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Diciembre Nº 85 - Biblioteca Virtual El Dorado

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~e ilusiones y felicidad: Y te vocean cada año por calles y plazas, angelicales<br />

criaturas entusIasmadas con la celebración del divino misterio<br />

que no comprenden. . .<br />

Las campanas de la blanca torre dejaban oir la alga rabia de sus<br />

acordes, cuyo eco, repercutido en los lejanos montes, era careado por<br />

el ronco canto de los gallos. En las casas las madres solícitas vestian<br />

a sus pequeños los blancos trajes del estreno. Los viejos con sus togas<br />

~e fiesta engalanados, reuníanse en la puerta del templo por donde $:1han<br />

torrentes de luz y aromas de flores silvestres, como prueba de la<br />

profusión de su ornato.<br />

La lUna, reina y señora del firmamento derramaba claridades sobre<br />

las lejanas colinas azuladas, envolviendo ei universo como en gasa Juinir:;csa<br />

y i~lalfando la:, hojas de los árboles dEspiertas por el céfiro retozan,<br />

portador en sus alas del perfume de los montes.<br />

En la plaza, grupos de jóvenes de ambos sexos en la edad del amor,<br />

departían llenos de alegria. Los novios se requebraban mutuamente, y<br />

por doquiera se percibía aquel sano regocija, aquel encanto mís(ico saturado<br />

de poesía, que sólo es dado disfrutar en los plâcidos momentos<br />

de la Noche Buena. Como testigo mudo de aquellas escenas alzábase co,ronada<br />

de verde guirnalda, la airosa palmera de la plaza, cuyas hojas<br />

rumoraban, mecidas por la brisa, una canción etérea para acompañar<br />

el contento universaL.<br />

Hacia un extremo de la plaza un numeroso grupo de jóvenes habia<br />

formauo un corrillo bulllioso. Contentos y entusiasmados, hacían círculo<br />

alrededor de una joven que por su elegancia se destacaba de entre<br />

las compañeras.<br />

Hermosa sobremanera, parecía un tipo ideaL. Esbelta de talle de<br />

rostro ligeramente ovalado, de cabellera oscura Y pardos ojos rientes y<br />

soñadores, que tras la malla de las pestañas negras lanzaba miradas de<br />

extrema coquetería. Su cuerpo era escultural y toda su persona estaba<br />

envuelta en un halo de belleza y en un perfume de juventud que eran<br />

parte de sus prendas físicas. No era de extrañar, por esto, que en su totalidad<br />

los jóvenes del pueblo estuviesen prendados de su gracia y hermosura,<br />

aunque ella, indiferente f\ las asíduidades de sus numerosos<br />

pretendientes se most.raba esquiva a sus pretensiones sin renunciar, sin<br />

embargo, al halago que le producia la atracción que en ésto:; ejercía Hl<br />

persona. Teníasela por los homb'res como insensible al amor, Y por las<br />

mujeres como intolerablemente orgullosa.<br />

Entre los enamorados de la beldad, a quien cariñosamente sus admiradores<br />

y amigos llamaban Linda, estaba un mancebo que había de-<br />

la, con todo y saber que .;us<br />

mostrado mayor perseverancia en requebrar<br />

solicitudes no habían producido en ella sino la mayor indiferencia. Su<br />

nombre era Roberto, y aunque pobre, era trabajador, intrépido, inteligente<br />

y tenaz. Pert,enecía a una famila decente del lugar y hacia ;Jarte<br />

también de la reunión.<br />

<strong>El</strong> corrilo de la plaza se disolvió poco a poco, alejâiolose los reunidas<br />

por parej as para dar un paseo antes de miss.; y sin que fuese de<br />

propósito, Linda y su asiduo pretendientt vinieron a F'lconk:trse solos<br />

frente a frente.<br />

<strong>El</strong>la, para disimular la inesperada situación, so dirigió al joven con<br />

esta pregunta: -y bien, Roberto, no va usted a pasear también.<br />

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