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Diciembre Nº 85 - Biblioteca Virtual El Dorado

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lencias... <strong>El</strong> Dr. Porras, aherrojado en una cárcel con puertas y ventanas<br />

tapiadas, sin luz, incomunicado todo el tiempo, sin poderse bañar,<br />

afeitar, ni cortar el cabello, sujeto siempre a la dieta de una ración. . .<br />

Cómo puede ser? ..<br />

En este punto Miguel Robles, el Jefe del pelotón, comenzó a secarse<br />

los ojos y las mujeres de la casa comenzaron a llorar. Oh sensibles y<br />

nobles corazones!!<br />

Me pareció llegado el momento de poner aprueba definit.iva sus<br />

fibras más recónditas y sacándo mis anteojos del bolsilo del pecho de<br />

mi camisila de lana y poniéndomelos, les dije al fin:<br />

-Efectivamente, soy el mismo doctor Porras y ahora, Miguel Robles,<br />

que me lleven a Aguadulce y me fusilen como un miserable traidor! ! !<br />

Miguel Robles el jefe del pelotón, el hermano de la hermana hembra<br />

con quién había sido yo servicial y bueno alguna vez en panamá,<br />

Miguel se precipitó sobre mi con los brazos ab'ertos gritando:<br />

-Nunca! Nunca! dotar. Moririámos con usted todos los Robl~s de<br />

San Francisco!!<br />

Y todos me abrazaban, después de Miguel los soldados, los peones<br />

de la finca y las señoras jóvenes y viejas de las distinguidas familas le<br />

los Pugas y González,<br />

-Váyanse, pués, grité; váyanse antes de que llegue el Comandante<br />

Jaén, váyanse, mûchachos.<br />

y con un últ.mo abrazo se fueron todos, inclusive el que se deCÍa<br />

aguador con pipote en Panamá... Un gran silencio reinó en seguida a<br />

mi alrededor: quedé abismado en un hondo arrobamiento, pensando en<br />

la sorpresa mágica, en la retribución inesperada del bien: discurriendo<br />

mentalmente cómo un bién que no había caído a orilas del camino, ni<br />

había sido hollado por nadie; ni tampoco entre rt'cas, ni entre espinas<br />

sino en buena tierra; un bién que ya tenía yo olvidado, un bién de los<br />

que aprendi a hacer desde niño, leyendo Oh dulce Jesús! tÚ parábola de<br />

Cafarnaum, la del Sembrador ese bién había producido un día su fruto,<br />

centuplicándolo, dando ciento por uno, salvándome de la muerte y de<br />

la humilación!. . .<br />

Con cuánto placer lo recuerdo hoy, día de tu inolvidable Navidad,<br />

cuando se cumplen mil y tantos años de que viniste al mundo, oh amudo<br />

Jesús! En el curso de mi vida trabajosa y combatida me he convencido<br />

de las verdades que enseñaste. Todavia y por los siglos de los siglos de<br />

los siglos a venir tus enseñanzas perduran y perdurarán y servirán de<br />

guías a los hombres. Tu vida es un ejemplo de cómo debe vivirse: pero<br />

tu palabra fue m~jor: la luz, el faro por donde debemos seguir. Todas<br />

tus palabras fueron revelaciones de la eterna verdad. Todo paso hacia<br />

tí mata toda duda: todo pensamiento o palabra o acto por ti nos lleva<br />

lejos, sín desaliento, hacia la gloria del bién. Sin tí, como deCÍa Renan,<br />

el mismo Renan, la historia sería incomprensible, ¡oh dulce, oh amado<br />

Jesús! . . .<br />

<strong>Diciembre</strong> 25 de 1922.<br />

-000-<br />

LOTERIA 31<br />

//<br />

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