Historia y Arte del Convento de San Gil - Cortes de Castilla-La ...

Co r t e s d e Castilla-la Ma n C h a
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de sus Santos y Bienaventurados no mirando mis culpas y pecados; y pongo
por intercesora a la Sacratísima Virgen, su madre, Señora y abogada mía, y a los
bien aventurados San Joseph, San Françisco, San Antonio y a todos los demás
Santos de el cielo para que rueguen a Dios Nuestro Señor, que mi anima se salve
y goze de la visión y fruición beatifica en la Bienaventurança.
Item, mando que quando yo muriere y pase de esta presente vida que mi
cuerpo sea vestido con un habito de los Padres Franciscanos de el Convento de
San Joseph de esta ciudad, y devotos mios, y con el y con otras vestiduras sacerdotales
sea llevado y puesto en la bóveda de la iglesia de el dicho convento de a
donde yo soy fundador y patron y allí estan trasladados los cuerpos de mis señores
padres y hermanos que estaban en las dos sepulturas de la Capilla Mayor de
la parroquia de San Antolín de la ciudad, y se mudaron de allí al dicho convento
por bula que alcance de nuestro muy Santo Padre Paulo, papa quinto.
Item, dispongo que acompañen mi cuerpo la cruz, cura y beneficiados
de la dicha parroquia de san Antolín, donde yo soy parroquiano, y vayan doce
achas delante de la cruz que lleven doce niños de la doctrina… que acompañen
mi cuerpo la cofradía de la Santa Caridad y se les de la limosna acostumbrada y
si pareciere a los señores mis testamentarios podran combidar al Cabildo de los
señores curas y beneficiados…
Dispone que se le digan un total de 350 misas en distintos conventos, parroquias
y altares de la ciudad. Que a los nueve días siguientes a su fallecimiento se
repartan entre los pobres que vayan a su casa cien reales, dando medio real a cada
uno y que se den lutos de bayeta a todos sus criados. Declara que él y su hermano,
por escritura pública ante el escribano Gabriel de Morales en 30 de mayo de 1610,
se comprometían a gastar en la fundación del Convento de San José e iglesia 16.000
ducados y otros 4.000 ducados para pagar quince pares de casas que estaban en el
sitio de dicho convento, gastándose hasta ese día de su testamento la cantidad de
40.000 ducados. Asimismo, se reserva para él y sus sucesores el patronazgo y un
cuarto en el convento para poder recogerse devotamente algunos días al año, declarando
que junto con su hermano dejan vinculados una serie de bienes entre los
que se encuentran sus casas principales en la parroquia de San Antolín, otras en el
callejón que llaman de Córdoba en las que vive Gabriel Delgado, junto a éstas otras
en el mismo callejón con su patio y pozo; a éstas se añaden varias más dispersas por
distintos barrios de Toledo.
La primera sucesora de este viudo es su prima María de Herrera, mujer del licenciado
Gerónimo de Cerballos. Según dispuso ésta, los siguientes sucesores debían
portar el apellido de Herrera y estaban obligados, cada año, a poner en la capilla ma-
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yor del Convento de San José cuatro hachas con su tumba y paño el día de los difuntos
y dos hachas en las dos sepulturas de la catedral en donde yacían los hermanos de su
abuelo. Deja en herencia el terreno de dos sepulturas que tiene en la capilla Mayor de
San Antolín. Los sucesores estaban obligados a dar cada año al Convento de San José
40 ducados para el reparo de su iglesia y convento. Además debían dar perpetuamente
al dicho convento limosna de dos comidas, una el día de San Antonio de Padua y otra
el Jueves Santo. Dispuso también que pasasen al convento la biblioteca de su hermano
Juan de Herrera, “así como unas reliquias que tiene, y se hagan los frontales llanos
conforme están en los altares de dicho convento”.
Lápida situada en la iglesia conventual donde se relata la fundación del convento de San Gil por los hermanos Francisco
y Juan de Herrera.
En el memorial fechado el mismo año 1619 manda se dé al Convento de San José,
después de su fallecimiento, la renta de cuatro años de un privilegio que tiene sobre las
alcabalas de la ciudad para que prosigan las obras de la huerta que tienen comenzadas.
Señala como testamentario al licenciado Gabriel de Guelves, rector del Colegio de Santa
Catalina; a Alonso López de Salcedo, mayordomo de su alteza; a don Francisco Sánchez,
catedrático de teología, y a Juan de Espinosa, notario de la audiencia arzobispal.
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