Historia y Arte del Convento de San Gil - Cortes de Castilla-La ...

Co r t e s d e Castilla-la Ma n C h a
Fray Andrés de los Mártires. Fray Alonso de Almendros. Fray Martín de Santa
Ana. Fray Francisco de Crud Ro(¿). Fray Francisco de Jesús. Fray Diego Menor. Fray
Diego de San Francisco. Fray Bernabé de San Julián. Fray Andrés Bautista. Fray Mateo
de San José. Fray Juan Fernández (¿). Fray Diego de la Concepción. Fray Gabriel de
la Trinidad. Fray Diego de Arenas. Fray Francisco de San Dubio (¿). Fray Miguel de
Serradilla y Fray Andrés de Jadraque.
De otros muchos es a través de su muerte como sabemos de sus vidas. Los pocos
datos conocidos sobre la existencia diaria de estos frailes nos dibujan con trazo
breve la religiosidad de una época y nos descubren unas vidas entregadas tanto a la
devoción como a la difícil consecución del sustento, mendigando y predicando por
plazas e iglesias.
La muerte de un fraile era conocida de inmediato por sus hermanos de otros
monasterios a través de itinerarios concretos que recorrían toda la Provincia de San
José, portándose los datos del fallecido en escritos denominados “patentes”. La forma
de transmisión de noticias, que ellos llaman “despachar las patentes”, se hacía
siguiendo las siguientes rutas:
La primera patente discurre por los conventos siguientes: Illescas; Ciempozuelos;
Odón; San Gil; San Bernardino; Colmenar; Barajas; Paracuellos (cuando es
nuevo el difunto); Alcalá (cuando ha muerto en La Mancha); Uzeda; Guadalajara;
Orche; Brihuega; Muñón; Buendía; Priego; Cuenca y se remite.
Segunda patente; Yepes; Aranjuez; Ocaña; Corral (cuando es nuevo el difunto);
Lillo; Tembleque; Madridejos; Consuegra; Malagón; Almago; Moral; Puertollano y se remite.
Tercera patente: Fuensalida; Santa Olalla; Talavera; Velada; Arenas; Rosario;
Puente del Arzobispo y se remite.
Sus hermanos de Orden exaltan sus vidas y desventuras a lo largo de ese siglo
y principios del siguiente.
El primer guardián de la Orden en Toledo, previo a la construcción del convento,
fue Fray Domingo de Santa María, que murió el 3 de diciembre de 1611 y
fue enterrado en San Juan de los Reyes. Fray Andrés de Cuenca murió en octubre de
1612 y se enterró en San Cipriano. Por estas fechas mueren Fray Alonso de Pliego,
predicador; Fray Francisco de los Santos o de Almansa, corista; Fray Pedro de Santa
María, lego, y Fray Cristóbal de la Concepción, enterrándose en la sacristía de San
Juan de los Reyes.
Durante un siglo (1730-1833) conocemos abundantes anécdotas de la vida de
los frailes a través de las “patentes”, en la que se relatan las virtudes de los fallecidos.
Así, por ejemplo:
Fray Francisco de Colmenar, religioso lego, murió el 21 de febrero de 1730 a
los 66 años, se enterró en la iglesia del convento.
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Co n v e n t o, C á r C e l, C u a rt e l...
Fue muy compasibo con los pobres y nunca fue notado de la ociosidad.
Al realizarse el enterramiento de Fray Juan de Lillo en 1747, se descubre su
cuerpo, y según testimonio de los frailes:
Se descubrió este cuerpo todo entero, sin mal olor alguno, ni causar pa-
vor alguno ni a religiosos ni a seglares que le vimos. Estaba el cuerpo como si
fuera de cartón, formadas las tablas de los brazos como si estubiera vivo, y en
lugar de carne, como se llena una vejiga del ayre y el color oscuro y moreno,
en algunas partes blanco.
Fray Francisco de Yepes, predicador, excustodio, exvicario provincial y padre
provincial, murió en 1732. Se enterró en el convento en la sepultura nueva de la
capilla mayor que se abrió al lado de la epístola, debajo del altar de Santa Rosa de
Vitervo, saliendo por la puerta que va de la sacristía a la iglesia a mano izquierda.
Su religiosisimo vivir así de subdito como de prelado local y provincial
es bien notorio en esta provincia. Fue humilde en sumo grado, exemplarisima
su modestia y pudicia exterior e interiormente como se dexa conocer. Su recogimiento
fue extremado, rara vez o casi nunca se le veía estando en el convento
fuera de la celda sin honesta precisión. Jamás se le vio ocioso, siembre ocupado
leyendo, escribiendo o rezando. En estos ultimos años tuvo incansable e incesante
assistencia al confesionario, como si fuera el mas mozo confesor, con tal
tesson, espiritu y celo del bien de las almas, que los más dias festivos estaba en
el confesionario desde la pelde hasta la hora de missa mayor, a la qual en tales
dias solia salir a decir la suia. En la assitencia a tanto confessar le dio Dios el
consuelo de ser instrumento de notables aprovechamientos de almas, que con
su docta (que le era mucho) suave, atractiva doctrina, dexaron el errado camino
de la culpa y consiguieron felices el de la gracia. Su assistencia a los actos de la
comunidad y a choro solo con decir era incansable y perpetua, se puede algo
explicar. Jamas faltaba a maytines por su propia voluntad, siendo el primero
que entraba en el coro, y aun el que regularmente cuidaba (por ser mucha su
vigilia) de que los despertadores tañesen puntualissimamente a las doce. Murio,
pero dexando en sus religiosisimas prendas y virtudes un dechado de perfeccion
religiossa. Murio dexando anochecidos los lamentos y sentimiento. Uniformes
los corazones de todos los religiosos, que estabamos a su espirar, mejor dire a
su transito.
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