MAYOMBE - Marxistarkiv
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Se aproximaron. Los ojos le brillaban. El Comisario sintió un fuego indefinible subirle por el<br />
cuerpo y toda su amargura desapareció. Se besaron. Estoy perdonado, pensó. Pero ya estaba<br />
pensando como se disculparía para poder partir rápidamente y el hielo que se formaría<br />
nuevamente entre ellos. Su voz sonó triste.<br />
– Ondina, me tengo que ir.<br />
– ¡Vete!<br />
El estaba parado, con el sombrero en la mano, miraba a la puerta y a Ondina, a Ondina y a la<br />
puerta, sin decidirse.<br />
– Los camaradas están pasando hambre... A la tarde vuelvo.<br />
Y salió, con un sollozo oprimiéndole el pecho, con la rabia concentrada en Andrés que lo<br />
obligaba a correr para encontrarlo, que le quitaba su tiempo, el hombre que tenía el dinero<br />
para comprar comida. Disparó hacia la ciudad, sin hablar con nadie, vengándose en las<br />
piedras del camino, casi volando debajo de un sol inclemente por la calle polvorienta.<br />
Se encontró finalmente con Andrés, este era alto y delgado, con una barba en pera que le<br />
aguzaba el rostro dándole un aire de aristócrata intelectual. Tomó al Comisario por un brazo<br />
llevándolo hacia la varanda, diciendole en tono confidencial.<br />
– Hay graves problemas con los congoleses, camarada Comisario. Por eso ando corriendo<br />
de un lado para otro. Pero no me he olvidado de ti. Me ando rompiendo la cabeza, porque<br />
no hay dinero... Es verdad, no hay dinero. Pero trataremos de conseguir algo para esta<br />
tarde, si, vamos, almuerza conmigo ¿Quieres?<br />
El Comisario deseaba decirle que él vio el jeep andando de un lado para otro, y que para eso<br />
si había dinero, mientras ellos pasaban hambre en la Base. Que le estaba mintiendo. Pero,<br />
estaba habituado a respetar a los superiores.<br />
– No hay comida en la Base. Ayer estuve esperándolo todo el día...<br />
– Pues ese es el problema del que te hablé. Me vinieron a buscar con urgencia. Pero esta<br />
tarde trataremos de conseguir alguna cosa y podrás salir mañana de vuelta a la Base.<br />
– Yo quería discutir contigo otros asuntos. El caso de Ingratitud...<br />
– ¡Ah, si, si, está bien!. Lo mejor será que te quedes unos dias en Dolisie. Metió la mano en<br />
el bolsillo y le dio un billete de quinientos francos – Para que te tomes una cerveza con la<br />
camarada Ondina. Pero, vamos primero a almorzar. Unos congoleses me regalaron una<br />
gallina...<br />
El Comisario no quería aceptar el dinero, Pero Andrés insistió. Se lo guardó con la sensación<br />
de que lo habían sobornado. Y este era el precio de su nivel moral. Negarse, decirle a Andrés<br />
unas cuatro verdades, era lo que tal vez haría Sin Miedo, pero Sin Miedo era casi de la misma<br />
edad que Andrés, él no.<br />
Se sentaron a la mesa y muy prontamente aparecieron cinco personas, más la mujer de<br />
Andrés. El almuerzo consistía en Fúnji 14 más la gallina que había sido regalada por los<br />
congoleses – Según Andrés. La gallina le sabía mal al Comisario, tenía gusto a dinero del<br />
Movimiento. Pero comió. Con toda su rabia contenida adentro, rabia contra Andrés, pero por<br />
sobre todo, rabia contra si mismo. ¡Que fácil era enfrentarse con el enemigo! ¡Mil veces más<br />
14 Masa de maíz molido, parecida a la polenta.<br />
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