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Artículo - Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Oriental

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Gaceta <strong>Artículo</strong><br />

el tipo <strong>de</strong> interacciones que se establecen entre profesor y alumno como explicación<br />

factible, pero no ofrecieron un mo<strong>de</strong>lo explicativo.<br />

Actualmente se admite que los profesores crean durante las primeras semanas <strong>de</strong>l<br />

curso una impresión <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> sus alumnos, permaneciendo la misma bastante<br />

estable (Cooper, 1983; Dusek y Joseph, 1983). Posteriormente realizan las correspondientes<br />

predicciones <strong>de</strong> progreso y finalmente atien<strong>de</strong>n a las discrepancias que pudiesen<br />

darse entre las previsiones planteadas y los progresos reales habidos. Como resultado, el<br />

docente comunica sus expectativas en clase mediante la interacción con el alumno,<br />

creando una <strong>de</strong>terminada atmósfera socioemocional.<br />

La base <strong>de</strong> tales expectativas suele ser principalmente la conducta <strong>de</strong>l alumno en el<br />

aula, sus actitu<strong>de</strong>s hacia la escuela y hacia el profesor (Díaz-Aguado, 1983, Dusek y<br />

Joseph, 1983). Le siguen en intensidad la motivación <strong>de</strong> logro y el autoconcepto. Menor<br />

fuerza experimentan las expectativas sobre los resultados <strong>de</strong> pruebas estandarizadas <strong>de</strong><br />

rendimiento y aún menor sobre las pruebas <strong>de</strong> inteligencia (Díaz-Aguado, 1983). Otros<br />

datos son la clase social, el grupo étnico <strong>de</strong> referencia y cualquier tipo <strong>de</strong> información<br />

indirecta como pue<strong>de</strong>n ser los resultados <strong>de</strong> cursos anteriores (Dusek y Joseph, 1983). En<br />

un estudio realizado por Beltrán Llera (1986), <strong>de</strong> un total <strong>de</strong> 28 variables sometidas a<br />

comprobación, encontró que 21 <strong>de</strong> ellas presentaban una correlación estadísticamente<br />

significativa con las expectativas <strong>de</strong>l profesor.<br />

Dicho lo anterior cabría preguntarse ¿Cómo comunica el docente las expectativas? La<br />

comunicación verbal es el vehículo por excelencia <strong>de</strong> la transmisión atribucional, pero<br />

no po<strong>de</strong>mos olvidar que en el aula, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la palabra, presenta un protagonismo muy<br />

importante la comunicación no-verbal (Bar-Tal, 1982; Babad y Taylor, 1992; Snowman,<br />

1996). Este tipo <strong>de</strong> comunicación no-verbal se presenta <strong>de</strong> manera in<strong>de</strong>liberada (Boutte,<br />

1992). Los profesores no suelen ser conscientes <strong>de</strong> lo que transmiten mediante el lenguaje<br />

<strong>de</strong> gestos, creyendo que dispensan a todos los alumnos igual trato y que la neutralidad<br />

es norma en el aula. A veces pue<strong>de</strong>n pensar que incluso están animando a los que<br />

realmente vienen siendo <strong>de</strong>scalificados (Galloway, 1968). Es más, cuando un profesor<br />

halaga a sus alumnos pero su lenguaje no-verbal discrepa <strong>de</strong> sus palabras, el juicio <strong>de</strong> los<br />

discentes se centrará en mayor medida en los gestos que en las palabras (Friedman,<br />

1978). En el alumno ocurre algo parecido a lo que suce<strong>de</strong> con el docente, el individuo<br />

que recibe las expectativas <strong>de</strong>l profesor pue<strong>de</strong> que no tenga conciencia <strong>de</strong> que lo que<br />

está ocurriendo sea algo más que el mero acto <strong>de</strong> enseñanza-aprendizaje, que como tal,<br />

éste sí es reconocible y evi<strong>de</strong>nte (Johnson, 1972).<br />

Se ha venido documentando que las atribuciones y expectativas que presenta el profesor<br />

sobre el rendimiento <strong>de</strong>l alumno repercuten en las interacciones que se originan<br />

en la clase. Los alumnos consi<strong>de</strong>rados como más brillantes disponen <strong>de</strong> una ventaja<br />

interactiva sobre los percibidos como nulos (Firestone y Brody, 1975). Algunos autores<br />

(Brophy y Good, 1974; Bar-Tal, 1982; Brophy, 1983; Cooper, 1983; Harris y Rosenthal,<br />

1985; Beltrán Llera, 1986; Tauber, 1998) han i<strong>de</strong>ntificado diferentes conductas que ellos<br />

consi<strong>de</strong>ran responsables <strong>de</strong> la comunicación <strong>de</strong> las expectativas que presenta un profesor<br />

hacia los alumnos <strong>de</strong> los cuales espera escaso rendimiento. Algunas <strong>de</strong> estas conductas<br />

son: menor interacción, menos preguntas, se les conce<strong>de</strong> menos tiempo para la<br />

respuesta cuando no se les ofrece ésta, menor número <strong>de</strong> explicaciones, escasos refuerzos,<br />

más críticas, ubicación alejada <strong>de</strong>l profesor, se utilizan métodos menos instructi-<br />

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