Diciembre Nº 85 - Biblioteca Virtual El Dorado
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-Doctor me llama usted, señor Oficial, por qmen me toma?<br />
-La verdad me dijo, es que yo no lo conozco a usted. Es aquél que<br />
va alante el que dice que usted es el doctor Porras, que lo conoció en<br />
Panamá cuando él era aguado.r de pipote all y le vendía agua diariamente.<br />
Por mí ojalá pudiera conocer al dotar.<br />
-Por qué quiere conocer lo usted?- le repuse con cierta inquietud.<br />
-Porque éi fue servicial y bueno alguna vez con una hermana jembra<br />
núa que vive en Panamá. Los Robles de San Francisco no podemos<br />
olvidar eso y somos todos de cL Aqui estamos en la Revolución, por éL.<br />
Pelearemos por él. .. Todavía no 10 hemos visto., pero le serviriamos con<br />
todo el corazón.<br />
A medida que hablaba Robles me parecía entrever, como un rayo de<br />
esperanza, la puerta de mi escape y de mi aiberación; pero me abstuve<br />
de confesarle la verdad. Un preso en fuga~v-ile en el temor, en la desconfianza<br />
de todo el mundo, refrenado por l~ más refinada prudencia,<br />
y esperé nuevas revelaciones y nuevas circuDstancias.<br />
Mi miopía no me dej aba ver el paisaj e de alrededor; pero por los<br />
cantos de los gallos comprendia que ya nos encontrábamos en la aldea<br />
de Gatú, y me senti aterroriimdo, pensando que all debia estar espetándome<br />
ya el Comandante Jaén, un enemigo que me había echado cuando<br />
de mis mocedades habia tenido la crueldad, propia de jóvenes, que cscriben<br />
siempre críticas al comenzar su carrera literaria, de moteja,-le<br />
una obra en la cual figuraba la cacería de un tigre manso y burlón.<br />
Llegamos a una casa y por lo que oí hablar a los soldados, ya llegados,<br />
con el Jefe Robles de nuestro pelotón, comprendí que el Comandante<br />
Jaén no había llegado aún y mi temor se calm/¡o La familia de la casa<br />
eran los Pugas y González, enlazados; pero no estaban en ella sino puras<br />
mujeres simplemente. Los hombres prestaban servicio en el ejército<br />
o andaban en alguna comisión. Todas esas señoras, jóvenes y viejas,<br />
de bella presencia, de cuitura, que daban testimonio de su posición y<br />
de su valor social, salieron a mi encuentro eon muestras de cariño, haciéndome<br />
comprender que estaban impuestas por los delanteros, entre<br />
quienes estaba el que decía haber sido aguador en Panamá, quién era<br />
el preso de consideración que llegaba.<br />
Sin duda no podía seguir fingiéndome un mero Capitán. Estaba<br />
reconocido y perdido!, ,. Mi. emoción era tan grande y mi imaginación<br />
tan excitada que ya me parecia oir g'olpear en el camino gredooo los<br />
cascos de los caballos a puro galope, del pelotón del Comandante Jaén<br />
que se acercaba. Definitivamente me iban a tomar y amarrar, ~omo<br />
un gran criminal, y a llevarme entre dos fias de soldados hasta las<br />
llanuras relampagueuntes de Aguadulce. . ,<br />
No me pude contener y les haJ:é asi:<br />
---Su pónganse señoras, que estos hombres me toman por el doctor<br />
Porras y con orden de aprehenderlo me han apresado a mi y me Ilev:in<br />
Aguadulce... <strong>El</strong> doctor Porras!. . <strong>El</strong> Jefe del Partido Liberal! <strong>El</strong> que<br />
organizó la invasión, el que abandonó posición, bienes e hijos y se -¡ino<br />
por llamamiento de sus amigos al istmo a exponer la vida y a sacrifcarse<br />
por ellos y por su Partido! <strong>El</strong> DI' Porras! <strong>El</strong> que triunfó en Bejuco<br />
y se tomó el Vigía y decidió la victoria en Af!uadulce, el compañero d.e<br />
los humildes soldados opuesto a los azotes. al reclutamiento y a las 'lio-<br />
80 LOTERIA