Artículo - Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Oriental

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rechazando toda información que se contradiga con la experiencia de clase (Nesselrodt,
1990). Ello explicaría el fracaso de la inducción experimental de expectativas falsas
(Dusek y Joseph, 1983).
Por tanto, podemos decir que en el proceso normal de las expectativas es la realidad
la que se encarga de moldear las opiniones del profesor, adquiriendo éstas un valor
adaptativo y positivo, permitiendo al profesor adecuar la enseñanza a las características
del alumno. En cambio, en las profecías autocumplidas son las expectativas del profesor
las que moldean el rendimiento del alumno, ya que se basan en percepciones imprecisas
que se mantienen a pesar de que exista evidencia contraria (Santana Vega, 1986).
Un dato a tener presente es que hasta el momento de la publicación de la investigación
de Rosenthal y Jacobson (1968 a) el fracaso del alumno solía atribuirse a causas
internas, estables e incontrolables. Es decir, a la escasa capacidad, la cual venía explicada
en función de su pertenencia a la clase social desfavorecida. Es a raíz de estos trabajos
cuando Rosenthal y Jacobson (1968 b) lanzan su hipótesis sobre la parte de responsabilidad
que las expectativas de los profesores presentan en el fracaso del alumno. Según
Rosenthal y Jacobson (1968 a) que unos niños sean etiquetados por cualquier persona no
presenta mayor relevancia, pero cuando el rotulado proviene de su profesor las repercusiones
pueden ser amplias. No obstante, actualmente sabemos que para que el etiquetado
funcione debe repetirse por parte del profesor sistemáticamente (Supersaxo et al.,
1987).
Desde que los pioneros resultados de Rosenthal y Jacobson (1968 a) se hicieron públicos
el fenómeno en cuestión se ha venido confirmando en multitud de publicaciones.
Rosenthal y Rubin (1978) recogen 345 estudios confirmatorios. Desde la década de los
sesenta hasta 1978, Cooper (1983) analiza 44 investigaciones que muestran un claro y
significativo apoyo a la existencia de las expectativas del profesor y su efecto en los
alumnos. Harris y Rosenthal (1985) consiguen superar la cifra de 400 trabajos, la mayor
parte de los cuales se realizaron en el contexto académico. Finalmente, el propio Rosenthal
(1991), basándose en 448 trabajos previos derivados de contextos escolares, lleva a
cabo un completo meta-análisis confirmando la vigencia del fenómeno. Este efecto también
ha sido estudiado en diversos campos de las relaciones humanas (Christensen y
Rosenthal, 1982).
En el mismo año en que Rosenthal y Jacobson (1968 a) publicaron “Pigmalión en la
clase” sale a la luz una obra de Jackson (1968) titulada “La vida en las aulas”. En ella se
recoge, mediante metodología observacional, la dinámica escolar. Jackson intenta describir
los objetivos de la institución, la conducta del profesor, la conducta del alumno,
aspectos cognitivos, el entramado sociológico, así como el clima emocional en el aula.
Inicialmente se trata de una obra bastante diferente, en objetivos y contenidos, a la de
Rosenthal y Jacobson pero con el tiempo se irán acercando hasta el punto que hoy se
considera que Jackson fue el precursor de toda una serie de investigaciones que tratan
de analizar la forma en que se transmiten y reciben las expectativas. Recordemos que
Rosenthal y Jacobson (1968 a) nos hicieron apreciar el poderoso influjo de las expectativas
y los resultados que generan pero no aportaron una explicación completa del proceso
mediador. En realidad podía parecer como si el trasvase de expectativas se hiciese de
forma mágica y automática. De hecho esta fue otra de las duras críticas que sufrió el
trabajo de Rosenthal y Jacobson. Es cierto que los autores apuntaron a las diferencias en
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