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Diciembre Nº 85 - Biblioteca Virtual El Dorado

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<strong>El</strong> fuerza de llacerlos concebir a la niñez, sentimos también para engañarnos,<br />

o mejor para embriagamos de una alegría ficticia que nos haga<br />

olvidar que en el rosario gris de nuestra vida, pronto ha de correr una<br />

cuenta más al conjuro inexorable del tiempo.<br />

Bulla la bienandanza en las grandes tiendas de comestibles y regalábase<br />

la glotoneria burguesa a sus anchas ant,e los ojos de la miseria<br />

sin hogar que tirita en las grandes urbes más honda y dolorosamente<br />

que nunca en los rincones de esta noche de Navidad, "de nieve en los tejados<br />

y en las almaf/'. Las luces de los faroles, hiperborea, difusa en la<br />

humedad del aire, descubría en las avenidas manos trémulas de ancianas<br />

lacrimosas, de niños harapientos, de jóvenes fláddas, de rostros<br />

desconcertantes que pedian un mísero tributo entre tant.a prodigalidad<br />

espectacular, pero que por lo general quedábunse vucias.<br />

Tras de los grandes cristales de los aparadores de un restaran de<br />

lujo, empañados por el frío, hacian una llamada obligatoria al pÚblico<br />

numero,:as bandej as aderezadas, con feérica maestria: un enorme pescado<br />

servía de pendant a un pavo trufado y hacianle compañia faisanes<br />

dorados al horno que emergían de caprichoso aderezos, y en medio<br />

de ella una pizpireta lechona, grasienta y rubicunda apuntaba su ahumado<br />

hocico sob1re un enjambre de aves menores que eran una invitación<br />

sin respuesta obligatoria. Chorizos extremeños, salchichones y mortadelas<br />

vestidos con un traje plateado; mofletudos jamones, rebanados<br />

para mayor provocación; legumbres de todo género; mariscos entre los<br />

que se destacaban montones de sonrosados langostinos y ostras de Marenne;<br />

butifarras y ronservas; aceitunas y quesos presentados con la<br />

más cruel coqueteria entre un hacinamiento de avellanas y nueces, y<br />

para completar el cuadro, botellas de Johanisberg, el famoso vino del<br />

Rhin, de oportos y de toda una gama de néctares que han dado fama<br />

a los viñedos españoles, italianos y franceses; todo, en fin, lo que 0n ('sa<br />

llora emotiva y para muchos trágica de la comedia humana pOdía servir<br />

a Tántalo para torturar con la más refinada voluptuosidad <strong>El</strong> los seres<br />

hambreados.<br />

De las Iglesias, abiertas a la cena litÚrgica, meramente espiritual<br />

de los menest.erosos, de esos que en la llamada Nochebuena como una<br />

ironia para ellos sienten más reconditamente el eco de las nostalgias<br />

ancestrales que flotan en el alma en la hora de la desesperanza, salian<br />

muchedumbres que convencidas de que para ellas no brilaba la estrella<br />

de Oriente que ilumina, como en la leyenda cristiana, la senda de la<br />

redención, iban en busca del frío y desmantelado rincón o la humilde<br />

mansarda.<br />

Una viejecita enjuta, tiritando de frío, mal cubierta con un paño<br />

de lana raido y grasiento, a quien acompañaba un niño que ella asía<br />

de la mano Y que se arrebujaba entre su falda, creyó tal vez que por<br />

ser Navidad pOdría sucederse el hasta ahora imposib'le milagro deèenar<br />

mentalmente élla y la infeliz criatura, tal vez su nieto huérfano, delante<br />

de la insolente magnificencia estomacal exhibîda en las vitrinas de<br />

aquel restoran; Y limpiando con su raída capa la humedad del cristal<br />

,como para escoger mejor en el banquete ideal, veia y veia con regodeo<br />

.que empañaba su vista tanta maravila epicúrea que para élla tenia<br />

mayorfasclnación que para el niño pobre y huérfano los arbolitos de NoeL.<br />

Pasó largo rato. En las callejas sonaban voces alegres que tmían ecos<br />

de vilancicos tristes como el recuerdo de cosas amables que fueron y no<br />

36<br />

I.OTERIA

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