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Sermones - Iglesia Cristiana Cimiento Estable

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A partir de entonces, su tierna conciencia despertó a la realidad del pecado y a las<br />

profundidades de su corrupción. "¡Qué infame masa de corrupción he sido! He vivido uña gran<br />

parte de mi vida completamente separado de Dios y para el mundo. Me he entregado<br />

completamente al goce de los sentidos y a las cosas perecederas en torno a mí".<br />

Aunque él nunca supo la fecha exacta de su nuevo nacimiento, jamás abrigó temor<br />

alguno de que éste no se hubiera realizado. La seguridad de su salvación fue algo característico<br />

de su ministerio, de modo que su gran preocupación fue, en todo tiempo, obtener una mayor<br />

santidad de vida.<br />

En invierno del año 1831 inició sus estudios en el Divinity Hall, en donde Tomás<br />

Chalmers era profesor de Teología, y David We1sh lo era de Historia eclesiástica. Junto con<br />

otros compañeros suyos, Eduardo Irving, Horacio y Andrés Bonar -quien más tarde escribiría su<br />

biografía- y otros fervorosos amigos, Roberto M. McCheyne se reunía para orar y estudiar la<br />

Biblia, especialmente en sus lenguas originales. Cuando el Dr. Chalmers tuvo noticia del modo<br />

simple y literal con el que McCheyne escudriñaba las Santas Escrituras, no pudo por menos de<br />

decir: "Me gusta esa literalidad. Verdaderamente, todos los sermones de este gran siervo de Dios<br />

están caracterizados por una profunda fidelidad al texto bíblico. Ya en este período de su vida,<br />

McCheyne dio muestras de un gran amor por las almas perdidas, y junto con sus estudios<br />

dedicaba varias horas a la semana a la predicación del evangelio, tarea que realizaba casi siempre<br />

en los barrios pobres y más bajos de Edimburgo.<br />

Al igual que otros grandes siervos de Dios, McCheyne tenía una clara conciencia de la<br />

radical seriedad del pecado. La comprensión clara de la condición pecadora del hombre era para<br />

McCheyne requisito impresindible para hacer sentir al corazón la necesidad de Cristo como<br />

único Salvador, y también experiencia necesaria para una vida de santidad. Su diario da<br />

testimonio de lo severo que era en el juicio que de sí mismo se hacía. "Señor, si ninguna otra<br />

cosa podrá librarme de mis pecados, a no ser el dolor y las pruebas, envíamelas, Señor, para que<br />

pueda ser librado de mis miembros cargados de carnalidad. Incluso en las más gloriosas<br />

experiencias del creyente, McCheyne podía descubrir ribetes de pecado, y así nos dice en una<br />

ocasión: "Aún nuestras lágrimas de arrepentimiento están Manchadas de pecado".<br />

Andrew Bonard escribió acerca de su amigo en los siguientes términos: "Durante los<br />

primeros años de sus cursos en el colegio el estudio no llegó a absorber toda su atención. Sin<br />

embargo, apenas empezó el cambio en su alma también se reflejó en sus estudios. Un<br />

sentimiento muy profundo de su responsabilidad le llevó a dedicar todos sus talentos en el<br />

servicio del Maestro, de quien los había redimido. Pocos ha habido que con tan entera dedicación<br />

se hayan consagrado a la obra del Señor como fruto de un claro conocimiento de su<br />

responsabilidad".<br />

Mientras cursaba los estudios de Literatura y Filosofía sabía encontrar tiempo para<br />

dedicar su atención a la Teología y a la Historia Natural. En los días de su mayor prosperidad en<br />

el ministerio de la predicación, cuando juntamente con su alma, su congregación y rebaño<br />

constituían el dentro de sus desvelos, con frecuencia se lamentaba por no haber adquirido, en los<br />

años previos, un caudal de conocimientos más profundo, pues se había dado cuenta que Podía<br />

usar las joyas de Egipto al servicio del Señor. De vez en cuando sus estudios anteriores evocarían<br />

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