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Numero 103 - Escuela de Psicología Social de Montevideo

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<strong>de</strong>n - ni <strong>de</strong>ben- expresar lo que saben, una vez más las con<strong>de</strong>namos a<br />

una soledad mayor aún, si cabe, que la que tenían en el campo. Mientras<br />

este nivel <strong>de</strong> la experiencia que<strong>de</strong> anulado por el filtro i<strong>de</strong>ológico, el<br />

entorno intelectual y académico podrá <strong>de</strong>dicarse a aplacar las conciencias<br />

teorizando sobre el mal radical y haciéndonos sentir seguros <strong>de</strong> que vivimos<br />

en el lado bueno <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> este mundo y que el infierno son<br />

siempre los otros. Al mismo tiempo, mientras nos limitemos a pensar<br />

la experiencia humana exclusivamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una mirada neurofisiológica<br />

y/o psicológica, el sobreviviente seguirá con<strong>de</strong>nado al trauma o al<br />

paliativo <strong>de</strong> la terapia y la sociedad seguirá en el limbo <strong>de</strong> la irresponsabilidad.<br />

Nosotras consi<strong>de</strong>ramos, en cambio, que la memoria nuclear no pue<strong>de</strong><br />

ser pensada, ni los recuerdos expresarse en palabras y contarse, porque<br />

cuando nuestra cultura preten<strong>de</strong> pensar al ser humano no se permite<br />

incorporar el absurdo. Por eso siempre le ve <strong>de</strong> un modo incompleto y<br />

se pier<strong>de</strong> el aspecto <strong>de</strong> la vida humana que tal vez más sutilmente nos<br />

constituye. Es precisamente por esta negación que hace nuestra cultura<br />

que esas experiencias inevitablemente dolorosas resultan también<br />

traumáticas, y no a la inversa. No es que el sobreviviente no quiera o<br />

no pueda narrar lo que le ha sucedido. Es que la sociedad, a pesar <strong>de</strong> sus<br />

mejores intenciones, raramente soporta compartir la intensidad y el<br />

ruido que esta memoria provoca. Por eso no sabe escuchar, ni acompaña<br />

a quien quiere realizar el esfuerzo <strong>de</strong> pensar. Ni nuestros lenguajes<br />

teóricos, i<strong>de</strong>ológicos y políticos, ni nuestra gramática cotidiana están<br />

preparados para incorporar el absurdo, la paradoja, lo complejo o lo<br />

siniestro. No es que la vivencia <strong>de</strong> los campos <strong>de</strong> concentración sea<br />

“inefable”, lo que ocurre es que el marco conceptual <strong>de</strong> nuestra cultura<br />

separa a cal y canto aquello que pue<strong>de</strong> o no pue<strong>de</strong> convertirse en experiencia<br />

y por lo tanto ser recordado, narrado y compartido.<br />

Por eso creemos que asumir la responsabilidad personal y colectiva tal<br />

vez sea una clave que nos habilite para recordar, pensar y compren<strong>de</strong>r<br />

nuestro pasado sin censuras. De este modo, podremos comenzar a <strong>de</strong>rribar<br />

las barreras afectivas y conceptuales que hacen que la memoria “nuclear”<br />

y la “narrativa” funcionen <strong>de</strong>sconectadas y los sentidos continúen<br />

mutilados. Si no lo hacemos, nuestra experiencia <strong>de</strong>l mundo resultará<br />

empobrecida y nuestra potencia <strong>de</strong> acción menguada. Mientras no busquemos<br />

implicarnos en nuestra propia historia con una aproximación<br />

más compleja seguiremos abandonando a Laura Alcoba con sus recuerdos<br />

<strong>de</strong> niña frente a una crueldad que le resulta tan obvia como inconcebible<br />

al pensarlos como adulta. Le seguiremos quitando, privándonos<br />

también nosotros, la posibilidad <strong>de</strong> pedir como adulta que todos nos hagamos<br />

partícipes <strong>de</strong> aquello que produjimos colectivamente.<br />

Una <strong>de</strong> las formas más comunes, y reiteradas hasta el hastío, <strong>de</strong> soslayar<br />

las responsabilida<strong>de</strong>s consiste en refugiarse en discursos genéricos,<br />

ya sea académicos o i<strong>de</strong>ológicos, convirtiendo los temas más acuciantes<br />

y personales en lejanos y teóricos, <strong>de</strong> tal modo que, al mismo tiempo<br />

que hablamos permanentemente <strong>de</strong> ellos, po<strong>de</strong>mos no <strong>de</strong>cir absolutamente<br />

nada que nos afecte como personas aquí y ahora. El resultado<br />

es que así nos conformamos con diseñar una memoria complaciente, a<br />

medida, que es incapaz <strong>de</strong> recordar alguna experiencia que nos ponga en<br />

cuestión.<br />

No queremos protegernos usando eufemismos o un lenguaje académico<br />

distanciado. Preferimos, al igual que Oscar <strong>de</strong>l Barco, sentirnos<br />

responsables <strong>de</strong> haber apoyado el asesinato. Sin embargo, nos gustaría<br />

ir más allá –o tal vez <strong>de</strong>beríamos <strong>de</strong>cir más acá, más cerca <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong><br />

todos los días- y reconocer también nuestra responsabilidad por la falta<br />

<strong>de</strong> cuidado que pa<strong>de</strong>cieron nuestros seres queridos, y por las innumerables<br />

veces que los pusimos en peligro. Cuando “guardábamos” a una<br />

persona buscada ocultándole a nuestras familias su pertenencia a una<br />

organización clan<strong>de</strong>stina, o cuando disponíamos <strong>de</strong> coches legales <strong>de</strong><br />

familiares para ser utilizados por las organizaciones, engañando a quien<br />

nos lo había prestado amorosamente, o pidiéndoles que nos guardaran<br />

bolsos repletos <strong>de</strong> armas o materiales comprometedores sin <strong>de</strong>cir lo que<br />

contenían, cuando les exigíamos que nos escondieran en sus casas<br />

porque éramos buscados, mientras seguíamos arriesgándonos y arriesgándolos,<br />

sin su consentimiento. Muchas veces incluso incurrimos en<br />

esta loca <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>ración por motivos nimios como preservar una<br />

colección <strong>de</strong> libros o <strong>de</strong> periódicos <strong>de</strong>l partido a sabiendas <strong>de</strong>l riesgo que<br />

implicaba tener esos materiales.<br />

Queremos también admitir nuestra responsabilidad por el trato que<br />

tuvimos con nuestros amigos, a los que les dimos la espalda por diferencias<br />

i<strong>de</strong>ológicas –a veces apenas una coma en el programa <strong>de</strong> la organización<br />

o el grupo- y a los que no prestamos ayuda en momentos difíciles<br />

porque contra<strong>de</strong>cían la línea dictada por la dirección. Y también<br />

respecto a esos amigos que simplemente nos querían hacer ver que si<br />

seguíamos así nos iban a matar, a secuestrar…y que nosotros <strong>de</strong>spreciábamos<br />

por débiles, por cobar<strong>de</strong>s, por su falta <strong>de</strong> compromiso.<br />

Queremos recordar y reconocer la total falta <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>ración, por no<br />

<strong>de</strong>cir <strong>de</strong> escrúpulos, con que actuamos muchas veces y la prepotencia<br />

con la que tratamos no sólo a los que consi<strong>de</strong>rábamos enemigos, sino<br />

a los adversarios, e incluso a los aliados que pensábamos no nos prestaban<br />

suficiente atención.<br />

Consi<strong>de</strong>ramos que es imprescindible aceptar que fuimos nosotros<br />

los que tratamos a las personas como “recursos” para una hipotética<br />

revolución y que admitimos y promovimos la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que la bondad<br />

<strong>de</strong> los supuestos fines justificaba la crueldad <strong>de</strong> los medios que usamos<br />

para imponerlos. Incluso tuvimos hijos a los que llegamos a pensar<br />

como hijos <strong>de</strong> la revolución y nos olvidamos <strong>de</strong> pensarlos como seres<br />

a los que traíamos al mundo “responsablemente” para proporcionarles<br />

algo más que la vida: el amor, la seguridad, el cuidado que cualquier<br />

niño – y en general cualquier persona - necesita.<br />

De todas las responsabilida<strong>de</strong>s que están ausentes <strong>de</strong>l discurso <strong>de</strong> la<br />

memoria a las que procuramos darle voz en esta nota, la que más conmueve<br />

y nos interpela es la relacionada con los hijos <strong>de</strong> aquella militancia<br />

<strong>de</strong> los setenta. Hijos que no fueron protegidos porque sus padres<br />

siguieron a<strong>de</strong>lante aún cuando ya se palpaba a todas luces la <strong>de</strong>rrota;<br />

hijos que nacieron en los centros clan<strong>de</strong>stinos, la mayoría <strong>de</strong> los cuales<br />

aún hoy siguen sin el <strong>de</strong>recho a saber <strong>de</strong> quiénes son hijos. Hijos<br />

que, como Laura Alcoba, pa<strong>de</strong>cieron una clan<strong>de</strong>stinidad precoz y angustiosa.<br />

Hijos a los que sus padres <strong>de</strong>jaron en Cuba porque su compromiso<br />

con la revolución era más importante que la responsabilidad que<br />

sentían hacia ellos… y tantos otros hijos <strong>de</strong> militantes que crecieron sin<br />

i<strong>de</strong>ntidad o sin infancia.<br />

Creemos que si no somos capaces <strong>de</strong> asumir nuestra participación en<br />

la historia tal como la vivimos y no como se la <strong>de</strong>cora en los rerpochables<br />

cuentos <strong>de</strong> hadas o en las sesudas conferencias, o bienintencionados<br />

discursos académicos, tampoco podremos nunca empezar a olvidar<br />

en paz, como querría Laura Alcoba y como, <strong>de</strong> un modo u otro, también<br />

necesitamos todos.<br />

Notas<br />

i Se pue<strong>de</strong> leer en: http://www.elinterpretador.com.ar/15Carta<strong>de</strong>OscarDelBarco.htm<br />

ii Se pue<strong>de</strong> leer en: http://www.elinterpretador.com.ar/15Carta<strong>de</strong>DiegoTatian.htm<br />

iii Se pue<strong>de</strong> leer en http://www.elinterpretador.com.ar/15Carta<strong>de</strong>ChristianFerrer.htm<br />

iv Se pue<strong>de</strong> leer en:<br />

http://www.elinterpretador.net/20TomasAbraham-<br />

LaCartaAbiertaDeOscarDelBarco.html<br />

v Se pue<strong>de</strong> leer en http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0000071&a=Kraft-<br />

Memoria-emocional-en-sobrevivientes-<strong>de</strong>l-Holocausto-Un-estudio-cualitativo-<strong>de</strong>-testimonios-orales<br />

vi Se pue<strong>de</strong> leer parcialmente en:<br />

http://books.google.com/books?id=TemvZpgA6uoC&printsec=frontcover&hl=es&sig=<br />

ACfU3U2F1erczy6SM2QdmGqA6uyvL3WzYw<br />

El pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce. Edward Thomas<br />

Filosofía,<br />

Arte y<br />

Espiritualidad<br />

Laprida 1963, PB “B” CABA<br />

Tel/Fax: 4803-9764<br />

Directora:<br />

Lic. Cristina García Oliver<br />

Campo Grupal / 9

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