MAQUETACION DICIEMBRE 2005 - Diverdi
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Jan Van Elsacker, Guillemette Laurens y Akadêmia firman uno de los grandes discos monteverdianos de todos los tiempos<br />
Un combate para la Historia<br />
Podemos considerar a Monteverdi como el gran inventor de la ópera, por más que haya títulos líricos que antecedan a su inmortal<br />
Orfeo. Pero no sólo se expresó el talento dramático del compositor en obras estrictamente operísticas (de las que, como se sabe,<br />
sólo han sobrevivido tres), sino también en otras piezas encuadrables dentro de aquello que se llamó género representativo y que<br />
incluye desde el Combattimento di Tancredi e Clorinda, presentado por primera vez en Venecia en 1624 y luego incluido en sus<br />
Madrigali guerrieri et amorosi de 1638, hasta el Lamento della ninfa, un madrigal de apenas cinco minutos de duración que con razón<br />
podría ser considerado la ópera más corta (y puede que más hermosa) jamás escrita. Monteverdi<br />
consiguió el milagro de superar la polifonía sin acabar en realidad con ella, de crear auténticos dramas<br />
musicales sin sobrepasar los límites del género madrigalístico. Ese genio para el teatro sin salirse de la<br />
forma, vetusta ya, del madrigal se libera de forma definitiva a partir del Libro VI y alcanza el paroxismo<br />
en el VII y, sobre todo, en el VIII, sin duda los dos más conocidos y visitados por los intérpretes.<br />
Este nuevo disco de la Akadêmia de Françoise Lasserre para ZIG ZAG nos ofrece del Libro VII<br />
(titulado genéricamente Concerto) Interrote speranze, un dúo para tenores verdaderamente mágico, y<br />
Con che soavità, una delicia para soprano concertada con violines; y del VIII (Madrigali guerrieri et<br />
amorosi) algunas de sus piezas más significativas: además del Combattimento y el Lamento della Ninfa,<br />
Altri canti d’Amor, Altri canti di Marte y Hor che’l ciel e la terra. Los resultados son excepcionales por<br />
muchos conceptos. Empezando porque nos presenta al que tal vez sea el mejor tenor monteverdiano<br />
de la historia, Jan van Elsacker, el Testo del Combattimento. La pureza lírica del timbre, la claridad y el<br />
refinamiento de la emisión, el dominio absoluto de las difíciles técnicas de disminución de la época y<br />
un control excepcional de los más diversos registros expresivos hacen de van Elsacker un intérprete<br />
único para esta música. Su demostración en el Combattimento es de las que marcan época. A su lado, los veteranos Hervé Lamy y<br />
Guillemette Laurens se dejan arrastrar al terreno de las emociones y de los contrastados estados de ánimo, resaltados de forma<br />
excepcional por un conjunto instrumental y una dirección que lleva hasta sus últimas consecuencias la fuerza expresiva del estilo<br />
concitato. Pese a la durísima competencia, el mejor Combattimento jamás grabado.<br />
El resto del programa luce a altura similar, por más que se hayan escuchado lamentos de ninfas más quejumbrosos, pero difícilmente<br />
mejor acompañados. En este sentido, merece especial atención la riqueza del continuo, que combina tiorba, guitarra, violas, lirone,<br />
violone, arpa, clave, órgano y espineta para enmarcar de forma absolutamente convincente el terreno expresivo de los textos, realzados<br />
igualmente por el contrastado tratamiento del color y las dinámicas y por una cuidadísima transparencia de texturas, que resalta de forma<br />
especialmente vívida en el petrarquiano Hor che’l ciel e la terra, que suena en una lectura tan majestuosa como cálida. Sería injusto no<br />
citar al resto del equipo vocal: Céline Vieslet, Jean-Michel Fumas, Matthew Baker y Jean-Claude Sarragosse. Ahí queda. Una maravilla.<br />
CLAUDIO MONTEVERDI (1567-1643): Combattimento di Tancredi e Clorinda; Lamento della ninfa; Altri madrigali / Jan Van Elsacker, texto. Guillemette Laurens, Clorinda.<br />
Hervé Lamy, Tancredi. Céline Vieslet, soprano. Jean-Michel Fumas, alto. Matthew Baker & Jean-Claude Saragosse, bajos / Akadêmia. Dir.: Françoise Lasserre / ZIG ZAG / Ref.:<br />
ZZT 051003 (1 CD) D2<br />
Le Tombeau, emocionante aproximación de Patrick Cohën-Akenine a la figura de Leclair<br />
Muerte de un violinista<br />
El 22 de octubre de 1764, Jean-Marie Leclair fue asesinado en un barrio de París. El violinista y compositor lionés, que contaba en<br />
aquel momento 67 años, se había distinguido no sólo como uno de los más virtuosos intérpretes de su tiempo, sino también como<br />
uno de los más conscientes y refinados experimentadores en la búsqueda de un estilo de composición internacional, que aglutinara<br />
lo mejor del estilo francés y del italiano. Pero, tan desgraciada como inevitablemente, el músico también había ido acumulando en su<br />
larga vida envidias y enemigos, algunos encarnizados, como los hechos confirmarían aquella fatídica noche. Aunque los dedos de la<br />
Historia apuntan con verosimilitud hacia François-Guillaume Vial, un sobrino, compositor mediocre, al que Leclair no pudo (o no quiso)<br />
colocar con su mecenas, el duque de Gramont, lo cierto es que el crimen quedó sin resolver, y aquella impunidad aún nos concierne.<br />
Es por ello que Patrick Cohën-Akenine dedica este disco a Leclair, colocándolo bajo la protección de un<br />
título de tan antiguas y emotivas resonancias en la música francesa como el de Le Tombeau, que fue el<br />
que recibió la Sonata VI de su Tercer libro de sonatas para violín y continuo publicado como Op.5 en<br />
1734, por haber sido la obra que se interpretó, en orquestación de uno de sus alumnos, en el Concert<br />
Spirituel un año después de la muerte del músico y como sentido homenaje a su figura. La obra puede<br />
ponerse como ejemplo de la obsesión de Leclair por la reunión de gustos. En una estructura típicamente<br />
corelliana, conviven un Grave de acordes disonantes y ecos afrancesados con una gavota de neto sabor<br />
italiano y el uso del spiccato, técnica de arco típicamente transalpina. La sonoridad brillante, la técnica<br />
deslumbrante no pueden negar su procedencia italiana, pero la música francesa también reclama su<br />
presencia, como en la Sarabanda y la Chacona de la Sonata IV, que, pese a la italianización de los<br />
nombres, no ocultan su origen genuinamente parisino, o como en el rondeau que cierra la Sonata VII,<br />
que, curiosamente figura en la edición como tempo di gavotta, un gesto más del compositor por destacar<br />
la comunión de estilos. Una comunión por la que Cohën-Akenine se ha preocupado hasta en la<br />
estructura de su disco, pues cortejando a las tres sonatas figuran la Obertura Op.13 nº3 (versión para dos violines y continuo de la<br />
obertura de Scylla et Glaucus, única ópera del músico), lo más francés de todo el CD, y el Concierto para violín, cuerdas y continuo<br />
Op.10 nº6, tan vivaldiano en la forma (rápido-lento-rápido) como en la brillantez expresiva y en sus exigencias virtuosísticas. A todo ello<br />
responde de forma admirable el arco ágil, sensual y luminoso de Patrick Cohën-Akenine, su imaginación ornamental y la elegancia de<br />
su fraseo, que encuentran una réplica ideal, vitalista, flexible y precisa en Les Folies Françoises, conjunto en el que sobresale el nombre<br />
de la jovencísima y exquisita violinista francesa de origen español Leonor de Recondo.<br />
JEAN-MARIE LECLAIR (1697-1764): Le Tombeau / Patrick Cohën-Akenine, violín solo & dirección. Léonor de Recodo, violín. François Poly, violonchelo. Béatrice Martin, clave.<br />
Orchestre des Folies Françoises / ALPHA / Ref.: ALPHA 083 (1 CD) D2<br />
( 8 )<br />
P.J.V.<br />
P.J.V.