Historia y Arte del Convento de San Gil - Cortes de Castilla-La ...

Co r t e s d e Castilla-la Ma n C h a
Según los casos encontramos la modalidad de portada-retablo, muy habitual en
Monegro. Granítica y ostentosa, se organiza en un cuerpo inferior y el ático con su hornacina
de remate enmarcada por pilastras sobre las que reposa el frontón. Así es uno de
los ejemplos más bellos con los que cuenta la ciudad: la portada del antiguo convento
de San Pedro Mártir.
Pero, en líneas generales, la estrechez de las callas toledanas no favorecía la
visión de estas fachadas y lo más utilizado será la costumbre de adosar a los grandes
muros conventuales una pequeña y sencilla portada. Con esto se perdió la ocasión
de modernizar el interior urbano, en el que las portadas se constituían como la única
referencia al mundo exterior de las comunidades religiosas. Otra ves, pues, triunfó la
interiorización conventual.
No existe, stricto sensu, el templo, en el sentido de la forma centralizada. Pero
esto escapa a las peculiaridades intrínsecas de Toledo y de Monegro, y obedece plenamente
a las pautas de la Contrarreforma. El gran responsable de aplicar el discurso
moralizante a la arquitectura fue el arzobispo de Milán Carlos Borromeo, autor de las
Instrucciones fabricae… En el tratado aboga porque la iglesia siga en su planta la forma
de la cruz de Cristo y que “nada en su ornato deje de ser pío y decoroso”. Recomienda
este modelo para iglesias, colegiatas, catedrales y parroquiales y, en cambio, margina
claramente las plantas circulares y cualquier referencia a la planta centralizada porque
había sido usada en la antigüedad pagana. Las recomendaciones de Borromeo van a
encontrar un amplio eco en las Constituciones sinodales, y ya a comienzos del Seiscientos
casi todos los arzobispos sugerirán la planta en forma de cruz.
Por lo tanto, es evidente que pesa, y mucho, el propio tradicionalismo del estamento
eclesiástico.
Tampoco la concepción espacial se escapa de la impronta contrerreformista. La
idea de hacer de ellos verdaderos templos de Salomón prevalece al ordenar con sobriedad
absoluta los interiores. Se recomienda, siempre que sea posible, que las paredes se
dejen en blanco o estucadas “… porque éste es el color que en su pureza mejor conviene
al templo y no se pintarán porque con esto se aparta el ánimo de las cosas divinas…”.
El contexto espiritual y la propia evolución de la arquitectura de finales del
Quinientos explican la sencillez de las iglesias que acuden a un repertorio decorativo
limitado y por ello absolutamente sobrio. Así, hallamos el uso de pilastras cajeadas
en las que destaca el orden toscano, entablamentos, predominio de las formas cúbicas,
igual que en los exteriores, y la costumbre de usar bóvedas y cúpulas fajeadas,
hecho habitual en el Toledo del primer cuarto del XVII. Con estos elementos se trata
de mantener la planimetría característica del Renacimiento y que indudablemente
habrá de ir cediendo pero que ahora se subraya a partir de una distribución de la luz
natural claramente dirigida y encaminada a marcar el carácter axial de la nave.
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historia d e u n edifiCio, iM a g e n d e u n a C i u da d
La sobriedad absoluta
de los interiores traduce la
impronta contrarreformista,
presente en toda
la arquitectura de San Gil. Eurofoto
Si las tipologías son tradicionales, las técnicas constructivas acentúan todavía
más el conservadurismo y revelan unos usos claramente “locales”: paramentos de
ladrillo visto en los que a veces destaca el enmarcado en piedra de los vanos, y mampostería
en hiladas horizontales. Son, en definitiva, técnicas que a los especialistas
les llevan a afirmar su fuerte vinculación con las del mundo mudéjar, máxime si
atendemos a la entrada cada vez más numerosa de la utilización de las yeserías para
decorar las superficies. La impronta mudéjar subraya ese carácter “local”, toda vez
que es omnipresente en una ciudad como Toledo.
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