

(Continuará.)<br />

“Las Redactoras” No. 14 (11 mayo 1852): 1-2<br />

(Continuacion.)<br />

Esa resignacion profunda, esa fé del alma, no es hija ciertam<strong>en</strong>te<br />

de la debilidad—El orgullo del hombre es el que no ti<strong>en</strong>e<br />

resignacion ni fé; porque ti<strong>en</strong>e á m<strong>en</strong>gua reducirse al círculo<br />

pequeño <strong>en</strong> que muchas veces lo estrecha la fortuna, y porque<br />

hasta <strong>en</strong> el sometimi<strong>en</strong>to mismo que c<strong>en</strong>traliza su razon á la<br />

conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>cia de su actualidad, cree <strong>en</strong>contrar un ag<strong>en</strong>te imperioso,<br />

que el despotismo de su amor propio no está obligado á<br />

respetar, por mas que la naturaleza de las cosas se lo imponga,<br />

y por mas que la miserable condicion á que esté circunscripto se<br />

lo determine—<br />

Paso tras paso se vá desbordando de una <strong>en</strong> otra fragilidad, de<br />

uno <strong>en</strong> otro abismo—Se nos dirá que es una aberracion—está<br />

bi<strong>en</strong>; pero esa aberracion ti<strong>en</strong>e por oríg<strong>en</strong> su orgullo, y ese orgullo<br />

arranca precisam<strong>en</strong>te de la ninguna fuerza capaz de cont<strong>en</strong>erlo<br />

<strong>en</strong> los límites de la refleccion—Su proceder á cada instante le crea<br />

necesidades que se esti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> aun mas allá de su poder, y ti<strong>en</strong>e<br />

por precision que ser débil, por que ellas lo agovian—Jamas<br />

llegan á ser bastantes <strong>en</strong> sí mismo, para sacudir el peso abrumante<br />

de exig<strong>en</strong>cias que van acres<strong>en</strong>tando sobre sí—<br />

Por esta regla g<strong>en</strong>eral puede decirse que el hombre nunca está<br />

cont<strong>en</strong>to con ser lo que es—Y por regla g<strong>en</strong>eral resulta tambi<strong>en</strong><br />

esa debilidad—<br />

Arrojemos una mirada sobre los hombres de capacidad, sobre<br />

los hombres no vulgares, y <strong>en</strong>contrarémos rectificado esto mismo,<br />

de un modo quizá mas pernicioso, y acarreando por su debilidad<br />

inm<strong>en</strong>sos males de trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia espantosa para la sociedad <strong>en</strong><br />

que viv<strong>en</strong>, y para la Patria <strong>en</strong> que resid<strong>en</strong>; los <strong>en</strong>contrarémos<br />

disfrazados con el trage de la opinion, y del bu<strong>en</strong> concepto, que les<br />

ha comprado su intelig<strong>en</strong>cia, y ocupando los puestos emin<strong>en</strong>tes<br />

<strong>en</strong> la Legislacion de los Pueblos—Los veremos delumbrando con<br />

la luz de sus ideas, los ojos de esos mismos pueblos que van á<br />

sacrificar por el mezquino precio de la apari<strong>en</strong>cia vana de un titulo,<br />

al poder despótico de algun tirano que haya podido <strong>en</strong>cumbrarse<br />

primero que ellos, para ofrecerles un instante de dominio sobre<br />

sus demas compatriotas—<br />

Recorramos las épocas del mundo <strong>en</strong> todos los tiempos, y<br />

siempre los hallaremos, bajo la máscara de la abnegacion y el<br />

patriotismo, apareci<strong>en</strong>do como apóstoles de los pueblos, y <strong>en</strong>gañando<br />

la cre<strong>en</strong>cia de los hombres que se propon<strong>en</strong> dominar—<br />

La ambicion de los títulos <strong>en</strong> unos, la aspiracion rastrera de la<br />

fortuna <strong>en</strong> otros, los muev<strong>en</strong> á sacrificar la libertad de sus<br />

acciones, y á prostituir el sistema de sus principios—No necesita<br />

un tirano mas que conocer la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de cada uno de esos<br />

hombres capaces, para saber con cual de aquellas dos monedas<br />

debe comprarlo—Miserable y abyecta debilidad de los hombres!!<br />

¿Qué nos importa, dic<strong>en</strong>, la exist<strong>en</strong>cia politica, de un pueblo, si<br />

llegamos á figurar <strong>en</strong> el poder? ¿Qué nos importa, la libertad, la Patria,<br />

si con su esclavitud somos felices? ¿Qué nos importa la execracion<br />

de los hombres, si cuando ha de llegar á nosotros es ya tarde? . . . .<br />

. ¿Qué nos importa que el pueblo levante un cadalso á nuestro<br />

porv<strong>en</strong>ir, si el pres<strong>en</strong>te de ese pueblo está <strong>en</strong> nuestras manos? . . . .<br />

En la pr<strong>en</strong>sa, <strong>en</strong> la tribuna, y <strong>en</strong> todos los puestos elevados de<br />

la magistratura, verémos á esos hombres fabricando siempre los<br />

eslabones de la cad<strong>en</strong>a con que deb<strong>en</strong> amarrar las opiniones y las<br />

libertades de los hombres.<br />

POLITICA Y MODAS<br />

“Progreso” No. 1 (11 abril 1852): 3<br />

Hubo un tiempo <strong>en</strong> que ningun hombre dec<strong>en</strong>te hubiera sido<br />

osado á bailar si no estuviera bi<strong>en</strong> persuadido de poder verificarlo<br />

guardando una distancia <strong>en</strong>tre sí y compañéra que ecsijia la<br />

42 La Camelia La Camelia 43

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