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Artículo - Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Oriental

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Gaceta <strong>Artículo</strong><br />

cumplirse automáticamente. A Rosenthal y Jacobson también se les reprochó que hubiesen<br />

confundido el proceso normal <strong>de</strong> las expectativas con las profecías autocumplidas,<br />

extendiéndose también las críticas a supuestos errores en el diseño experimental<br />

(Thorndike, 1968; Snow, 1969).<br />

Uno <strong>de</strong> los interrogantes que se planteaba era si este efecto se podría lograr con todo<br />

tipo <strong>de</strong> alumnos. A este respecto los propios autores (Rosenthal y Jacobson, 1968 a)<br />

argumentaron que los resultados positivos <strong>de</strong> los que venimos hablando no fueron iguales<br />

en todas las condiciones experimentales. Así, el efecto fue mayor con niños pequeños<br />

(primero y segundo <strong>de</strong> enseñanza primaria), con alumnos cuyos padres también<br />

exhiben interés por los progresos escolares <strong>de</strong> sus hijos, con los individuos más fácilmente<br />

i<strong>de</strong>ntificables como pertenecientes a minorías étnicas y con los <strong>de</strong> aptitu<strong>de</strong>s medias.<br />

Pero, ¿Pue<strong>de</strong> un docente conseguir un ilimitado nivel <strong>de</strong> rendimiento en el alumno<br />

por el simple hecho <strong>de</strong> esperar que así suceda? Obviamente no, sin embargo Stead (1976)<br />

comprobó que la correlación entre capacidad intelectual y rendimiento escolar era <strong>de</strong><br />

0,98 si el profesor consi<strong>de</strong>ra al alumno como <strong>de</strong> alta capacidad para el <strong>de</strong>sempeño<br />

escolar, quedando reducida la correlación a 0,19 en los casos en que el docente consi<strong>de</strong>ra<br />

que sus alumnos presentan escasas capacida<strong>de</strong>s. Estos hallazgos sugieren que si se<br />

espera obtener buenos resultados <strong>de</strong> los alumnos el rendimiento <strong>de</strong> éstos se acercará<br />

bastante a su capacidad intelectual, en caso contrario el rendimiento se distanciará<br />

apreciablemente <strong>de</strong> sus potencialida<strong>de</strong>s reales.<br />

Vistos los resultados <strong>de</strong>l experimento, surgió la duda sobre si los profesores podrían<br />

igualmente crear o no expectativas negativas. En realidad la repercusión <strong>de</strong> las expectativas<br />

<strong>de</strong>l profesor sobre sus alumnos pue<strong>de</strong> resultar positiva o negativa. Todo ello irá en<br />

función <strong>de</strong> cuales sean los resultados que los docentes esperan alcanzar con sus alumnos<br />

(Cooper, 1983). Al igual que el “efecto Pigmalión” fue acuñado para <strong>de</strong>nominar las consecuencias<br />

<strong>de</strong> las expectativas positivas, el término “efecto Golem” se utiliza para hacer<br />

referencia a las nefastas consecuencias <strong>de</strong> las expectativas negativas. El vocablo<br />

alu<strong>de</strong> al mito judío según el cual como resultado <strong>de</strong> las expectativas <strong>de</strong> su creador, éste<br />

dotó <strong>de</strong> vida a un objeto inanimado, obteniendo como resultado un monstruo (Babad,<br />

Inbar y Rosenthal, 1982). Si las expectativas negativas presentan cierta viabilidad y se<br />

manifiestan una y otra vez, entonces la probabilidad <strong>de</strong> afectar al rendimiento <strong>de</strong>l discente<br />

se multiplica (Kedar-Voivodas y Tannembaum, 1979; Reschly y Lamprecht, 1979). Díaz-<br />

Aguado (1983) consi<strong>de</strong>ra que los docentes que tienen más probabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> llevar a<br />

cabo el efecto negativo <strong>de</strong> las expectativa son aquellos que se muestran escasamente<br />

competentes, reaccionan con ansiedad ante los problemas, no se consi<strong>de</strong>ran responsables<br />

<strong>de</strong>l rendimiento <strong>de</strong> los alumnos, no confían en las posibles mejoras <strong>de</strong>l alumno y no<br />

realizan ningún esfuerzo que haga posible un cambio en el alumno.<br />

Otra cuestión que surgió aludía a la i<strong>de</strong>a que albergaban algunos autores, según la<br />

cual si el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> las expectativas <strong>de</strong>l profesor era tan ilimitado como algunos intentaban<br />

hacer creer, sería factible inducir expectativas falsas en situación <strong>de</strong> laboratorio.<br />

Realmente es difícil conseguirlo pero cuando se logra, los sorpren<strong>de</strong>ntes resultados no<br />

muestran relación con lo que suele ocurrir en situaciones naturales (Díaz-Aguado, 1983).<br />

La explicación es que los profesores no suelen dar por válida y aceptar como base <strong>de</strong> sus<br />

expectativas cualquier información indirecta que les llegue. Es más, los datos disponibles<br />

son sometidos a contrastación respecto <strong>de</strong> lo que ocurre en el aula, <strong>de</strong>sconfiando y<br />

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